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La marcha

Un monólogo de Esther Videgain
Esther Videgain
miércoles, 6 de agosto de 2014, 07:16 h (CET)
Hay varios tipos de marcha en la vida de las personas.

Cuando se nace, se pone en marcha el aprendizaje para el buen saber y el bien vivir. Cuando mejor marche, mejor le irá al nonato en su destino.

De adolescentes, está el típico salir de marcha, salir a divertirse. Llegan los jóvenes a las tres o cuatro de la mañana bebidos o drogados o, sin tomar nada, pero con mucha marcha en su cuerpo, incluido haber ligado con el líder del instituto y haberse morreado con él. ¡¡¡Oléééééé la noche de marcha!!!

Después, cuando se hacen mayores, cuando cumplen los diecisiete, está la marcha del colegio para llegar a la universidad, cuatro años seguidos de estudio más un año de especialización. Las salidas de irse de marcha, se convierten en las temidas marchas a Septiembre con tres o cuatro asignaturas suspensas. Para evitar esa caminata, los estudiantes estudian de sol a sol para tener un verano lleno de luz y lleno de marcha veraniega. Llega Octubre y se marcha el veranito, el buen tiempo y se aproxima otro añito lleno de sufrimiento y de las inacabables horas de estudio, se marcha la juventud. Todo para ser lo que uno quiere, para trabajar en lo suyo, pero se marcha el divertimento.

Cuando son becarios, el empresario los contrata un año de prácticas y cuando finalizan el contrato, les suelen decir al trabajador: "Anda muchacho y marcha a la lista del Paro que bastante me la has liado con el cuadre de la inversión y la facturación". Y luego resulta que el jefe se lo ha inventado para contratar a otro nuevo y "picar" otra subvención.

Luego, se echan novios y tienen una relación estable. Todo acaba cuando se marcha el amor y se mete una tercera persona en medio. Los amantes se marchan cada uno por su lado hasta que se casan con otras parejas.

Es entonces cuando suena la "marcha nupcial" que suena como si fuese a durar el matrimonio toda la vida, pero la realidad es otra bien distinta. El marido se marcha con su amante y la mujer se marcha de fiesta para que le alegre la vista algún tío bueno que otro. Regresan a media noche a su rutina y monotonía. Entonces llega el temido divorcio. Otra vez libres. Y se marchan de casa, la venden y cada uno se compra un pisito, uno con piscina y el otro sin ascensor viviendo de la pensión del cónyuge, llamada coloquialmente "las rentas que he adquirido por el casamiento". Se marchan al juzgado y empiezan el contencioso.

Entre medias, hay una guerra. Por desgracia, los militares se presentan ante la bandera de su país siguiendo la típica "marcha militar". Se van y vuelven unos cuantos. El resto son enterrados y suena en la corneta la "marcha de las honras fúnebres militares".

Cuando uno consigue a su media naranja y es muy, muy feliz, llega la temida muerte y se lleva al otro al cielo, se marcha para no volver. Y llega el luto y la triste soledad.

Cuando hemos vivido lo justo, unos mucho y otros no tanto, suena la triste "marcha fúnebre" que ya es el final de todo, cuando nos vamos a dos metros bajo tierra con el "pijama de madera"...

Y nos marchamos para siempre y eternamente se marcha nuestra sonrisa.

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