Casi al comienzo del otoño, al árbol del Gobierno de Rajoy se le cayó la hoja Gallardón. Se acababan las últimas horas del verano cuando desde el Ministerio de Jus-ticia se convocaba a los medios para una rueda de prensa del ministro. Por la mañana, el Presidente del Gobierno había anunciado la retirada del Proyecto de Ley del Aborto y la situación del titular de Justicia se hacía insostenible.
No obstante, hasta el último momento se especuló con la posibilidad de que la capacidad de Gallardón, curtido en mil batallas, fuera capaz de articular algún artificio para salvar la situación. Pero fue un espejismo, a las cinco y media de la tarde el minis-tro anunció su dimisión y abría una crisis de gobierno.
En sólo tres horas, desde la Presidencia del Gobierno se hizo frente a la contin-gencia: Aceptación de la dimisión (inmediata). Determinación del momento del cese (al publicarse en el BOE). Nombramiento de sucesor (Rafael Catalá). Fecha para la toma de posesión (cuando vuelvan el Rey y el Presidente del Gobierno). Encargo temporal de la cartera (a la Vicepresidenta del Gobierno). E imposición de tiempos, el célebre mar-caje de tiempos que Mariano Rajoy usa siempre, aunque tenga al Jefe del Estado fuera de España y él mismo esté a punto de tomar el avión para ir a China.
A la mañana siguiente ya había llegado el otoño y, con el Rey y el Presidente del Gobierno ausentes, la actividad política estaba en la Sesión de Control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Se habían retirado las preguntas al Ministro de Justicia, pero Izquierda Plural había mantenido una Interpelación Urgente interesándose por “… si el Gobierno descarta definitivamente la presentación de la ley de protección de la vida del concebido y los derechos de la mujer embarazada”.
A la sesión iba a asistir la Vicepresidenta del Gobierno. Y en el Orden del día había redactada una pregunta para ella que tenía un enunciado de interés: ¿Cómo va a afrontar el Gobierno la situación política de Cataluña?
La pregunta la había enunciado el diputado Hernando, portavoz del Grupo Par-lamentario Socialista. Pero, aunque hecha por escrito, no se formuló de palabra, ni se contestó.
El portavoz socialista, comedido y en buen tono, aprovechó el tiempo que le concede el Reglamento de la Cámara (2 minutos y medio) para dar los buenosdías, afirmar que en Cataluña se debe impedir el referéndum, ofrecer apoyos al Gobierno en un momento clave para enfrentarse a problemas de Estado, y para sugerir que se debe aprovechar la ocasión para “hacer más cosas” que evitar el desafío de Artur Mas: Re-formar la Constitución, reconocer la singularidad de algunas regiones españolas e im-pulsar la creación de un Estado Federal.
La Vicepresidenta del Gobierno, en lugar de contestar la pregunta redactada, aunque no ratificada por el portavoz del PSOE, dedicó sus dos minutos y medio a pon-derar la mesura del portavoz Hernando (Pongo en valor su sentido de Estado) y a hacer dos precisiones. Una suave: Reconozco su responsabilidad y le pido que explique cómo hacer lo que dice y cuándo hacerlo. Y otra más contundente: Usted propone la reforma de la Constitución para hacer un Estado Federal. ¿Qué Estado Federal quieren? ¿Asimé-trico? ¿Qué modelo fiscal para ese Estado?
Después de señalar las dudas socialistas, se refirió a otros grupos de la Cámara: “Es importante su propuesta y también las propuestas de los demás. Hay que entrar en el desarrollo y avanzar un poco más. Usted se ha quedado en el enunciado”.
Al terminar, en el ambiente flotaba el convencimiento de que, tras la dimisión de Gallardón, la pregunta había resultado útil. Se extendió el rumor, o noticia, de la exis-tencia de una entrevista entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez el lunes por la tarde e inmediatamente apareció la posibilidad de un pacto que alguien tachó de apaño.
Algo después, el portavoz catalán, de CIU, Duran i Lleida anunciaba compare-cencia para informar de una reunión con Pedro Sánchez, hacer algunas afirmaciones con sabor a cosa sabida y echar su cuarto a espadas: Es bueno el diálogo. Agradezco que alguien entienda el problema político catalán y que haga propuestas para solucionarlo. No se puede hablar de reforma constitucional sin reparar en que con ella no se arregla el problema de Cataluña, en que debe hacerse por consenso, y en que no se puede tratar de “arreglar todo a la vez”.
Tras Durán, en el hemiciclo seguían los acontecimientos. En las interpelaciones urgentes, el socialista Bedera pidió la dimisión del ministro Wert sin conseguir que des-aparecieran el ambiente pactista y la sensación de tongo, Convergencia y Unió se pre-ocupaba de “La política industrial y turística que impulsa el Gobierno” e Izquierda Plu-ral seguía con lo suyo (la postura del Gobierno frente a Ley de la protección de la vida del concebido) reprochando que la Vicepresidenta se hubiera ido y oyendo las defensas y ataques (dialécticos) de la ministra Báñez.
En la calle, con la llegada del otoño empezaban a caer las hojas de los árboles. Nadie, o muy pocos, se acordaban ya de la dimisión reciente (de apenas unas horas) del ya ex ministro Gallardón. La atención se concentraba en otras cosas, de las que se ocu-paba una pregunta importante que se había formulado en la Sesión de Control al Go-bierno, que no se hizo ni se contestó, pero que sirvió de algo.
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