La pandemia ha hecho que muchas pequeñas y medianas empresas hayan tenido que replantearse no solo el futuro, sino el día a día de sus negocios. Han sido muchas las pymes que han visto peligrar su estabilidad y la continuidad de sus operaciones porque su bajo nivel de digitalización impedía, por un lado, el desempeño normal de su actividad. Y, por otro, la comunicación fluida con sus clientes.
Han sido muchas las organizaciones que no han podido seguir operando, bien por la propia naturaleza de sus negocios, bien porque no han sabido/podido adaptarse a las circunstancias críticas del momento. Se han disminuido -en muchos casos, paralizado por completo- las ventas en algunos sectores como el turístico que tardarán meses en recuperarse. Mientras que otras organizaciones, por el contrario, han visto duplicar e, incluso, triplicar sus demandas. Hablamos de sectores más críticos o coyunturales como alimentación, logística o sanidad.
Sea por exceso en la demanda o por su defecto, lo cierto es que, la experiencia que han vivido estas empresas ha hecho que muchas de ellas se replanteen hasta qué punto necesitan una reconversión tecnológica que impulse, no solo la digitalización del negocio, sino también, el cambio cultural que no acababa de despegar.
Isabel Pomar, CEO de Datisa dice que “Las pymes deben analizar el impacto producido y trabajar para su supervivencia. Todas las empresas deberían de realizar una evaluación de riesgos y planes de contingencia en función de los distintos escenarios. Y deberán dotar a sus estructuras de las herramientas necesarias que les permitan flexibilidad. Es la manera de flexibilizar y agilizar las operaciones, pero también, la forma de garantizar la relación fluida con el cliente, proveedores, partners, etc. Ante tanta incertidumbre lo mejor es estar preparados para poder reaccionar de forma ágil”
Por lo tanto, una vez pasado el shock inicial, hay que ver, analizar y estar muy alertas para saber si nuestro negocio está o no preparado para acometer una nueva ola de esta pandemia o encarar cualquier otro escenario disruptivo similar.
Desde Datisa se apuntan tres claves para identificar donde pueden estar los agujeros negros que pueden llevar a la ruina a cualquier negocio y cómo neutralizar su efecto antes de que sea demasiado tarde: Gestión financiera y, más concretamente, gestionar con eficiencia la liquidez bajo los preceptos de la maximización de la rentabilidad y la minimización de los gastos. Hay que planificar, equilibrar los procesos de cobro y los de pagos y disponer de un flujo de caja saneado que proporcione la solvencia necesaria para reaccionar con rapidez a situaciones adversas. Pero también, que permita aprovechar las posibles oportunidades que se puedan identificar y, siempre, cumplir con las obligaciones financieras para dar continuidad y estabilidad al negocio. Se trata de gestionar, evitando riesgos y garantizando la operativa con garantías y seguridad.
Asegurar las ventas y la rentabilidad de las operaciones, por ejemplo a través del e-commerce, que es algo de lo que también se ha venido hablando mucho en los últimos años. La venta digital, en muchos casos es una necesidad o, mejor dicho, una imposición del propio mercado. Poner al cliente en el centro, escucharle y proporcionarle los canales con los que se quiera relacionar con nosotros será básico. Por lo tanto, la omnicanalidad será una cualidad sobre la que las pymes deberán trabajar sí o sí, si quieren tener garantías para afrontar una segunda oleada con éxito.
Innovación en el más amplio sentido de la expresión. Innovar, crear, diseñar nuevos procesos, nuevas funciones, nuevas soluciones,… con el cliente siempre en el centro. Innovar en el ámbito de la gestión empresarial, desde el prisma de la dirección de personas, etc. teniendo en cuenta la digitalización en el proceso. Innovar es clave para hacer que los negocios avancen, evolucionen, no se estanquen. Ha quedado demostrado que, durante los meses más duros de la pandemia, las empresas que tecnológicamente estaban mejor preparadas y, aquellas que han repensado sus modelos de trabajo, han podido seguir operando con más facilidad que aquellas otras con sistemas más rígidos y/o convencionales.
Todo ello hace que las pymes deban pensar, no tanto en lo que ha pasado o en las consecuencias de la crisis, sino en cómo identificar sus posibles áreas de mejora y sus fortalezas en caso de que se produzca un nuevo parón. Si las pymes cambian el enfoque y en lugar de tratar de explicar qué han hecho mal, ponen el foco en lo que pueden hacer mejor estarán más preparadas para hacer frente a una segunda ola de la pandemia.
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