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Un nuevo curso

“Aunque no podemos ir hacia atrás y tener un nuevo comienzo, todos podemos empezar desde ahora y conseguir un nuevo final”
César Valdeolmillos
sábado, 6 de septiembre de 2014, 07:39 h (CET)
Finalizaron las vacaciones y comienza un nuevo curso no solamente escolar, sino para cada uno de nosotros. Un nuevo curso que nos brinda una inédita oportunidad para construir, para renovar, para recrear, para aprender a crecer.

Iniciamos un nuevo recorrido. Una página en blanco para escribir en ella con atención, con esmero y con esperanza los nuevos proyectos que deberían alimentar nuestra vida. Esa vida que minuto a minuto hemos de llenar de contenido, porque de lo contrario, cuanto más vacía, más pesa.

No es concebible nuestra existencia sin el deseo de alcanzar un objetivo, de alimentar un proyecto de vida, una meta que nos proporcione el impulso necesario para vivir y nos acompañe en el sendero por el que hemos hacer el camino. Sin ese propósito nuestra supervivencia sería un día sin luz. Decía Albert Einstein que: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

Ante la pasividad, las esperanzas ceden el puesto a la desilusión, y caer en el pozo de la decepción es elegir el camino fácil, que al final, resulta ser el más difícil. Por difíciles que sean las circunstancias, hemos de poner todo nuestro empeño en que las tinieblas de la indiferencia se desvanezcan frente a nuestras ilusiones, y el silencio del vacío, se turbe con nuestros proyectos.

Con frecuencia la ceguera del conformismo, nos impide ver que la vida es una continua sucesión de oportunidades para seguir adelante. Si fuésemos conscientes de lo pequeñas son nuestras manos para recoger todo lo que la vida nos ofrece cada día, quizá no estaríamos o fuésemos tan ciegos como para no damos cuenta de que la vida, es camino de una sola dirección en el que uno no es posible detenerse ni volver atrás, porque su final nos impulsa a ir siempre hacia adelante. Sin embargo, con frecuencia nos sentimos atenazados por la parálisis al considerarnos incapaces de realizar algo grande, algo memorable, algo que sea reconocido por todos, sin darnos cuenta de que el auténtico goce, solo lo encontraremos en la cosas pequeñas. En la oportunidad de poder amar, de trabajar, de jugar y hasta de mirar a las estrellas. Deberíamos alegrarnos de saber que podríamos mejorar nuestra vida corrigiendo nuestra actitud.

Lo que importa verdaderamente, no es cuan grandes puedan ser los proyectos que hagamos para que lleguen a convertirse en un mágico suceso, más asombroso que todas las fábulas y leyendas de nuestro ingenio, sino los caminos que elegimos para lograrlos.

Vivir, no es dormitar en el letargo ciego carente de ilusiones y proyectos. Es cierto que cuando nacemos somos un proyecto inacabado, que con el transcurso del tiempo se va haciendo a golpe de sus propias decisiones en el ejercicio de su libertad. Por ello hemos de sumergirnos en todo un mundo de nuevos proyectos —no de aquellos que pudieran ser edificados sobre arena y destruidos por el primer soplo de viento— sino de los que habrán de sustentar nuestra vida y en los que habremos de canalizar todas nuestras energías. Proyectos concebidos con ideas claras, que lleguen a convertirse en profundas convicciones; en ideales que nos arrastren y muevan nuestra voluntad. Propuestas que necesiten de una decisión firme y ejecución vigorosa y determinada. Objetivos llevados a cabo con tanta constancia que den una razón a nuestra existencia. Vivir es tener un claro proyecto de vida, realista y comprometido, por el cual seamos capaces de afrontar sacrificios y esfuerzos por los que no nos importe tener que renunciar frecuentemente a satisfacciones inmediatas; por los que no nos importe perseverar con paciencia y tesón en la línea trazada. Observaremos cómo una vez tomada esta resolución, sentimos aumentar nuestras fuerzas y agrandarse nuestro horizonte, porque la verdadera alegría deja traslucir la felicidad de quien siente su vida como un proyecto útil para sí mismo y para los demás.

Pongamos manos a la obra porque nuestro tiempo es limitado. No lo desaprovechemos viviendo la vida de otros. No le demos tiempo al tiempo porque el tiempo no nos dará ni un solo minuto a nosotros.

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