Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que las líneas telefónicas
dependían de una empresa llamada
TELEFÓNICA
ESPAÑOLA
, después de los años de la autarquía en los que
una llamada entre diferentes localidades, incluso de la misma
provincia, había que solicitarla a la operadora de turno y esperar
horas para poder conectar y hablar con el número solicitado se
llegó a la modernidad de la telefonía móvil, internet y los mensajes
de texto. Durante años las acciones de Telefónica, las llamadas
“matildes” fueron uno de los refugios donde los pequeños
ahorradores españoles refugiaban su pequeño capital, todavía
la Bolsa no sufría los vaivenes del nuevo y agresivo capitalismo
especulativo y, finalmente, siempre era un seguro para la vejez
tener acciones en una de las empresas estatales más rentables.
Pero un buen día llegó a la
Moncloa un Presidente de
Gobierno llamado
Aznar cuya única misión, lo mismo
que la de su esposa,
Ana Botella, y sus hijos y yerno era
especular, ganar dinero y ser unos triunfadores en el mundo del
capitalismo puro y duro. Para ello desde los salones de Moncloa
y desde el Consejo de Ministros había que ir preparado el camino
del dorado retiro de la política, y nada más fácil que ir troceando
y vendiendo a sus mejores amigos y compañeros de pupitre en el
exclusivo colegio del
Pilar las empresas que era patrimonio
de todos los españoles, eso sí, malvendió lo que era de todos en su
propio provecho y el de su familia. Después llegaría la hora de los
agradecimientos.
Una de aquellas empresas era Telefónica Española, hoy
Movistar. Desde el momento de su venta y bajo la dirección
de
Villalonga, que en el Pilar se sentó en el pupitre
vecino al de
Aznar, la empresa comenzó a deshacerse de
personal, con jubilaciones anticipadas cuyos gastos pagamos el
resto de contribuyentes y con subcontrataciones de los trabajos,
entre ellos el de reparación y atención al cliente, a empresas
ajenas a Movistar. Debido a ello cuando necesitábamos algunas
información la o el operador correspondiente nos contestaba
y todavía nos contesta desde tierras lejanas, a veces en un
castellano con dejes latinos que se hace difícil de entender o con
Fátimas marroquíes a las que la empresa las rebautiza
como
Maria, Teresa o Carmen para que
el cliente crea estar hablando con alguien que trabaja, vive, cobra
y paga sus impuestos en España. Pero no es así, en infinidad
de ocasiones se nos contesta, cuando se hace, desde empresas
que están operando fuera de España y esto para mayor gloria y
beneficio de Movistar a quien tan sólo le interesa el beneficio y no el
atender bien a sus clientes ya que para esta empresa nunca hemos
sido ni seremos clientes sino súbditos a los que engañar y explotar.
En estas últimas horas hemos podido comprobar en carne propia
esta indigna manera de actuar de Movistar. Desde el pasado
lunes a primeras horas de la mañana la mayoría de vecinos de
Castellterçol hemos estado sin poder tener conexión
a Internet, han tenido que pasar más de cincuenta horas para
que dicha conexión volviera a funcionar. Mientras tanto los
perjudicados no hemos podido conectar con nadie con cara y ojos
en Movistar, siempre ha sido una máquina la que contestaba a
nuestros requerimientos de información, sin dar ninguna de la que
le pedíamos, y cuando a duras penas y engañando a la máquina
conseguíamos hablar con una persona, generalmente alguien del
departamento comercial, se nos solía contestar con malas maneras
ya que consideraban que no era un tema de su incumbencia.
Durante todas estas horas sin servicio nadie de Movistar se ha
dignado informar de cuánto tiempo estaríamos en esta situación
ni nadie se ha dignado pedir excusas a los afectados. Han sido
dos largos días en los que nosotros no podíamos enviar nuestros
artículos a los medios pero en un pueblo en días de Festa Major
con infinidad de visitantes algunos establecimientos no podían
admitir el pago con tarjeta bancaria al no funcionar el servicio e
infinidad de personas no podían hacer servir el correo electrónico
para comunicarse con quien les viniera en gana, en el bar donde
gestionan la lotería catalana no podían hacerlo por falta de
conexión ni tampoco podían ofrecer a sus clientes el partido de
fútbol televisado al no existir conexión. Y a pesar de todo y de
todas las gestiones y llamadas Movistar siempre ha dado la callada
por respuesta, siempre nos han considerado sus súbditos sin que
aquí sirva el viejo lema de que
“el cliente siempre tiene razón”
.
En Movistar, entre cuyo accionariado seguro que encontramos
nombres conocidos del mundo de las finanzas, la única respuesta
a los problemas es dejar que se pudran porque, al fin y al cabo,
para ellos los clientes, los que cada mes pagamos religiosamente
las cuotas, tan sólo somos un número en su cuenta de resultados y
unos nombres anónimos en su lista de súbditos a los que tan sólo
les queda el derecho al pataleo. Nosotros, dado que precisamos
utilizar diariamente la conexión a internet, cada mes pagamos
nueve euros más en el recibo de Movistar para que si hay una
avería se solucione en el plazo máximo de doce horas. En estos
momentos nadie nos ha dicho cómo nos resarcirá Movistar de estas
horas en las que hemos estado sin servicio por incumplimiento de
contrato por parte de la compañía puntera en telefonía.
Movistar en poco tiempo ha dejado sin servicio durante largo tiempo
a diversas localidades catalanas, hace poco fue
Castellar
de n’hug
quien se quedó a la luna de Valencia en materia
de conexión a internet, en aquella ocasión algún medio de
comunicación como TV3 se hizo eco de la noticia, en esta ocasión
nos ha tocado a los vecinos de Castellterçol pero en esta ocasión, y
a pesar de ser conocedores del hecho, los medios de comunicación
hasta el momento de escribir este artículo tienen la boca cerrada
al respecto, tal vez la publicidad que Movistar pone en los medios
les amordaza a la hora de decir la verdad y es que cada día más
la prensa, una cierta parte de ella, escribe al dictado de ese ente
misterioso que domina nuestras vidas y al que llaman
“los
mercados”
y, seguro, al del mercado más cercano de la
publicidad.Es una norma no dictada del capitalismo.
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