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Turismo de calidad. No he visto frase más desafortunada. Dícese de aquel turismo que duerme en hoteles caros, come en marisquerías famosas y cena en restaurantes caros. Compra en tiendas exclusivas, pasea por las calles principales mientras reparte dinero a los viandantes. También vuela en business y conduce un SUV que en vez de humo echa aire perfumado de rosas de Turkmenistán.
Los obispos de Tierra Santa saludaban con “alivio” la tregua en Gaza, al tiempo que adviertían que “una paz genuina y duradera solo se logrará mediante una solución justa que aborde las causas profundas de este prolongado conflicto”.
Así como el que está enganchado a las máquinas tragaperras busca excusas para justificar y ocultar su vicio, el que está poseído por la degeneración, para justificarse y ocultarse de sí mismo se convierte en el abogado defensor de sus vicios. Lucha a brazo partido con el fiscal general de su conciencia, pero no puede con ella. Por eso, como no puede con ese hábil acusador, abandona la lucha y se presta a inventar falacias para desfigurar la cara de la verdad.
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