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No, las domiciliarias no son operaciones 'desertoras'

Pagar más impuestos de los justos no es patriota
Jeff Jacoby
jueves, 7 de agosto de 2014, 07:26 h (CET)
Las fusiones domiciliarias se producen sin parar, y la Casa Blanca y sus aliados las declaran antipatriotas. Pero es una variante extraña de "patriotismo" el que insiste en que las empresas norteamericanas antepongan el insaciable apetito de recaudación pública de las arcas del Estado a lo que más interesa a sus clientes, sus accionistas y sus plantillas.

La adquisición domiciliaria más reciente — término que se refiere a la fusión o compra corporativa que permite a la multinacional norteamericana mudar su sede al extranjero — es la mayor hasta la fecha: El grupo farmacéutico radicado en Chicago AbbVie desembolsará 55.000 millones de dólares para comprar Shire PLC, una farmacéutica irlandesa con sede en el Reino Unido, pero con fabricación y gestión afincadas en Lexington. Al mudar su sede fiscal al Reino Unido, AbbVie espera pagar menores tipos impositivos. El tipo fiscal obligatorio de las empresas es de sólo el 21 por ciento en Gran Bretaña. En los Estados Unidos, es un desproporcionado 40 por ciento — 35 por ciento de tipo federal con una media del 5 por ciento añadido por los estados. Para 2016, la mudanza debería laminar la carga fiscal tributada por AbbVie hasta el 13 por ciento con respecto al 22 por ciento que tributa ahora, ahorrando millones de dólares por ejercicio.

Casi igual de importante que el acuerdo AbbVie-Shire fue uno anunciado el mes pasado. El gigante sanitario Medtronic adquiere Covidien, un negocio de fabricación de productos sanitarios afincado en Mansfield pero con sede en Irlanda, por 43.000 millones de dólares. La operación de compra desplaza el domicilio fiscal de Medtronic a Irlanda, que grava los beneficios de los grupos privados a sólo el 12,5 por ciento — menos de la tercera parte del pesado tipo estadounidense.

La cifra de operaciones de compra domiciliarias viene disparándose los últimos ejercicios, sacando de quicio a los Demócratas. El senador de Michigan Carl Levin está sacando adelante una legislación que impone una moratoria de dos años a las operaciones, que denuncia como "manipulación fiscal, pura y simple". Por supuesto, una manipulación fiscal legal por definición (en contraste con la evasión fiscal, que es un delito). Con la carga impositiva de las empresas de América a los niveles más punitivos del mundo industrializado hoy, los ejecutivos cometerían una negligencia de sus deberes fiduciarios si por lo menos no consideraran la ventaja competitiva de crecer a través de adquisiciones legales de empresas con sede en otros países.

Pero los que llevan a cabo tales operaciones son criticados por antiamericanos.

"Los compradores domiciliarios son desertores", escribe el periodista de la revista Fortune Alan Sloan en un ensayo del Washington Post. Las empresas como el grupo AbbVie o Medtronic abandonan América "para ahorrar impuestos, pero esperan tener todos los beneficios que otorga ser una sociedad privada estadounidense, y por los que todos los demás están tributando". La pasada semana, el Secretario del Tesoro Jacob Lew instaba al Congreso a "clausurar esta laguna de abuso de nuestro régimen fiscal", y exigía "nuevas nociones de patriotismo económico" que no toleren tales operaciones.

Esta demagogia es desgraciada. Una empresa que estructura una operación de fusión para crecer con una empresa con sede en el extranjero no está desertando de América, ni evitando tributar los beneficios obtenidos en los Estados Unidos. Los grupos que registran beneficios en América tributan en América, con independencia de cuál sea su sede fiscal. AbbVie o Medtronic podrían mudar su sede a las lunas de Júpiter, y de cara a la agencia tributaria ello no representaría ninguna diferencia. Mientras sigan operando en los Estados Unidos, sus ingresos estadounidenses siguen siendo totalmente gravables.

Solamente sus futuros ingresos en el extranjero — el beneficio corporativo obtenido fuera — queda amparado de la agencia tributaria en la operación. Medtronic opera en incontables países, tributando en esos países los beneficios que obtiene dentro de sus fronteras. Eso no cambia tras la fusión con Covidien. Lo que cambia es que Medtronic dejará de tributar en Estados Unidos los beneficios que no obtiene dentro de los Estados Unidos. A diferencia de todos los demás países, Estados Unidos grava los beneficios que obtienen en todas partes del mundo las empresas domiciliadas en América.

Como escribía recientemente el consejero delegado de Abbott Laboratories Miles White: "Ello constituye una doble desventaja competitiva: el tipo más alto con diferencia, y aplicado a nivel mundial".

Eso es lo que mueve la ola de operaciones de compra corporativas: No es un defecto de "patriotismo económico", sino un voraz régimen fiscal que somete a las empresas norteamericanas a presiones económicas que se ahorran los grupos afincados en el extranjero.

Ningún contribuyente, particular o empresa, debería ser tachado de antipatriota por no pagar más impuestos de los que le obliga la ley. "Cualquiera puede disponer su declaración de forma que tribute lo menos posible", escribía el juez Learned Hand, uno de los juristas más reconocidos de la historia norteamericana. "No está obligado a elegir la opción tributaria más conveniente para las arcas del Estado. Ni siquiera existe un deber patriota de subirse los impuestos".

La forma de impedir que las empresas norteamericanas muden su sede fiscal al extranjero no es adoptando medidas en contra, sino aliviando su tesitura. Rebaje usted el duro tipo impositivo, armonice su régimen fiscal con el de los demás países, y las empresas norteamericanas no tendrán motivos para marcharse.

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