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En contra del maniqueísmo político

José Enrique Centén
viernes, 16 de enero de 2015, 07:58 h (CET)
Práctica común de los partidos políticos y de dictadores sin argumentos, o nosotros o el caos, es lo que habitualmente dicen estos elementos.

Negando la responsabilidad por los males cometidos pretenden hacernos creer que no son producto de su voluntad, sino dominados por mal y la irresponsabilidad del otro.

Un ejemplo claro de esta práctica maniquea es la de nuestro gobierno, personajes creyentes todos ellos, algunos miembros de una secta religiosa o muy cercanos a ella, práctica que choca con su religión pues el maniqueísmo es considerado una herejía al valorar las cosas como buenas o como malas, sin términos medios, es maniqueísmo, definido como: la existencia de dos principios contrarios y eternos que luchan entre sí, el bien y el mal. Donde no somos nosotros quienes pecamos, sino otra naturaleza más tenebrosa que se apodera de nuestras almas. También en contra de la doctrina Maniquea cuando predicaba que los pecadores (corruptos) no podían ser miembros (políticos) de la Iglesia (cargo político), ni los sacramentos (leyes) administrados por los pecadores tienen validez

El maniqueísmo fue considerado herejía y condenado como tal en el Concilio de Nicea del 325, donde también por primera vez se define la divergencia, convirtiéndola en condena de carácter disciplinario por la insumisión a la autoridad religiosa (o gobierno). Así está actuando el gobierno actual con las distintas leyes últimamente aprobadas o en trámite de aprobación, son de cierta ambigüedad interpretativa, propia del maniqueísmo, como:

Será terrorismo cualquier delito que persiga "influir o condicionar de modo ilícito la actuación de cualquier autoridad nacional o extranjera", o "alterar gravemente el funcionamiento de las estructuras básicas políticas" también será considerado terrorismo.

Ejemplos de declaraciones maniqueas pueden ser las del presidente del gobierno:

Los españoles ya no tienen miedo de perder el empleo, (para temer hay que tener).

No tiene sentido prometer lo imposible porque crea frustración. Hace tres años lo prometió él.

Se manifiesta en París por la libertad de expresión, pero en el propio a los medios sean escritos, radiofónicos o televisión, manipulan, presionan o hacen expulsa a directores.

Se manifiesta en París, pero aquí si lo hacemos podemos ser condenados por criterios del bien y el mal de su gobierno y leyes.

Condenan e ingresa en prisión por utilizar una tarjeta de crédito encontrada por importe de 200€ en comida, pero están impunes los que hicieron uso fraudulento en beneficio propio por un montante de 30 M de euros.

Se dan tres semanas para debatir sobre la Hepatitis C, esperan tener sus conclusiones antes de Semana Santa (periodo previo al inicio electoral de las elecciones). Hasta entonces lo que es seguro es el resultado de esta tardanza, 912 fallecimientos.

Cómo no va estar la ciudadanía indignada, duda de todo, y esa indignación les lleva una alternativa política diferente a las actuales, porque la ciudadanía SI PUEDE.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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