Algo grave está pasando, cuya explicación está muy clara o nunca llegaremos a conocerla con precisión. La desigualdad es cosa natural, pero exacerbarla hasta extremos inauditos es una necedad. Las disputas serán lógicas, pero no los malos tratos, asesinatos de bebes por sus progenitoras, violaciones, ensañamiento hasta la muerte con los discordantes. La identidad basada en la xenofobia, tan actual. La extensión e intensidad de la corrupción. La mentira instalada en la gestión política. Expolios y guerras refrendados por amplios sectores de la sociedad. Respaldan la idea de una fuerte crisis ANTIHUMANITARIA. ¿Existió siempre? ¿Puede ser peor? No se le aprecian ni se avizoran atenuantes bien trabados entre la complicidad general.
Si repasamos las hemerotecas, más tarde recopilamos los recuerdos; qué no se habrá dicho en relación al mal uso de las cualidades humanas en todo el orbe y en España en particular. Antes, durante y después, de las conflagraciones mundiales, proliferaron las REFERENCIAS a los abusos perpetrados con alevosía, a los descuidos culpables de gente capacitada para evitarlos. Enlazan de un modo trágico las banalidades con los horrores. Resulta complicado el deslinde del intento de blanquear actitudes, de las denuncias de las maldades cometidas, o de un mero espectáculo de elucubraciones despegadas del mínimo compromiso, en una notoria postergación del humanismo entre las diferentes fases.
Si uno prescinde de los acotadores tendenciosos de la información, creo que son fáciles de descubrir si lo pretendemos; sin ellos, a nivel nacional o comarcal también hemos estado mal servidos por las abundantes actuaciones perniciosas a lo largo de las centurias. Recordadas las del siglo XIX, añadidas las del siglo XX, las fuerzas del CAINISMO cobran relevancia con el paso del tiempo. No hará falta insistir en demasiados detalles ominosos. Empiezo por los asquerosos cómplices ocultos, por su cobardía e hipocresía; potenciadores de los desmanes. Corrupciones, asesinatos, guerras, violencia o crispaciones, no se tapan con disimulos o mentiras; tampoco por un progreso tecnificado poco dialogante.
Ese “ver con tranquilidad desde tierra”, desde Lucrecio, es contingente; se encuentra permanentemente amenazado de naufragio. Los hechos culturales a través del tiempo giran en torno a esa terca realidad insoslayable. La tensión emerge en busca de una mejor comprensión del acontecimiento personal y colectivo; con dos POLARIDADES evidentes.
Tropezamos aquí con una paradoja crucial. Actuando por separado, estos polos se corrompen el uno al otro. Las diferentes fuerzas conseguidas descarrilan sin una orientación racional adecuada. Las meras disquisiciones, despegadas de la realidad inmediata, se desvanecen. La negación de alguna de estas posturas no es compatible con los rasgos vitales de las personas.
La búsqueda de una cierta estabilidad es natural, añoramos ese contrapeso ante la incertidumbre acechante sin pausas. Establecemos áreas de aparente comodidad, con sistemas políticos, religiones, pautas educativas, distribución de las profesiones, instituciones y comunicaciones. Con el paso del tiempo las convertimos en costumbres acendradas, modeladoras de las variadas actuaciones. Adoptamos una larga serie de HÁBITOS en diversos sectores y así suavizamos las inquietudes. Sin embargo, con mayor frecuencia de lo conveniente entramos en la práctica de rutinas rígidas; pasando de adaptaciones atenuantes a falsas certezas intolerantes; con el dominio injustificado sobre los entes individuales, con abusos de toda laña.
Además de los misterios insondables nunca resueltos ni con visos de hacerlo, la misma evolución del conocimiento agranda la complejidad de la realidad. La física cuántica entre dimensiones desconocidas, el pensamiento, la vida, el tiempo; son muestras fehacientes de dichos interrogantes. Intuyo un desliz agravante sobre dichas consideraciones.
Enfrentadas a los múltiples dilemas, confortados por los logros obtenidos, asumimos una valoración exagerada de los empeños, les damos la seña de RESOLUTIVOS con facilidad, cuando no hemos eliminado aquella sensación menesterosa implícita en nuestra fragilidad. Las resoluciones no pasan de apaños momentáneos abiertos a mejores comprensiones.
Es muy común la falta de comedimiento, ni este ni la prudencia disponen hoy de predicamento. En una huida hacia delante, en su avance veloz, sus practicantes no atienden a otras orientaciones. Si esto ocurre en gente modesta, tiene menores repercusiones; afecta casi exclusivamente a su ámbito reducido. Es más peligroso cuando lo practican personas aupadas a los lideratos sociales, porque afectarán a mayor número de individuos. Ya es antigua la denuncia de Nietzsche en relación con los SUPERHOMBRES, con pies de barro y mentes de iluminados; entroncados con el poder son fieras crueles e insatisfechas. Pese a su superchería, son personajes endiosados, descontrolados e intolerantes, muy visibles hoy.
No están aislados en la cúspide, nada de eso, el entramado organizado los mantiene bien pertrechados en sus poltronas. Están mucho más solitarios entre la muchedumbre los alejados de dichas cumbres. Para el mantenimiento de aquellas regalías usan cualquier recurso disponible, el potencial del dinero, la fuerza, la propaganda, en una ENGAÑIFA bien orquestada. Que si creadores de empleo, silenciando la distorsión ganancial, mínima para el laborante y asombrosa para el jerifalte. Conductores de ¿pueblos? Mensajeros de la divinidad, supuestos investigadores, alardeantes de un sinfín de propiedades equívocas o simplemente inexistentes.
Bien por la comodidad, por la incapacidad, o sea por la alienante pereza, se entiende esa tozudez dedicada a la espera de soluciones venidas de fuera; sin parar mientes en diferentes enfoques para ese asunto. Eso sí, de tal manera, las reclamaciones siempre irán dirigidas a los agentes externos. Aunque de antemano reconozcamos esa desviación improcedente de las responsabilidades, por increíble que pudiera parecer, no sólo nos resignamos ante las imposiciones; no es rara la complicidad necia con ellas, ni tampoco el aplauso generalizado. Es la curiosa experiencia conocida de la espera en la llegada de una FORTUNA desconocida, enfrascados mientras en las penalidades cotidianas.
De las necesidades elementales, fisiológicas, primarias, avanzamos según las capacidades y la disponibilidad de cada cual, hacia los deseos de mayor enjundia, ascendiendo por la PIRÁMIDE de Maslow; nunca satisfechos del todo, siempre con deseos, pero no siempre con aspiraciones. La parte activa solemos postergarla más de la cuenta, en perjuicio del ascenso comentado.
Ahora que se habla tanto de la realización personal, la dialéctica al uso suele deteriorarse por su detención en las apariencias, ni tan siquiera se aprecian acercamientos a la realidad de fondo. La formación, los aprendizajes, sólo se justifican en el desarrollo potencial de cada persona. El VIAJE EXISTENCIAL fascinante se basa en esa disposición. Los destellos en ese sentido serían la mejor noticia.
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