Tras el intento de controlar la nube mediante programas secretos como el citado Programa PRISM, en los próximos años asistiremos al final de la democratización de la información (siguiendo la senda emprendida por los llamados “países totalitarios”, mediante la imposición de leyes que prohíben el uso de determinados términos para continuar con la implementación de filtros en los servidores de los ISP, de lo que sería paradigma el SmartFilter fabricado por la compañía estadounidense Secure Computing. Así, según un estudio de la organización OpenNet (integrada por las universidades de Oxford, Cambridge, Harvard y Toronto), 25 países ejercerían la censura de webs con contenidos políticos o sociales “peligrosos” e impedirían asimismo el acceso a aplicaciones como YouTube o Google Maps aplicando sofisticados métodos de censura gracias a la colaboración de empresas occidentales.
Por otra parte,la necesidad de escapar al control del Big Brother en redes como Yootube, Twitter o Facebook , habría llevado a una minoría a utilizar la red TOR, también conocida como Dark web y creada por defensores del software libre para proteger la identidad de los usuarios. Dicha red habría contado en sus inicios con las bendiciones de los Gobiernos occidentales para permitir el acceso a Internet en “países totalitarios” pero tras los atentados yihadistas de París, la Red TOR estaría siendo monitorizada y filtrada por las agencias de seguridad occidentales lo que habría forzado a los usuarios a utilizar masivamente la aplicación Telegram al estar sus contenidos encriptados pues se pueden formar grupos de hasta 200 contactos y utilizar chats secretos donde el material propagandístico se autodestruye con la consiguiente dificultad de los servicios secretos occidentales para acceder a sus contenidos.
La prohibición de descargar Plague Inc. para IOS en todo el territorio chino sería el penúltimo episodio para imponer una censura total en las informaciones sobre el coronavirus en Internet por parte del Politburó chino. Asimismo, el Gobierno chino habría recurrido a los gigantes tecnológicos en su intento de monitorizar en tiempo real los contagios por coronavirus y según la agencia Reuters, el gigante Alibaba habría lanzado una función que asigna un código QR de color que representaría el estado de salud de los residentes en Hanfzhou. Tras completar un cuestionario, los residentes reciben un código QR basado en colores a través de la aplicación de chat DingTalk administrada por Alibaba y según el color correspondiente, deben adoptar las medidas profilácticas prescritas en dicha aplicación. Ello, aunado con la implementación del cortafuegos en Internet, y el descomunal despliegue de cámaras de vigilancia con inteligencia artificial para el reconocimiento facial de personas incluso con mascarillas (200 millones de cámaras) así como el uso de drones-policía, convertirán a China en el Big Brother que controlará en tiempo real a todos los ciudadanos chinos.
En un nuevo intento para preservar el anonimato de los usuarios en la Red, asistimos a la aparición de las VPN o Red Privada Virtual, herramientas que ocultan la identidad de los usuarios y permiten mantener la comunicación con cualquier país del mundo libre de vigilancia,de lo que sería paradigma el joven bloguero chino Chen Qiushi (actualmente en paradero desconocido) que se encargaba de radiografiar la angustia de Wuhan a través de sus vídeos colgados en Youtube a través de las VPN lo que habría impulsado a países como Rusia o China a imponer normas para el acceso de los usuarios a dichas herramientas. Asimismo, Francia, Gran Bretaña, Indonesia, China y Rusia exigen eliminar los mensajes encriptados en Whatsapp y Telegram, medidas constrictoras que tendrán como efecto colateral la imposibilidad del acceso abierto (Opens Access) a los contenidos de la Red en la próxima década y el retorno a sus orígenes de la Red de Redes, al quedar Internet convertido en herramienta exclusiva de las élites políticas, económicas y militares, lo que de facto constituirá una deriva totalitaria y la implementación del déficit democrático como estigma recurrente de las llamadas democracias formales occidentales o “estilo Westminster”.
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