Septiembre caluroso y caliente que viene a remedar un verano templado, y no me refiero a lo climático. Es ahora cuando las dos grandes formaciones políticas españolas, el PP y el PSOE, que deberían de representar a la clase media que, sin embargo, se aleja de ellas a pasos agigantados y ahí está el chico de la coleta, se la juegan. Con la vista puesta en las próximas elecciones municipales y autonómicas, determinantes de cara a las elecciones generales, prepárense para las promesas electorales. Esas que nadie tiene intención de cumplir.
Anda el PP de Rajoy estos días prometiendo a sus alcaldes, algo más que furiosos porque ven que el batacazo va a ser considerable después de 2 años de Montoro, que cambiará la ley electoral para que gobierne el más votado, que suele ser, en líneas generales, el PP. Algo que el PSOE llevaba también en su programa, pero sin trampas, puesto que proponía una segunda vuelta. ¿Y qué tal elegir en municipios grandes como Madrid, Barcelona o Valencia también a los concejales? Nada de eso habrá, porque la propuesta es poco menos que un gesto de Mariano Rajoy de cara a los suyos. Ya verán cómo saldrá Soraya y nos dirá algo así como “sin consenso no hacemos nada”. Como si gobernar no fuera tomar decisiones. Pero es que de política no saben.
El PSOE, por su parte, sigue metido en su laberinto. Empezó muy bien Pedro Sánchez, que es un tipo centrado y moderado, pero, a tenor de las declaraciones y propuestas veraniegas, parece que su partido, sus bases, están empeñadas en liquidar la histórica formación, que será la próxima que se merendarán los populistas de Podemos. A menos que Sánchez entienda el por qué del giro hacia posturas aperturistas de Valls en Francia (¿se imaginan a un líder del PSOE afirmando “amo las empresas”) o Renzi, que va a bajar impuestos, en Italia. Y además, lo imponga en un partido completamente tomado por grupos mascota radicalizados. El PSOE ha sido el precursor de los círculos.
Podemos, entre tanto, sigue creciendo en las encuestas, que no es lo mismo que en las urnas. No presentarán candidaturas en aquellos lugares en que no dispongan de estructura propia. Saben bien de la llegada de arribistas, oportunistas y trincones al olor del poder, que entienden perfectamente. Mientras, UPyD, cuya líder andaba ya después de las europeas cual alma en pena por el Congreso de los Diputados, consciente de que ha dejado de ser la alternativa, parece abocado a ser engullido por Ciudadanos. Quién se lo iba a decir a Rosa Díez, diez años de desprecios hacia Rivera. Desde aquí se lo advertimos hace ya años. VOX, por su parte, se diluye en guerras internas a causa del gran error de crear un partido de bases. El 20 de septiembre, en una asamblea que se antoja muy convulsa, decidirá su futuro y viabilidad, que pasa, indefectiblemente, por Santiago Abascal. No hay oportunidad para más experimentos. Y aún así, ya veremos.
Septiembre. Hace calor.
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