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Laberínticos

Hemos de cuidar el estilo personal frente al laberinto de mentiras, personalismos, sufrimientos y tragedias
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 17 de abril de 2020, 13:22 h (CET)

Por aquí o por allá, la amplitud del panorama ambiental se nos escapa; estamos limitados de recursos para la captación de señales, y no digamos para la asimilación de cuanto acontece. Actuamos en sectores bien reducidos, minúsculos, entre semejante extensión del conjunto. Por si no tuviéramos bastante, la HETEROGENEIDAD nos caracteriza, tanto en las maneras de mirar, como en la recepción de los objetos contemplados; no sólo por la cantidad de elementos involucrados, se añade el dinamismo permanente instaurado en las relaciones. Tras ese aterrizaje viene la composición de lugar en busca de un acomodo sometido a tensiones inusitadas, pero obligados a intervenciones decisivas.

Hasta no hace mucho tiempo se notaba una cierta placidez en el intercambio de conocimientos. Se ha visto truncada por el acelerón de esas transmisiones, con rapidez se difunde una enorme masa de contenidos informativos polimorfos; alcanzan ubicaciones remotas sin excesivos obstáculos. Enseguida es percibida por cualquier ciudadano la dificultad para un mínimo discernimiento en cuanto a la calidad de los contenidos comunicados, su verosimilitud o distribución sometida a intenciones ocultas. Al tiempo de esa amplia difusión, de una manera subliminal se fue incrementando el grado de desconfianza en torono a los datos publicados. La SOSPECHA toma cuerpo de gigante y nos deja maniatados.

Ya son muchas las laboriosas experiencias diarias acumuladas con los matices propios de cada individuo, vividas a contracorriente de los vendavales circundantes. La simulación de un orden se transforma en tapadera de potentes circuitos subyacentes. Las apariencias caóticas, tampoco son lo que parecen. Desorientados e involucrados en la liosa MARAÑA, las tensiones nos revelan unos ordenamientos sospechosos, porque en sus bases es notoria la incertidumbre. Los paisajes, los obstáculos, los oasis, surgen con un tufo artificioso de pérfidos fundamentos. Las veredas adornadas nos abocan a una serie de trampas, pergeñadas paradójicamente entre la complicidad global.

Algo querrían decir las idas y venidas machadianas, vueltas y revueltas. Seguimos innumerables trochas, deambulamos o recorremos, eso viene a ser ley de vida. Lo podemos extender a las direcciones adoptadas, si avanzamos o retrocedemos. Intensa cuestión esta. No siempre delimitamos la conclusión correcta; avances o retrocesos se muestran esquivos con frecuencia. ¿De qué dependerá la respuesta acertada a estos interrogantes? ¿Qué hay detrás de estas interpretaciones? La persona, y no los otros entes, percibe la carga de su URDIMBRE particular, decide sus orientaciones y las valoraciones de sus progresos, pocas veces es susceptible de controles numéricos; forma parte de la compleja intimidad.

De nada sirve la melancolía de volver atrás envueltos en los lamentos tardíos. Mientras desatendemos las dudas del presente, postergamos oportunidades. Son actitudes entorpecedoras, nos alejan del horizonte, y este nunca es retrospectivo. La inteligencia y la sensibilidad nos impulsan a seguir adelante, deslíando la madeja de las circunstancias; contando con la servidumbre de las limitaciones, sin poder desembarazarnos de los enigmas adyacentes. Somos vulnerables. Aunque contamos con un aliado especial, el esfuerzo, como REVULSIVO provocador de efectos emergentes, laboriosidad, imaginación, apertura de miras, colaboraciones apasionantes; capaces de lograr coherencias gratificantes.

Detectamos peligroso enredos desde la misma manera de expresarnos. Practicamos con credulidad inusitada las variantes del lenguaje, a nadie se le escapa la dificultad de las palabras para comunicar, decimos de manera insuficiente. Aunque también, en el extremo opuesto cabe la captación exagerada de algo jamás pronunciado. Como añadido improcedente, solemos caer en la reducción ceñida a las palabras, orales o escritas; desdeñando sin justificación la pluralidad de los LENGUAJES. Entran en consideración los gestos, actitudes, mostración de imágenes, afectos, silencios elocuentes, o la sucesión primero y acumulación después de los hechos. Influyen decisivamente en las trayectorias emprendidas y en las omitidas.

En el mundo no existen los fenómenos aislados. Cada elemento dispone de infinitas conexiones para ciertos funcionamientos; siempre son dependientes de algún condicionante. Estan incluidos entre ellos, los pensamientos, sensaciones, afectos, desafectos y fantasías. ¿Qué suponen estos enlaces para la identidad personal? Predomina la inestabilidad. En un momento se aprecian amores y paraísos, cambiados a la mínima por odios e infiernos. No son cuentos sin fundamento. La identidad no está contenida en un lote sólido, estable. Más que de laberintos estructurados, hablamos de cuentos; sí, sí, de RELATOS particulares. Sus condiciones nos conducen a la adaptación permanente al recorrido.

Cansados ya de recorrer senderos con el tenebroso final trágico en lontananza, menguados los recursos, sin el hallazgo de una brújula eficaz, en algunas ocasiones damos con el pensamiento esclarecedor. ¡Quién lo iba a decir al cabo del tiempo! Pone en cuestión la investigación por las afueras, apunta a una orientación diferente, hacia los INTERIORES, porque en ese laboratorio mental de las ideas, trajinan los duendes de la memoria, anhelos, imaginación, o las perversas maquinaciones enrevesadas. Sus diseños de los futuros trayectos, bosquejan rutas prefijadas, atajos, grandes rodeos o detenciones; con el riesgoso denominador común de una ausencia, la del retorno corrector.

Para mayor dificultad práctica, la designación convencional de las cosas por parte de la sociedad, tiende a su encumbramiento basado exclusivamente en el número de adheridos, aunque los razonamientos sean escasos. La contraposición entre verdades y mentiras está sometida a deslizamientos un tanto arbitrarios. El forzamiento de las partes discrepantes es evidente. Los simulacros y las ficciones utilitarias ensombrecen el valor de los CÓDIGOS sociales, subyacen los intereses en plena pujanza. La distancia entre los trayectos individuales o colectivos, viene definida, codificada; por la divergencia de las convenciones establecidas con respecto al sentir de las personas involucradas.

El atisbo de locura emerge cuando no está clara la intención en las elucubraciones; tantas actuaciones a favor de un deterioro general, hacen pensar en la enajenación. Asoma la consideración de unos orígenes centrados en desplantes alocados, un presente desnortado y un apresuramiento aturrullado hacia el futuro sin perfilar.

Aquí, ¿Quién habla? ¿Quién decide? ¿Interioridad, idealidad, conciencia? De una vez, ¿Dejaremos las zarandajas aparte para plegarnos a las fuerzas enmascaradas? ¿Permaneceremos resignados en una indolencia anómica? Como observadores simples, sufridores, o gente ilusionada a pesar de los obstáculos, venimos a situarnos en el ámbito del ESTILO personal, ese talante para presentarnos en la comunidad, asumiendo los riesgos, apreciando los matices, con una dignidad coherente.

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