Por votaciones tan desproporcionadas que son prácticamente unánimes, 144 a 7 en la Cámara y 38 a 1 en el Senado, la Legislatura de Massachusetts aprobaba la pasada semana unos presupuestos para el ejercicio fiscal 2015 de 36.500 millones de dólares, los más generosos de la historia. El pobre grupo de Republicanos que votaron en contra de los presupuestos — el senador Robert Hedlund y los congresistas James Lyons, Leah Cole, Geoff Diehl, Shawn Dooley, Ryan Fattman, Marc Lombardo y Leonard Mirra — no tenía ninguna posibilidad de cambiar el resultado. Ni siquiera representan la mayoría entre el insignificante escalafón Republicano.
Sí cumplieron con su deber de legisladores electos, no obstante, con la rigurosidad suficiente no solamente para depositar un voto de castigo, sino también para explicarlo. Ninguno lo hizo de forma más notable que Lyons y Lombardo, que redactaron una nota de 1.250 folios con los detalles de “Por qué votamos en contra de los presupuestos”, y la colgaron en la red. Los dos congresistas, en su segunda legislatura los dos, ponen siete reparos principales — y razonados — a los presupuestos. Entre ellos:
■ El “acusado descenso del capítulo de las ayudas locales”, que desde 2008 ha descendido 400 millones de dólares;
■ Un alarmante incremento del gasto público, y la correspondiente subida de la nómina del estado en más de 10.000 funcionarios a las órdenes de la administración de Deval Patrick;
■ La negativa del escalafón Demócrata a considerar la idea de devolver paulatinamente el impuesto a la venta de bienes al veterano 5 por ciento, desde el que escaló en 2009;
■ El uso de dinero público por parte de la administración en "interferir en los derechos de los padres", siendo el caso de tutela Justina Pelletier un impactante ejemplo reciente.
Lyons y Lombardo, como los otros seis legisladores Republicanos que votaron contra los presupuestos, son reconocidos conservadores fiscales dentro de una Legislatura muy de izquierdas. Ellos saben que sus opiniones en materia de legislación estatal son compartidas por muy pocos de sus colegas Demócratas, si es decir alguno. Ni siquiera los demás Republicanos coinciden totalmente con ellos a tenor de otras cuestiones clave. Al teléfono el otro día, Lombardo describía devastador que algunos miembros de la formación Republicana actúan "como Demócratas militantes: Dan al presidente de la Cámara DeLeo su voto en las grandes cuestiones a cambio de tener un respiro en sus distritos electorales”.
Pero se esté o no de acuerdo con los disidentes Republicanos, su compromiso con el debate honesto y profundo resulta refrescante. En una cultura política tan desproporcionadamente monopartidista como la de Massachusetts, la disidencia puede acarrear riesgos. Casi todo lo importante se decide a puerta cerrada, tramitado luego en el pleno en votaciones pro forma a mano alzada cuyo resultado rara vez no se conoce de antemano.
“Si los legisladores de a pie no se oponen al desmantelamiento de la democracia participativa, que ha pasado a ser la norma en la Legislatura de Massachusetts, nadie lo hará por ellos", editorializaba en 2012 el Globe. Pero la oposición puede parecer inútil cuando una formación controla casi todas las instancias de la administración del estado y marca las condiciones del debate de forma literal. Cuando la Cámara examinó los presupuestos del ejercicio fiscal 2015 esta primavera, lo hizo con reglamentos de ordenación que prohíben a los legisladores oponerse a cualquier modificación de los capítulos de reforma de lo social, ayuda local o financiación de la educación — que representan juntos más de la cuarta parte del gasto del estado. En una atmósfera así, una minoría dispuesta a ir a su aire y explicar el motivo y la razón de lo que hacen no tiene precio.
La competencia entre las formaciones no garantiza la legislación pública productiva o atenta. (Véase: Congreso). Con un gobierno monopartidista, sin embargo, los abusos, el secretismo y el trámite a rodillo de los proyectos de ley son el pan nuestro. Los nuevos presupuestos del estado, que llegan a los centenares de folios, no se acabaron y enviaron a los legisladores hasta última hora del domingo; la votación estaba prevista al día siguiente. Pero como confesaba una legisladora Demócrata, no se espera de ellos que sepan lo que contienen por fuerza.
“Cuando alguien me pregunta si me he leído los 500 folios que me han llegado esta mañana, digo — los he impreso, estoy echando un vistazo", decía la congresista por Orange Denise Andrews en el pleno previo a la votación de los presupuestos. “Pero no los he leído, y no los voy a leer, porque creo en el sistema del que participamos. Llegué hace tres años y no he visto sino excelencia y gestión fiscal por parte del secretario del Comité de Asignaciones y su equipo”.
Lyons y Lombardo, que también llegó a la Legislatura hace tres años, tienen una opinión de sus responsabilidades muy diferente. “Necesitamos un debate riguroso de ideas de gasto del dinero del contribuyente", dice Lyons, antiguo legislador Demócrata. “Un selecto grupo de nosotros estamos decididos a promover la filosofía fiscal conservadora, y pensamos que si la promovemos abiertamente, el apoyo crecerá”.
No hay que ser conservador ni Republicano para apreciar esa postura — sólo hace falta ser un ciudadano que entiende que la independencia democrática no se hizo para las ovejas, y que quiere que el Estado también lo comprenda.
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