Una experiencia que quizás nos ayudará a comprender a naturaleza humana. Es un poco extensa pero merece la pena transcribirla.
En el año 1960 el servicio secreto israelí diseñó el atrevido secuestro de <b>Adolf Eichmann</b>, uno de los cerebros del Holocausto. Después de atraparlo en su escondrijo suramericano se le condujo a Israel para ser juzgado.
Iniciado el proceso, los acusadores llamaron a declarar como testigos a antiguos prisioneros de los campos nazis de exterminio. Uno de ellos fue <b>Yehiel Dimur</b> que milagrosamente consiguió escapar de Auschwitz. Cuando fue llamado a testificar miró fijamente al hombre que se encontraba confinado dentro de una cabina de vidrio a prueba de balas, que había matado personalmente a sus amigos y supervisado la muerte de millones de personas. Cuando se encontraron los ojos de ambos, los de la víctima y los del verdugo, se miraron fijamente. La sala guardó un silencio sepulcral debido a la tensión del momento. Nadie estaba preparado para ver lo que iba a suceder a continuación: <b> Yehiel Dimur</b> se puso a gritar y a llorar. Se desplomó. ¿Fue vencido por el odio…por los terribles recuerdos…por el mal que <b>Eichmann</> había ocasionado? No. Más tarde explicó en una entrevista televisiva la causa de su desplome. Fue al ver que <b>Eichmann</> no era la demoníaca personificación del mal, como esperaba. Más bien era un hombre normal como cualquier otro. En aquel instante <b>Dimur</b> comprendió la aterradora realidad de que el pecado y el mal son la condición humana. “Tuve miedo de mí mismo” dijo “<b>Dimur</b>, “me di cuenta de que yo era capaz de hacer lo mismo que él”
La sorprendente declaración de <b>Dimur</b> impulsó a <b>Mike Vallace</b>, presentador del programa a girar la cámara y, dirigiéndose a la audiencia le hizo la más dolorosa de las preguntas: “¿Cómo fue posible que un hombre pudiese hacer lo que hizo <b>Eichmann</b>? ¿Quizás era una cosa todavía más terrorífica…era un hombre normal?”.
¿Cómo fue posible que Judas, el discípulo de Jesús que por treinta monedas de plata cometiese la traición más horrible de la historia? El texto bíblico nos da la respuesta: “¿No os he elegido a vosotros les dice (Jesús), y uno de vosotros es un diablo?” (Juan 6: 70). Jesús escoge como discípulo suyo a una persona que ya sabía que le traicionaría. La condición moral de Judas únicamente la conocía Jesús. Para los otros. era una persona normal, considerada buena y más si se tiene en cuenta que era un discípulo de Jesús. El clímax de la maldad latente que se escondía en el alma de Judas se hizo evidente “cuando cenaban, como el diablo ya se había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, para que le entregase” (Juan 13: 2). A los ojos de los otros discípulos Judas era una bellísima persona, pero en el fondo era un malvado, hasta que los ojos vieron la buena pieza que era, cuando, la perversidad que se escondía en su corazón le llevó a cometer la Gran Traición.
El corazón del hombre no puede permanecer vacío. Es como un vaso: si está lleno de agua no lo está de aire. Si no hay agua el aire ocupa el espacio vacío. El alma tampoco puede permanecer vacía. Si no la llena Dios lo hace el diablo. Y, el maligno la lleva a convertir en dioses las cosas creadas, convirtiendo el Dios incorruptible en una imagen de hombre corruptible la llamada Semana Santa lo expone a las mil maravillas. La sustitución del Dios eterno por dioses de fabricación humana tiene sus consecuencias: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada para hacer cosas que no convienen, estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad, llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños, malignidades, murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, sin misericordia” (Romanos 1. 28-31).
La pregunta que <b>Mike Vallace</b> a la audiencia: “¿Cómo es posible que un hombre hiciese lo que hizo <b>Eichmann</b>? ¿O quizás era una cosa todavía más terrorífica…era un hombre normal?”, nos debería mover a preguntarnos: Si una persona normal sin Dios como lo era Judas, a pesar de su religiosidad, lo llevó a cometer la Gran Traición, ¿debería extrañarnos que una persona normal como lo era <b>Eichmann</b> cometiese el genocidio que cometió? Si en el corazón de una persona se introduce el diablo la posibilidad de hacer daño no tiene límite.
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