El Dr. Armen Henderson es médico y profesor adjunto en la Carrera de Medicina de la Universidad de Miami. Además de su trabajo clínico, el Dr. Henderson realiza pruebas de detección de Covid-19 a personas en situación de calle, como parte de un grupo de voluntarios. El viernes pasado, Henderson, que es afroestadounidense, estaba en su casa cargando una camioneta con carpas y otros suministros para distribuir a las personas sin hogar, cuando un patrullero de la Policía de Miami se detuvo. El oficial salió del vehículo, acusó a Henderson de arrojar basura a la calle, lo increpó y lo esposó.
El Dr. Henderson llevaba puesta una mascarilla quirúrgica para protegerse del nuevo coronavirus, que se desprendió de su cara durante el encuentro. En una entrevista para Democracy Now!, el doctor expresó: “[El agente] estaba a centímetros de mi cara, gritándome que tenía que tratarlo de ‘sargento’ y de ‘señor’. No tenía mascarilla, no tenía guantes. Sentí cómo caían gotas de su saliva sobre mis labios”.
Henderson continuó el relato: “Mientras estaba parado frente a mí me quedé bastante callado, esperando a que viniera mi esposa. Cuando ella salió, le preguntó al agente por qué me había esposado y le dijo que vivíamos ahí. Y él dijo ‘Bueno, necesito ver alguna identificación. Vaya a buscarla’. Así que ella volvió a entrar a casa a buscar su documento, le mostró que realmente vivíamos ahí y, en ese momento, básicamente me dejó ir”.
La cámara de seguridad de la casa de Henderson registró el intercambio. Incluso sin audio, el video se volvió viral y provocó una indignación generalizada. En menos de 24 horas, el jefe de policía de Miami, Jorge Colina, anunció una investigación interna.
Ante la pregunta de por qué enfoca su trabajo de ayuda en la población sin hogar, el Dr. Henderson respondió: “Tenemos que refugiarnos en donde estemos para lograr el distanciamiento social. Para alguien sin techo, sin refugio, es imposible hacerlo. En una pandemia estas son las personas más vulnerables, a quienes se supone que debemos prestar más atención, porque son personas que duermen en autobuses, en paradas de autobús, en bancos. Cuando se habla de la respuesta de salud pública ante una pandemia, el foco debe estar en quienes más utilizan los espacios públicos… Es difícil lograr que te hagan la prueba de detección si no eres rico”.
La mayor parte del trabajo voluntario de Henderson se realiza en el vecindario históricamente afroestadounidense de Miami, Overtown. Henderson explicó la historia reciente del vecindario: “Era una comunidad negra floreciente, como el Harlem del Sur”. Con el tiempo, Overtown se vio muy afectado por la construcción de la Interestatal 95, que destruyó a la comunidad y la dejó asolada por la pobreza y la adicción a las drogas. A pocos kilómetros de distancia se encuentra una de las zonas más acaudaladas del país, Fisher Island, una isla privada que aloja unas 800 familias, accesible solo por barco o helicóptero. Allí, donde el ingreso anual promedio fue de 2,5 millones de dólares en 2015, todos tienen acceso a una prueba de anticuerpos de Covid-19 de respuesta rápida, que Fisher Island compró al Sistema de Salud de la Universidad de Miami para abastecer a sus residentes.
La disparidad racial y de clase en las muertes por Covid-19 es cada vez más evidente. Las personas de comunidades pobres y de comunidades de color tienen más probabilidades de presentar problemas de salud subyacentes, agravados por un menor acceso a servicios de salud de calidad. El Dr. Henderson explicó: “La esperanza de vida de las personas que viven en Overtown, en comparación con las de Fisher Island, es de 15 años menos. Esto refleja la hipocresía del sistema en general”.
Estas disparidades son incuestionables y de alcance global. La sede estadounidense de la organización humanitaria Oxfam publicó un informe la semana pasada, “Dignidad, no destitución: un ‘plan de rescate económico para todos’ para enfrentar la crisis del coronavirus y reconstruir un mundo más igualitario”. Oxfam estima que la Covid-19, de no controlarse, podría matar a 40 millones de personas en todo el mundo y arrastrar a la pobreza a 600 millones más, dejando a la mitad de los 7.800 millones de habitantes del mundo en estado de pobreza.
Este informe se hizo público al tiempo que el presidente Trump anunció que Estados Unidos iba a retener fondos de la Organización Mundial de la Salud, la agencia de la ONU que lidera la respuesta mundial a la pandemia. El editor en jefe de la prestigiosa revista médica The Lancet calificó la medida como “un crimen contra la humanidad”. En una entrevista para Democracy Now!, Paul O’Brien, de la organización Oxfam, opinó sobre la decisión de Trump: “Se trata de una maniobra de corto plazo para delegar culpas y nombrar chivos expiatorios para distraer a las personas del fracaso del gobierno en el manejo adecuado de este tema. Las consecuencias podrían ser devastadoras”.
Frente a la magnitud de la pandemia abundan los actos individuales de coraje y compasión. Son tiempos de florecimiento de la ayuda mutua, liderados por grupos de base, de inmigrantes y de jóvenes, sindicatos, congregaciones y organizaciones indígenas. Si bien ninguna de estas acciones sustituye a una acción global coordinada y financiada por los gobiernos, están realmente haciendo la diferencia al brindar ayuda fundamental y salvar vidas.
Refiriéndose al agente de policía que lo esposó cuando estaba por salir a hacer pruebas de detección de Covid-19 a las personas sin hogar de Miami, el Dr. Armen Henderson expresó: “Quiero que rinda cuentas y quiero una disculpa”. Sin dejarse intimidar, el Dr. Henderson sigue trabajando en Overtown, donde está implementando una nueva prueba que arrojará resultados en solo 15 minutos, mejor que el tiempo de respuesta de la prueba anterior, que es de cuatro a diez días. Esperemos que su trabajo se desarrolle sin interferencias y que lo único que se vea refrenado sea la calamitosa respuesta de Trump a esta dura pandemia.
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