Esta generación ya tiene su KAL 007. El sobrecogedor derribo del aparato comercial malayo MH 17 es curiosamente parecido a la conmoción de la jornada del 1 de septiembre de 1983, fecha en que los rusos abatieron al aparato comercial coreano KAL 007 que unía Nueva York con Seúl a través de Alaska. En los dos casos, el gobierno ruso desmiente con vehemencia cualquier implicación, difamando a cualquiera que se atreva a acusarlo de ocultar información.
Ambos aparatos comerciales eran asiáticos, con un número de muertos parecido. El KAL transportaba a 269 pasajeros; el avión malayo casi 300. Eran en su mayor parte pasajeros asiáticos, pero también había estadounidenses — 61 estadounidenses en el caso del KAL 007 y una cifra muy inferior (todavía sin confirmar) en el caso del avión malayo. En los dos casos, se desconocen las razones de que los aparatos estuvieran sobrevolando las regiones que sobrevolaban. Sigue sin saberse con exactitud lo que fue del KAL, pero se conoce que el piloto automático de abordo estaba mal configurado, lo que le hizo adentrarse en el espacio aéreo soviético. Cazas rusos siguieron al KAL 007 antes de derribarlo.
En 1983, Moscú negó inicialmente la fechoría, con Yuri Andropov, el antiguo superior de Vladimir Putin en el KGB, insistiendo con vehemencia en la inocencia del Kremlin. Los desmentidos se hicieron pedazos cuando la administración Reagan exhibió las grabaciones de los dos pilotos rusos, comunicándose entre sí emocionados mientras el aparato comercial caía a tierra. La grabación se obtuvo a través de la excepcional tecnología de espionaje electrónico de la Agencia de Seguridad Nacional.
Pero la principal diferencia entre el avión de septiembre de 1983 y el avión de julio de 2014 es la reacción inicial de los dos presidentes. Como alguien que ha escrito ampliamente acerca de la respuesta de Ronald Reagan, voy a partir de ahí.
El Presidente Reagan fue informado de la catástrofe del avión coreano por su ayudante más íntimo, el asesor de seguridad nacional Bill Clark. Como biógrafo de Clark, he tratado esto en numerosas ocasiones.
Reagan se encontraba en su rancho de Santa Inés, al norte de Santa Bárbara, cuando supo de la noticia al teléfono con Clark. “Le dije que Bill Casey [el director de la CIA] acababa de obtener una información sin contrastar que decía que los soviéticos habían abatido un aparato comercial, coreano probablemente", me contó Clark. Reagan respondió a Clark: “Bill, recemos porque no sea cierto”.
Rezar rezarían, pero era verdad. Los soviéticos nunca dejan que las oraciones se interpongan a su trabajo.
Según me contó Clark: "Él [Reagan] dijo ‘Bill, a la mesa’, cosa que significaba que había que debatir la respuesta obteniendo opiniones y recomendaciones de todos los miembros del Consejo de Seguridad Nacional: Shultz, Weinberger, Kirkpatrick, Casey….”
Clark llamó a Reagan en dos ocasiones esa tarde con información preliminar, la primera a las siete y media de la tarde hora de California. Clark se encontraba en “la Sala de Estrategia" montada en el Hotel Biltmore de Santa Bárbara, a sólo unos kilómetros de Reagan. No pudieron confirmar los detalles hasta las siete y diez de la mañana de la jornada siguiente.
Reagan estaba indignado. John Barletta, su compañero de establos en el rancho, gritaba más que Reagan: “Eran civiles inocentes. ¡Al infierno los rusos!”
Clark dijo a la prensa que a título personal, daba por descontado que los soviéticos prolongarían la técnica de la "gran mentira". Dijo que no le sorprendía que los rusos dijeran que el aparato comercial estaba en una misión de espionaje norteamericana.
Reagan se trasladó inmediatamente en helicóptero a la Base Naval de Point Mugu, en California, para embarcar en el Air Force One con destino a Washington. A las doce y treinta y cinco hora de Washington se dirigía a la prensa, criticando a los soviéticos por cometer "un acto brutal", "una acción insensible" y "algo asqueroso" — "una barbaridad", "un acto de terrorismo”. Todo empeoraba, dijo, a consecuencia de que los rusos "mintieran de forma tan flagrante”.
De vuelta a Washington, Reagan se reunió inmediatamente con Clark y convocó al Consejo de Seguridad Nacional. Atacó públicamente a los soviéticos con más intervenciones, incluyendo la radiofónica del 3 de septiembre y la intervención televisada del día 5 desde el Despacho Oval, durante la que denuncia de forma reiterada "el crimen" y "la masacre" de Moscú. Y hubo más intervenciones así.
Durante un discurso el 15 de septiembre en el Colegio de las Fuerzas Aéreas, Clark acusaba a Moscú de cometer "un homicidio a gran escala" y tener "una mentalidad retorcida”. “La enfermiza exhibición de salvajismo soviético en la masacre de las aerolíneas coreanas nos sorprende a todos", decía Clark. “Pero al mismo tiempo, esta intervención dramáticamente brutal ha de ser considerada consistente con el comportamiento de un gobierno soviético que sigue aterrorizando y asesinando al pueblo afgano, utilizando armas químicas en las aldeas afganas; un gobierno soviético que patrocina la represión de la nación polaca entera".
Como indicador de que las palabras de Clark tenían el visto bueno presidencial, la oficina de prensa de la Casa Blanca repartió el texto. Los medios no pasaron por alto el detalle. “Clark acusa a soviéticos de ‘homicidio a gran escala’”, rezaba el titular del Washington Post.
Y aun así, aunque Ronald Reagan echaba humo, también fue muy cuidadoso. Dijo abiertamente a Clark: “Vamos a cuidarnos de exagerar esto. Tenemos demasiado con los soviéticos…. Bill, hemos de protegernos de la exageración”.
Reagan no quiso iniciar un conflicto a cuenta del aparato comercial, ni descarrilar los avances sustanciales que se habían hecho en la cuestión de los arsenales nucleares. Además, ya estaba machacando a los soviéticos con el martillo económico (léase hostilidades económicas) y hacía poco que había anunciado iniciativas como la Iniciativa Estratégica de Defensa.
¿Cuál era la mejor forma de reaccionar? Reagan decidió reaccionar principalmente a través de la palabra antes que las sanciones o las respuestas militares (que estaban descartadas). Se valió de una de sus armas favoritas contra el Kremlin: el misil verbal de crucero. Hay que recordar que a principios de aquel año, en marzo, Reagan había tachado a la Unión Soviética de "imperio del mal", formulación que afectó de forma dramática a Moscú.
De manera que, durante todo el mes de septiembre de 1983, Reagan se refirió a los soviéticos en términos duros, hasta cuando hablaba de otras cuestiones u otras regiones del mundo.
El 25 de septiembre, por ejemplo, Reagan intervenía en el ayuntamiento de Nueva York con motivo del homenaje anual al revolucionario polaco Pulaski. Allí relacionó "el crimen" del aparato coreano con el mal totalitario soviético responsable de la carnicería de oficiales militares polacos en los bosques de Katyn durante la Segunda Guerra Mundial. “Abatir a un aparato comercial de pasajeros es algo totalmente consistente con un gobierno que asesina a 15.000 oficiales polacos en los bosques de Katyn”, declaraba. “No podemos dejar que el mundo olvide este crimen, y no vamos a hacerlo”.
En resumen, la reacción de Ronald Reagan al derribo de un aparato comercial asiático por parte de los rusos estuvo marcada por la fortaleza, el carácter y el liderazgo.
En cuanto a la reacción de Barack Obama al derribo de un aparato comercial asiático por parte de los rusos, ni siquiera está claro del todo para empezar quién le informó primero. Según unas crónicas, habría sido Vladimir Putin, con quien Obama, como sabemos, ha departido reiteradamente desde el año 2009 y ha intervenido de forma brutal en Ucrania, en el mundo, y por encima de la política exterior norteamericana. Ha dejado a Obama como un idiota, repetidamente.
La reacción inicial de Obama fue tremendamente anti-presidencial, hasta de novato. Reconoció brevemente la tragedia en una intervención realizada en Delaware, antes de abordar un discurso en el que se burlaba y hacía chistes de los Republicanos por no proporcionar la financiación a un aeropuerto nuevo. Ello ha ofendido hasta a los izquierdistas incondicionales, como el periodista de la CNN Piers Morgan. “El Presidente Obama la ha metido hasta el cuello ahora mismo", tuiteaba Morgan. “23 norteamericanos pierden la vida, y él dice ‘parece una tragedia tremenda’ ¿y luego se pone a contar chistes?”
Tras la jocosa intervención de Delaware, Obama no se dirigió a la Sala de Estrategia de la Casa Blanca, sino a Nueva York, nada menos que para asistir a dos actos de recaudación de fondos para Demócratas.
La chapucera respuesta de Obama ha despertado la nostalgia por Ronald Reagan hasta entre uno de sus admiradores más incondicionales, el periodista Chris Matthews. En la MSNBC, Matthews emitió dos fragmentos de Reagan de septiembre de 1983.
El británico Daily Mail ha hecho una labor especialmente buena a la hora de resumir el vergonzoso apaciguamiento de Obama y la decepción que provoca entre sus partidarios.
Está claro, no seré yo el que se cebe con Obama. La presidencia no es fácil. Desde luego no voy a atacar a Obama como atacaba la izquierda a George W. Bush cuando supo de los acontecimientos de Nueva York la mañana de un 11 de septiembre durante un acto público en Florida. Los ataques de la izquierda a Bush estuvieron escandalosamente faltos de caridad.
También sospecho — sé, en realidad — que las intervenciones públicas de Obama serán en adelante progresivamente más fuertes, controlando escrupulosamente a su gabinete político de manera muy parecida al comportamiento de junio de 2009, cuando Obama reaccionó de forma patética a los levantamientos en Irán. Su respuesta fue entonces tan tibia que los Demócratas se escandalizaron. Sus ayudantes le ayudaron a crear una batería mucho mejor de intervenciones posteriores.
Y de hecho, las intervenciones de Obama a la mañana siguiente desde la Casa Blanca el 18 de julio fueron mucho más graves. A mí no me sorprendió. Su gabinete le habrá cogido por banda y le habrá corregido, orientándole hacia una respuesta más presidencial.
Pero no podemos pasar por alto la respuesta inicial — esa reacción endeble mientras las noticias hablaban de dos docenas de estadounidenses muertos por lo menos, además de las muchas vidas rotas adicionales. Claro está que Obama hará correcciones, pero su decepcionante respuesta inicial, la que va a minar la credibilidad de sus respuestas posteriores, dice mucho. ¿En serio necesita que le aleccionen y le enseñen a mostrar el escándalo moral y la indignación idóneas? ¿No son cosas que salen de forma natural?
Esta generación tiene ya su vuelo KAL 007, y también a un presidente cuya respuesta deja todo que desear. La historia no olvida.
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