No hay pueblo que se precie que no tenga su fiesta patronal. Y un gran número de ellos la celebran en el mes de agosto.
Las apetecibles noches veraniegas junto a las terrazas y las verbenas son el entorno social por excelencia durante este mes. Con una bebida en la mano y bailando al son de la canción del verano, ¿quién no ha socializado con amigos, conocidos y desconocidos?
Pero este año nuestro comportamiento social ha dado un vuelco de ciento ochenta grados e, incluso, no vamos a poder adaptarnos ya que la cancelación de las fiestas patronales se extiende por el territorio español al igual que el coronavirus.
Pocas crónicas de fiestas patronales, yo diría que ninguna, vamos a leer este agosto. Pero si la nostalgia nos invade, podemos retroceder en el tiempo.
Como aquel agosto de 1863 en el que la reina Isabel II autorizó a entrar al público en general a los jardines privados del Real Sitio de San Lorenzo para festejar este patrón con toda la solemnidad que requería. Como se puede leer en la Gaceta de Madrid, ese 10 de agosto, los madrileños y visitantes pudieron disfrutar de «música militar, gran representación del Circo de Price, baile campestre, fuegos artificiales e iluminación à giorno de los jardines».
O podemos deleitarnos con la crónica del 2 de agosto de 1678 publicada en la Gazeta ordinaria de Madrid en la que se narra la Fiesta del Gran Patrón de las Españas, Santiago «con ostentación correspondiente a la causa, y al pueblo, y particularmente a la dichosa conmemoración del nombre de la Reina nuestra Señora, en cuya atención, hubo numeroso concurso de Grandes, Títulos y Ministros, todos con riquísimas joyas y galas. Asistió el Rey N.D (Dios lo guarde) a los Oficios Divinos, alegrando a todos con la buena salud y aventajada disposición en que se halla, y a la noche hubo una famosa Comedia».
Es curioso, o casualidad, que ese año, 1678, también esté relacionado de manera significativa con la peste. Y descubrimos que una semana antes de la festividad citada anteriormente, se anuncia en la Gazeta que vecinos de Argel «fueron obligados a hacer cuarentena en la isla desierta de Santa Pola, a la vista del mismo Puerto de Alicante. Allí los proveyeron de armas para su resguardo, en caso de ser acometidos por los Piratas Moros, y asimismo de instrumento para abrirse cuevas donde abrigarse (por no tener la Isla habitación alguna) además de algunos materiales para Barracas, y de los víveres para su sustento, pues ni una gota de agua dulce se halla en aquel paraje».
Más de tres siglos después, las fiestas patronales y las epidemias vuelven a compartir época. Gracias a Dios que nuestras cuarentenas no son como las de antaño.
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