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Holbach

José Manuel López García
viernes, 7 de noviembre de 2014, 23:15 h (CET)
Este filósofo ateo desarrolló fuertes críticas a la religión por considerarla innecesaria. Colaboró con la famosa Enciclopedia de Diderot escribiendo casi 400 artículos de la misma sobre Física y Química, y también la apoyó económicamente. El que fue uno de los principales inspiradores de la Revolución francesa murió poco antes de su comienzo en 1789.

Su libro Historia crítica de Jesucristo se adelanta a su tiempo y plantea un análisis crítico de las narraciones y relatos del creador del cristianismo. Y en su libro más importante El Sistema de la naturaleza elabora una filosofía claramente materialista, con influencia de Condillac y La Mettrie.

La facultad primordial para Holbach es la razón, porque es la que hace posible el verdadero conocimiento, y corrige las ilusiones de los sentidos. En este sentido se muestra como un pensador ilustrado. Este barón considera que es indispensable la superación de la religión, para que triunfen el entendimiento y el conocimiento. Desde la perspectiva actual se comprende que ante las supersticiones existentes en el siglo XVIII, y el clima religioso existente en el siglo de las luces, Holbach juzgara de una forma tan crítica la religión establecida, por sus incoherencias y privilegios injustificados.

Si bien es cierto también que este filósofo ilustrado es un ateo combativo que ataca con excesiva dureza, y sin remordimiento alguno la religión, por considerarla resultado de la ignorancia. No es un ateo tranquilo y sosegado, sino que se expresa apasionadamente afirmando su pensamiento. Escribe Holbach: «Esta fuerza que crees conocer mejor llamándola Dios, no es sino la energía del gran conjunto, cuya esencia es actuar: no es realmente sino la materia que actúa en el tiempo y llena el espacio». Como se puede observar sus planteamiento parecen muy actuales, y concuerdan, de modo general, con las ideas de determinados científicos actuales.

El materialismo de Holbach está estrechamente unido a un sensismo que expresa la esencial significación de las sensaciones y de lo sensorial, en nuestro conocimiento y captación de la realidad. El sentir es algo corporal que está integrado en la materia, y no proviene de un origen espiritual.

En lo relativo al gran valor de la religión para la política Holbach se muestra perspicaz como otros filósofos. Considera que el poder se apoya en el control de las conductas propiciado por la doctrina de la Iglesia. Por tanto, a su juicio, el gobierno político del pueblo ve con satisfacción la existencia de prácticas religiosas, porque convierten a la masa popular, en más dócil a la dirección de la autoridad del estado. De todas formas, a pesar del ateísmo de Holbach es necesario poner de manifiesto que su forma de pensar tiene horror al mal, y desprecio por la inutilidad, algo que indica su aprecio de la moral y del saber. Ya que dice: «Cualquiera sea tu modo de pensar, acuérdate de que no puede autorizarte a ser injusto o cruel». Con lo que deja muy claro la enorme significación de la ética en los comportamientos humanos de todo tipo.

Respecto a la labor de investigación considera que lo más esencial es seguir la guía de la experiencia, como camino efectivo hacia la verdad. Además la acumulación de experiencia es un método de primer orden para el descubrimiento de posibles engaños, falsedades y encubrimientos. Aunque afirme el materialismo Holbach aboga por la moderación en el disfrute de los placeres de la vida. Considera que si trabajamos por el bienestar de los semejantes, también forjamos simultáneamente nuestra propia felicidad.

Su crítica del la «religión orgullosa» está motivada por las interferencias de la misma en la política del siglo XVIII, concretamente apoyando al despotismo. En cualquier caso, la extraordinaria capacidad crítica y su potente sistematicidad en la elaboración de su filosofía le convierten en uno de los filósofos fundamentales, si queremos entender la Ilustración. Su casa parisina desempeñó una función de intercambio de ideas clave, en el ambiente intelectual de esta época, con dos reuniones semanales, y en la misma se fue fraguando el gran impulso que causó la Revolución francesa.

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