Después del derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, en los cielos de Ucrania, los políticos y los medios de comunicación occidentales al unísono, trataron de obtener los máximos beneficios de la tragedia. Así, el presidente Obama, inmediatamente después de recibir los primeros informes al respecto, pero sin tener ninguna información fiable, culpó de antemano del incidente, a los milicianos del sur-este de Ucrania y al apoyo ruso por estos recibido. Meses antes, la prensa occidental, inflo la histeria anti-rusa, en apoyo al golpe de Estado en Ucrania, permitiendo que los manifestantes de la Plaza Maidán derrocaran al Presidente legítimamente electo V. Yanukovich.
Si Occidente no hubiese patrocinado el cambio de régimen, es poco probable que murieran cientos de personas. Es evidente, que nunca hubiera ocurrido la catástrofe de la aeronave civil y lo más probable, es que los acontecimientos no se hubiesen desarrollado a favor de Moscú y los milicianos, sino en beneficio de Kiev. Sin embargo, como el curso de los hechos fue otro, se hizo imprescindible, encontrar un chivo expiatorio. Prueba de ello, fue la reacción del primer ministro de Ucrania Arseni Yatseniuk, cuando expreso su completa satisfacción, por el hecho de que Estados Unidos y sus aliados, acusaran de inmediato de la catástrofe a Moscú.
En este caso, es conveniente recordar, que justo antes del derribo de la aeronave, las tropas de Kiev incurrieron en pérdidas significativas y que la operación de castigo, se había empantanado El estado de la cuestión, conminaba a Washington a intentar salvar la misma, implementado alguna salida desesperada. Esta situación recuerda los recientes acontecimientos en Siria, donde la Casa Blanca, ante la inminente derrota de los rebeldes, se apoyó en un ataque químico contra la población civil, para de inmediato culpar a Bashar al-Assad del mismo y poner al mundo al borde de la guerra. Un escenario semejante, se configuró previo a la catástrofe aérea, ya que las tropas del gobierno ucraniano, eran detenidas por los mineros de Donbass, prueba de lo cual, la prensa internacional, daba fe, ya que las noticias, como ahora, solo informaban de derrota tras derrota del ejercito de Ucrania. En un contexto como este, desgraciadamente, los hechos permiten trazar una oscura analogía.
Primero, fue la infausta noticia, el 8 de marzo de 2014 de la desaparición como por arte de magia del planeta tierra, del vuelo MH370 de Malaysia Airlines. De forma análoga, cuatro meses después, el 17 de julio de este año, el vuelo MH17 del Boeing 777, también de Malaysia Airlines, es alcanzado ahora por misiles marca Putin, entre las localidades de Krasni Luch, en la región de Lugansk, y Shakhtarsk, en la región de Donetsk. En esta ocasión, de nuevo, se mantiene un silencio de muerte. Las cajas negras, las grabadoras, todo con lo que se dota a los aviones civiles, hoy parecen sumergido en el vacío. Y si tal como se informó, el Ministerio de Transporte británico, descifro en pocos días las cajas negras y analizo los datos extraídos de ellas, ¿por qué entonces no se informó nada al respecto?
No hay información alguna, acerca de las conversaciones que entablaron los controladores aéreos ucranianos y la tripulación del Boeing, al igual que de las conversaciones entre las unidades de defensa antiaérea a lo largo del curso del avión siniestrado. Es evidente, que las grabaciones de las cajas negras permiten determinar si el avión malasio se desvió de su ruta por orden de controladores aéreos ucranianos o a causa de un error de la tripulación. Más aun, el este ucraniano se vigila las 24 horas del día por satélites norteamericanos, a distinta altitud y utilizando diferentes métodos de reconocimiento por lo que, sin duda los mismos pudieron detectar perfectamente el acontecimiento, ya que poseen un avanzado sistema que supervisa los lanzamientos de misiles. Por todo ello, resulta incomprensible que se siga ocultando lo que realmente ocurrió.
Por el contrario, el gobierno ruso, sugirió presentar los datos del control operativo militar, recogidos por la inteligencia de Rusia antes de la catástrofe como parte de la presentación oficial y que en contrapartida, Estados Unidos, presentase públicamente las imágenes captadas por los satélites estadounidenses, que sobrevolaban el este de Ucrania, en el momento del desastre. Como se conoce, tal propuesta fue ignorada por Occidente. Se suma a ello, el hecho de que, numerosos análisis técnicos independientes del caso, sugieren la hipótesis, de que comoquiera que el radio de alcance del arma rusa que se acusó (Buk), fue utilizada es de 45 kilómetros y el Boeing de las líneas aéreas de Malasia fue alcanzado a 52 kilómetros de la zona de responsabilidad rusa; no se descarta que la nave pudo ser derribada por un avión de combate ucraniano, Su-25, el cual está dotado de misiles aire-aire R-60, capaces de derribar objetivos a 12 kilómetros de distancia y de impactar con precisión a 5 kilómetros. Conforme evoluciono el problema, y porque el avión siniestrado, no solo no cayó en territorio ruso, sino que podía ser verosímil, la tesis de que la nave, pudo ser guiada hasta los sensores del misil ucraniano; también fue cambiando el tono de acusación contra Rusia, hasta atribuirle solo la responsabilidad política del siniestro. Es posible que al final, el vuelo MH370 de Malaysia Airlines se lo trague un misterioso un agujero negro.
La historia del vuelo MH17 del Boeing 777 de Malaysia Airlines, según los Estados Unidos, también, debe ser completamente olvidada. Por su parte, los holandeses y británicos, finalmente podrían celebrar una rueda de prensa y decirle al mundo lo previamente redactado (léase: Washington). Sin embargo, se debe contar con el hecho, de que muchos familiares de las víctimas, no solo se sienten confundidos, sino que también públicamente han expresado su indignación, por el magro resultado de las investigaciones.
Lo peor, podría también considerarse lo ocurrido con el vuelo MH17, como algo más prosaico, ello es, una operación de falsa bandera, que salió mal. Por ello, de acuerdo con las reglas de la Casa Blanca, gestora del imperio del caos; esta es una historia que deberá ser olvidada. Sin embargo, la pregunta obligatoria que se impone es: ¿estará la comunidad internacional de acuerdo con ello, o simplemente, el recuerdo del nefasto acontecimiento, ha llegado al punto de extinción por sí solo. Rusia, hasta el final sabe, que la lógica indica que seguirá siendo objeto de una histérica demonización y es consciente de que independientemente de lo que diga, para Occidente sus palabras, no son auténticas. Pero si el dueño finalmente logra controlar lo que holandeses y británicos, terminen expresando respecto a la tragedia aérea, Moscú podría devolver el golpe, informando acerca del escenario real de lo ocurrido y hacérselo llegar todos los pueblos, para que estos arriben a sus propias conclusiones. Por último, la mentira ha sido durante mucho tiempo una carta de presentación de Occidente.
Pasan los años, décadas, cambian las caras, pero se mantiene la misma letra y estilo de trabajo. ¿Cómo se presenta?, ya lo hemos visto con el colapso del Boeing malasio. Mientras que la mayoría y diferentes países de todo el mundo, quieren saber la verdad acerca de la tragedia y descubrir todas sus circunstancias, Washington y sus marionetas cumplen otro cometido, ven su tarea en ocultar la verdad y los nombres de los verdaderos culpables de la desgracia que mató a 298 personas inocentes.
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