El célebre poeta visual Chema Madoz expone en el Jardín Botánico de Madrid algunas de sus más insignes obras fotográficas en el marco de la muestra “La Naturaleza de las Cosas”, evento comisariado por Oliva María Rubio. Madoz es un fino artesano de la analógica fotografía y un audaz ingenio creativo cuando de machihembrar naturaleza-artilugio se trata, no en vano el poder creativo de la naturaleza es emparentado por obra de su traviesa imaginación con la materia procesada. Madoz hace costumbrismo con la vanguardia. Obra un costumbrismo con estupor al fondo. Se me antoja nuestro obrador de instantáneas un Duchamp con el esnobismo bien domado; un contemplativo cogitador cuyo estatismo-extatismo progresaría incesantemente en pos de la aprehensión del chispazo que devendrá en un resultado indefectiblemente deleitoso, almibar para la retina del que direccione siquiera un momento su campo visual hacia el visionado de cualesquiera de sus piezas.
Rellena de genialidad Madoz los vacíos por colmar que ofrece, pícara, la naturaleza de las cosas a quien sepa entrever.
Considero que el Real Jardín Botánico es uno de los lugares más felices para incardinar la exposición aquí abordada, que se prorroga hasta fines de agosto ya que el coronavirus nos privó de acudir en su momento, y me parece un lugar adecuado, como digo, el Botánico, porque es una amalgama vegetal inserta en medio del meollo de la urbe. Allí dentro todo aparece en un aparente caos armonizado suponemos que por los especialistas de marras. Tiene algo misterioso y embelesador ese jardín. Es, en definitiva, ese, un ecologismo perturbado y acogedor, como el que nos acostumbra a presentar el bueno de Madoz. Sutil y armonizadamente perturbadas y perturbadoras son las imágenes y esculturas de este artista.
Ya ilustró Madoz algún libro de Gómez de la Serna, quien en su momento hiciera algo similar por la vía escritural. Son, ambos, castizos domadores de Dadá; mostradores de una lógica muy otra que la diametral, tantas veces tan ilógica.
Lo uno en lo otro. Esa dinámica, fundamental en la metáfora, es la que dota, a quien sabe manejarse con determinados mimbres, de un inconmensurable universo creativo-fascinador.
Madoz ve más allá que el común, pero cuando se lanza al vacío lo hace con una cuerda elástica, como quien hace puenting, que lo sitúa asido al mundo en derredor; de este modo nos traslada la emoción de quien ha ido imaginativamente más allá y ha vuelto para dejarnos constancia. Sus obras son fedatarias.
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