Después de un mes de cuarentena y comprobar que esta pandemia es algo mas serio que una gripe común, creo que a pocas personas se les escapa ya que a partir de ahora vamos a conocer otro mundo nuevo.
Llegará un día, más pronto que tarde espero, en el que se termine la cuarentena definitivamente. Y cuando pensamos en ese día inevitablemente nos viene a la memoria la crisis económica del 2008, pero sabemos que en esta ocasión será peor; además de preocuparnos por el dinero ahora también empezaremos a preocuparnos por cada persona que pase a nuestro lado por el riesgo contagiarnos.
Todos seremos sospechosos porque lo cierto es que hasta que no exista una vacuna para el Covid-19 no podremos estar del todo tranquilos. Las personas que se reían de aquellos chinos que usaban mascarillas por la contaminación, son las mismas que ahora están buscando desesperadamente una en las farmacias. Y yo no dejo de preguntarme una cosa: ¿Por qué se siguen haciendo tan mal las cosas, acaso nunca vamos a aprender de los errores?
Los políticos siguen sin ser capaces de unirse incluso cuando más falta hace; les gusta la crispación, viven de ella y lo que es peor, disfrutan porque así se les ve en un Congreso que se ha convertido es una especie de circo romano. El próximo gran debate será la renta vital mínima, y hasta algo tan básico para las personas más desprotegidas servirá de confrontación, entre los que no están de acuerdo y los que sí, pero como Pablo Iglesias, tendrán que salir a justificar que la idea fue suya. Porque al final lo que parece importarles no es el bienestar de los demás sino su ego personal.
Otro mundo nuevo espera, distinto al de Nostradamus y todas las religiones. Aunque seguiremos conviviendo los unos con los otros, los que cumplimos con la cuarentena junto a los que se la saltan cada día, junto a los policías que pasaban junto a esas personas desde su coche y no decían nada.
Probablemente lo mejor de esta pandemia y su cuarentena haya sido que los aplausos a las 20:00h, en homenaje a los sanitarios que luchan en primera fila contra el coronavirus, han servido para unir a diario durante unos minutos en los balcones a personas completamente alejadas de sus ideologías. Pero ningún político parece haberse dado cuenta de ello, una vez la gente deja de aplaudir y todo vuelve a la triste normalidad.
Es curioso, el ser humano. Somos capaces de salir a aplaudir a esos sanitarios por su labor, pero si viven en nuestro edificio también somos capaces de ponerles un cartel en el ascensor para pedirles que se vayan a vivir a un hotel mientras dure la pandemia. Primero les aplaudimos mientras trabajan, y después les hundimos cuando llegan a casa.
Sinceramente, no sé si el mundo nuevo que nos espera será mejor o peor, pero solo espero que puesto a matar como va a seguir haciendo próximamente, le pediría al Covid-19 que empiece a llevarse por delante a todos esos gilipollas de los que últimamente andamos muy sobrados en este país.
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