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Como en el pimpón

​Resulta amoral por completo y de una golfería extrema, el desconcierto tan brutal a que se está sometiendo a la población y el comportamiento indigno en ello de tanto político suelto y amarrado
José Jesús Conde
martes, 13 de octubre de 2020, 11:31 h (CET)

Así se viene jugando con este pobrecito país y sus resignados ciudadanos desde marzo, por poner un mes, de uno de los años más negros y escabrosos que hayamos tenido en mucho tiempo. Que escribo lo de negro, porque otro color es que no se le puede aplicar a un lienzo que por mucho que se le intente blanquear, el negro mate y sucio es lo que predomina. Y escabroso digo, porque ya está resultando peligroso el cúmulo de despropósitos de todo tipo que estamos padeciendo.

No es de recibo que se esté maleando nuestra salud de esta manera tan vergonzosa, por parte de quienes tienen la ineludible obligación de velar por ella. Y no me refiero, precisamente, a los que entre sangre, sudor y lágrimas, se juegan el tipo a diario en los centros de salud, hospitales, residencias de ancianos (pobrecitos), miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, voluntariado en general y la figura de los farmacéuticos a los que nadie nombra.

Resulta amoral por completo y de una golfería extrema, el desconcierto tan brutal a que se está sometiendo a la población y el comportamiento indigno en ello de tanto político suelto y amarrado. Y es que en el redil del Congreso de los Diputados, que al Senado ni lo nombro, se puede asistir de manera gratuita lo mismo a una comedia que a una tragedia, con el acicalado elenco de actores interpretando los papeles de sus respectivas vidas sin importarles lo más mínimo el goteo incesante de muertos que en las afueras de los leones son la realidad nuestra de cada día.

Al cruce de acusaciones por ver quién confina mejor, podría añadirse un descarado baile de cifras en cuanto se trata de los contagiados y fallecidos que aparecen un día sí y al otro también en las pantallas de televisión con todo lujo de detalles: oficiales tanto y extraoficiales un tanto más. Poblaciones que van de una fase a otra a la manera de una danza macabra. Que ahora el poder de decidir se lo cedo a las distintas autonomías, y más tarde el poder lo ostento yo solamente… El poder, ¿se dan cuenta? Mientras, el olvidado y sufridor habitante de a pie expuesto, cual pelota ligera, a los paletazos de unos y de otros, como en el pimpón.

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Me refiero a esas apreciaciones que nos deslizan hacia la experiencia sublime en los diferentes estratos de la presencia humana. Contienen el duende necesario para abstraernos de las naderías y hacernos fijar la atención con maestría, moviendo hilos indescriptibles. Funcionan con ese algo especial capaz de congregar en el mismo estrado fascinante a la emisión de un mensaje de calidad y la fina sensibilidad del receptor.

Basado en las microexpresiones faciales, sin que digas una sola palabra, está claro que la mirada lleva diferentes firmas emocionales. Las arrugas de expresión transmiten mucho más de lo que imaginas y la mayoría de las veces, quienes conviven contigo suelen decir que te conocen.

La violencia perversa, un fenómeno psicológico que emerge con fuerza en momentos de crisis, se caracteriza por la incapacidad de asumir responsabilidades emocionales o relacionales. Este tipo de violencia no se expresa de manera física, sino a través de la manipulación, el desprecio y la negación de la realidad emocional del otro.

 
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