Cada vez que abríamos nuestra agenda en la otra vida –sí, aquella en la que no había aparecido en ella la maldita pandemia- nos poníamos nerviosos. Cosas que habíamos dejado de hacer, compromisos que nos iba a costar mucho trabajo cumplir, citas a las que alguien iba a faltar, meses llenos de muchas cosas y de poca vida.
Nos podíamos haber ahorrado la compra de la agenda de este año. Y el seguro del coche. Y las cuotas de la piscina. Y tantas cosas. Por otra parte podemos poner en regla tantas cosas que hemos ido dejando para las vacaciones, para la jubilación, para cuando tuviéramos tiempo. Ahora es el momento. Sobre todo para Vivir, vivir con mayúscula.
Nuestra imaginación se dispara. Contamos con medios extraordinarios para dar rienda suelta a la misma. La tele, la tablet, el ordenador, el whatsApp, las tele llamadas. ¿Se imaginan ustedes lo que habría sido nuestra vida si esto hubiera tenido lugar hace unos treinta años? Con los niños pequeños encerrados en un piso de ochenta metros. Con un teléfono fijo que nos permitía hablar con muy poca gente. Con una centralita a la que había que pedir conferencia para hablar con el Rincón, Torremolinos o el Puerto de la Torre. Sin grandes superficies ni servicio a domicilio. Sin pañales desechables ni alimentos preparados. Al final tenemos que agradecer al progreso el haber podido asumir esta situación de una forma “más confortable”.
Los tediosos discursos de cada mañana, cada tarde y cada noche son cada vez menos esclarecedores. Dicen una cosa y la contraria y se quedan tan panchos. Sin embargo, tengo la oportunidad de comprobar como los políticos y los responsables sociales de a pie siguen dando la talla. Se están currando la situación con una entrega encomiable tan solo semejante a la de los sanitarios, los encargados del orden público y los trabajadores de todo tipo que mantienen en pie a nuestro país.
Mi buena noticia de hoy me la transmiten especialmente esas personas que llevan al pie del cañón desde el primer día, sin preocuparse de hacerse autopropaganda. Me refiero a Rafael, Yolanda, Lola, Ruth, Paco, Belén y otros muchos funcionarios, concejales, trabajadores sociales, bancarios, etc., que nos ayudan a sobrellevar nuestras propias cargas y el desempeño de nuestra vocación de voluntarios dedicados a los demás. Su teléfono, su palabra de ánimo y su disposición han paliado, cuando no solucionado nuestros problemas.
Quiero terminar esta buena noticia resaltando el trabajo de una persona a la que no conozco pero admiro. Al Alcalde de Madrid, José Luís Martínez-Almeida, un señor bajito y muy preparado. Brillante universitario y mejor persona (por sus hechos le conoceréis). Un político que habla poco y se remanga mucho. Un alcalde que, como nuestro Paco de la Torre, es una Buena Noticia.
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