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Enfermiza realidad

El segundo autor que echa el cierre es un periodista reconocido, calificado como imparcial, gran analista e informador político, objetivo, preciso…
Nieves Fernández
miércoles, 20 de enero de 2021, 11:29 h (CET)

Lo reconozco, faltan ganas para continuar, faltan ganas para casi todo, y faltan ganas hasta para comunicar que se deja todo, y para dejarlo…

De alguna manera sí que vas dejándolo todo: funciones, apegos, comunicados, causas, palabras, circunstancias, etapas vitales…

Y así dejamos hasta el tiempo que le dedicamos a pensar si de verdad lo dejas todo o sigues estando ahí, diciendo que te vas, aunque vuelvas. Y como no le das la suficiente dedicación por cobardía, anuncias, por ejemplo, que te vas sin demasiada determinación, o anuncias que sigues aquí porque te lo debes, al margen de si lo debes a algún perdido lector que por ahí haya.

En las últimas colaboraciones de esta columna solo he podido hablar de lo que nos afecta, la pandemia; imposible expresar otros sentimientos, otros hechos o circunstancias, el estado de bloqueo habla por sí mismo, aunque se llegue a la normalidad, ya imposible.

Y quiero dejar de hablar de esta autora, que está en horas bajas, para hablar de dos ejemplos recientes de creadores que ellos sí, son valientes y deciden tirar la toalla, exponiendo razones, que las tienen ambos, ineludibles y que les honran.

El primer ejemplo es el poeta y profesor Jesús Mora López-Almodóvar. Si lo buscáis en redes sociales, veréis que es tan activo como para volar o nadar siendo tetrapléjico, por esclerosis múltiple, desde hace años. Personalmente, lo conocí en una actividad cultural dedicada a la docencia, me aproveché de su generosidad en varias ocasiones y le he seguido en sus textos del blog “Mensaje y botella”. Anuncia que deja los escritos por “la enfermiza realidad que padecemos”, por la pérdida de movilidad en sus extremidades, por su falta de memoria verbal y presenta en su último texto una vieja carta de ajuste televisiva que recordamos los que ya tenemos unos años. Se va, echa, como tantos, su “Despedida y cierre”. Les remito a su reciente libro de poemas en la Colección Ojo de pez,
“En cuerpo y alma”. Allí iremos porque mientras esperamos que la enfermiza realidad mejore, buscaremos los versos de Jesús para no empeorar nosotros en este sinvivir del año 2021, heredero de lo peor vivido en el 2020.

El segundo autor que echa el cierre es un periodista reconocido, calificado como imparcial, gran analista e informador político, objetivo, preciso…, todo eso le lanzan sus lectores, por supuesto, están también los que andan en desacuerdo, es Iñaki Gabilondo, se marcha de su opinión política y diaria con “empacho y crispación”, puede con él el enconamiento partidista.

Así, que de nuevo por aquí, salvando unas vacaciones terribles y, ante la imposibilidad y la cobardía por el momento de decir basta a la realidad que enferma al género humano, lo digo en todos los sentidos, para que lo entiendan quienes me leen, incluso los que no me leen ni me leerán nunca, pero están ahí. Buen año y por aquí estamos.

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En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
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