Son ya muchos los trucos, las improvisaciones, las manipulaciones o los arreglos a los que nos tiene acostumbrados el señor Pedro Sánchez desde que accedió a la presidencia del gobierno español. En consecuencia, ya nadie se llama a engaño cuando se sale con una de estas ideas “innovadoras” seguramente salidas de su mente o de la de este colaborador, el señor Redondo, al que los españoles vamos a tener que recordar durante mucho tiempo como copartícipe de estas políticas aberrantes que, el actual gobierno, está poniendo en práctica para intentar salvar los platos rotos que vienen resultando de la deplorable gestión que se ha venido haciendo de la pandemia del Covid 19 y de su, no menos desastrosa, forma de afrontar lo que amenaza con ser el gran desplome económico de España, como consecuencia del coronavirus y de la incapacidad de nuestras autoridades de enfrentarse a la epidemia inmediatamente que se tuvo conocimiento de su existencia y del peligro que entrañaba.
Dejando aparte, para quienes tengan la función de aplicar la Justicia en nuestro país, a los responsables de todos los errores presuntamente merecedores de una sanción administrativa o de tipo penal que se hayan cometido hasta la fecha; lo que es evidente es que, en la actualidad, se siguen practicando, por quienes nos gobiernan, una serie de improvisaciones, actuaciones y decisiones que dejan en evidencia que, la política actual de nuestro ejecutivo se basa en tratar de esquivar como fuere, las responsabilidades de los rebrotes de la pandemia, mediante el cómodo procedimiento de “endilgar”, vaya por delante el palabro castizo, a las 17 comunidades autónomas de nuestro país, la responsabilidad de encontrar la solución más adecuada para la nueva situación provocada por la reaparición del coronavirus, renunciando a que sea el Estado quien decida la política común que debiera llevarse a cabo para que no se produzca, como en los reinos de taifas, diecisiete soluciones, probablemente distintas para los españoles residentes en cada una de las autonomías de nuestra nación.
Nadie que tenga una mínima noción de política puede dejar de observar, en la conducta de este experto en maquinaciones que favorezcan a sus intereses particulares, que se vienen centrando en mantenerse en el poder cueste lo que cueste, que es el señor Sánchez, puede tragarse la píldora de que, lo que está intentando nuestro presidente, es evitar que sobre él y su gobierno recaiga el estigma de ser los responsables de un fracaso como el que tuvieron en la primera parte de la aparición del virus; algo que el pueblo español, con toda seguridad, no sería capaz de perdonarles.
El juego que se ha estado llevando a cabo no tiene desperdicio desde el punto de vista de un analista que haya querido observar las distintas etapas de todo el proceso. Una primera parte en la que el Gobierno pretendió asumir el protagonismo de la lucha contra la epidemia pensando, sin duda alguna, que las profecías del señor Fernando Simón estaban basadas en sesudos estudios, en la que seguramente pensó que, con facilidad, se podría apuntar en su haber el conseguir doblegar la epidemia antes de que ésta hubiera podido echar raíces en España. No fue así, las comunidades se rebelaron contra el mando único y el Gobierno se vio abocado a tener que apechugar con la deblacle consecuente, debida a su imprevisión e inoperancia.
Ahora le interesaba a Sánchez poner distancia entre Gobierno y aquellos que gestionaban la pandemia. Empezaron por dar datos falsos, trucados, inexactos y decidieron congelar las cifras de fallecimientos en 27.000 para que el crecimiento desorbitado de contagios y muertes debido a loa epidemia no produjera una explosión de miedo en el pueblo, que pusiera en dificultades al gobierno. La solución se encontró pasando la patata caliente a las autonomías, con la perversa intención de dejarles que fueran ellas y no los integrantes del Gobierno Central, las que cargaran con las consecuencias si, como estaba en la mente de todos, el virus no acabaría de erradicarse y, con toda probabilidad, podría repuntar cuando llegaran el otoño y el invierno. Sin embargo, el taimado Covid 19 tenía reservada una sorpresa mayúscula para todos aquellos optimistas que pensaron que, en Verano, se aplacaría la enfermedad como consecuencia del calor y que dejaría un plazo razonable para que, tanto los servicios sanitarios como la economía, especialmente el turismo, tuvieran ocasión de reponerse de los malos resultados de los meses anteriores. No sólo no se aplacó con la llamada vuelta a la “nueva normalidad”, sino que la imprudencia de una parte de la ciudadanía, la ignorancia de quienes auguraron que la epidemia cedería y la realidad de que las medidas adoptadas no han sido suficientes para acabar con una pandemia que, a la vista está, no parece que tenga trazas de disminuir, al menos antes de que se encuentre una vacuna fiable para que se pueda aplicar a todos, antes de que toda la humanidad se vea afectada por semejante peste.
Solución para Sánchez, Redondo y toda la camarilla de quienes viven a costa del Estado, aunque no sean capaces de cumplir con sus obligaciones para con todos los ciudadanos. Ahora que ya consiguieron traspasar a las autonomías el peso de combatir la epidemia, que ha pasado a un segundo término la responsabilidad gubernamental, al menos es lo que ellos quieren hacer creer a los ciudadanos, corresponde hacer un gesto de magnanimidad de modo que, aunque sigue recayendo todo el peso de combatir la epidemia a las 17 comunidades, el Gobierno, generoso, se ofrece a declarar el estado de alarma en cada comunidad que se lo pida. Deberá pedirlo el gobierno de cada una de ellas, que tendrá que hacer saber cuáles son los planes de cada uno para usar el estado de alarma en acabar con el peligro de la epidemia en su comunidad. Esto supone que puede haber 17 estados de alarma meramente permitidos por el Gobierno, en el ejercicio del Artº 116 de la Constitución, delegando la puesta en práctica en cada uno de los gobiernos comunitarios.
La pregunta inmediata que cabe proponer: ¿ es lógico que no exista un criterio unificador que parta del Gobierno de la nación, convenientemente asesorado por las autoridades máximas sanitarias y órganos de la magistratura, para evitar que cada comunidad emprenda por su cuenta una serie de campañas que, evidentemente, no serán todas de la misma eficacia y es posible que, alguna de ellas, pudiera aplicar remedios que fueran contraproducentes y que llevaran a reforzar los rebrotes de la enfermedad? Sin embargo, con esta maniobra, el señor Sánchez y sus mil asesores que, diremos de paso que se calcula que le van a costar al erario público la friolera de 55 millones de euros, en salarios para todos ellos; ha conseguido quedar, con su gobierno, en un segundo plano de modo que, al menos de momento (no sabemos lo que sucederá cuando los efectos económicos de esta doble crisis empiecen a causar mella en el trabajo y en las retribuciones), les deja la responsabilidad (marrón) de estar en primer plano, en el enfrentamiento con el Covid 19, a los gobierno de las respectivas autonomías, que serán los que deberán pensar si les interesa confinar a sus ciudadanos de nuevo en sus domicilios o determinar el grado de libertad que se les puede conceder, para evitar que la epidemia siga haciendo estragos sanitarios y económicos en sus respectivas circunscripciones.
Pero no olvidemos que, el estado de alarma se concede por solo 15 días y mediante decreto del Gobierno pero, en el caso de que en este plazo no se haya solucionado el problema en el tiempo concedido, entonces ya no basta que el Gobierno acceda, sino que ya hace falta tramitarlo en las Cortes y obtener el correspondiente aprobado mediante la pertinente votación. ¿Qué puede pasar si es necesario acudir a esta parte del procedimiento y, en la cámara de representación popular, por los motivos que sean, no se consigue el permiso que se solicita y aquella comunidad que lo ha solicitado se queda sin autorización y sin saber qué camino seguir?
Auguramos un negro horizonte para los meses que tenemos por delante. La llegada del otoño promete una situación que puede ser determinante para el pueblo español. Si sigue, como es de esperar, el coronavirus probablemente va a tener que convivir con la gripe de cada año que, aunque fuera benigna, no sabemos lo que puede suceder si tiene que interactuar con el virus de la pandemia. Y por si fuéramos pocos, ya se han registrado más de 35 casos en Andalucía de esta nueva epidemia que se trasmite por el mosquito del Nilo y que tiene efectos mortales si no se atiende con la diligencia precisa. Y, mientras tanto, toda una serie de incontrolados, idiotas y descerebrados, que siguen presumiendo de no temer el contagio y que no hacen caso de las advertencia que se les hacen desde el ámbito sanitario de la nación y siguen actuando como verdaderos idiotas, sin tomar en cuenta que no es que sólo jueguen con su propia salud, lo que seguramente no nos importaría tanto, sino que ponen en peligro la vida de miles de personas que no tienen ninguna culpa de que haya sicópatas que se rían de las advertencias que se les hacen, creyéndose estar por encima del resto de ciudadanos.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos maravillamos de que las encuestas que van apareciendo, ya no hablamos de la del CIS del señor Tezanos, que es obvio que sigue estando manipulada en favor de los socialistas, sino de otras que siguen dando la ventaja a los socialistas aunque nadie puede poner en duda su fracaso en cuanto a la dirección de la nación española durante el tiempo que hace que están al frente del gobierno. Seguramente va a hacer falta que se produzca la gran catástrofe para que algunos entren en razón y sepan reconocer de quién es la responsabilidad de que España vaya en dirección al abismo. Y una de Baltasar de Gracián: “Es tan difícil decir la verdad como ocultarla”
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