Martes, junio, calor, verano y pájaros; una combinación de luz y vértigo. Vértigo de saber que todo sigue, que las plantas no saben de nosotros, porque ellas viajan a su propio ritmo. Vértigo por el clamor de los árboles que suplican el sitio que ocuparon. Vértigo al saberme de nuevo solo, sin esa imagen que todo un trimestre me ha estado devolviendo el espejo. Arriba suenan golpes otra vez, la nueva normalidad es la vieja conocida de siempre, el vecindario. La calle hace un mes era paz, silencio, y el horizonte parecía verde, del tono que imaginan la esperanza los que todavía creen en ella. Hoy la calle es ruido con fondo gris, el antónimo del fugaz silencio que van a arrebatarnos nuevamente.
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