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Una pandemia de la que la izquierda saca provecho, ¡Inmoral!

Y mientras tanto, aprovechando la vigencia del estado de alarma y manteniendo a los ciudadanos pendientes de la epidemia que asola nuestro país, ellos, de matute, van colando decretos ley para ir formando o tejiendo, como prefieran, su especial cordón sanitario entorno a la Constitución
Miguel Massanet
lunes, 25 de enero de 2021, 11:14 h (CET)

Puede que no sea correcto ponerme como ejemplo, acaso es que, de alguna manera, siento que en este caso, en mis circunstancias particulares por razón de mi edad, 90 años, puedo sentirme más sensibilizado hacia este desbarajuste gubernamental, presidido por el ministro señor Illa en colaboración con este prodigio de la rectificación y vergüenza de los adivinos, este científico politizado, señor Fernando Simón, un personaje que si alguien en el actual Gobierno tuviera algo de vergüenza ya haría meses que se le hubiera enviado a surfear un tsunami en aguas del Pacífico, lejos de nuestra nación y de los supuestos y nunca conocidos miembros de este comité fantasma que el señor Sánchez mencionaba para justificar sus acciones descoordinadas y erróneas en lo que ha sido la peor gestión de la pandemia del Covid 19 en toda Europa.

Se supone que una persona de mi edad, que ya ha consumido lo que se podría calificar como la parte sustancial de su existencia o, si se prefiere, ya está gastando la gasolina de la reserva del depósito de la vida que, por añadidura, forma parte por derecho propio de esta parte de la ciudadanía que está expuesta, más directamente, a contagiarse del coronavirus aunque, por la gracia del Señor, puede seguir valiéndome por mi mismo y he evitado, con uñas y dientes, que se me planteara la sola posibilidad de recluirme en una de estas “casas de la muerte” en que se han convertido los asilos o “residencias de ancianos”, en los que la pandemia ha entrado a saco llevándose la vida de miles de los pobres internados que han sido las víctimas preferidas de este maldito virus que, pese a las predicciones del señor Simón, que estuvo hablando “de unos pocos casos aislados de poca importancia” y estamos viendo que está asolando España entera; creo que debería haber recibido alguna notificación; algún adelanto en cuanto a la fecha en la que estaba prevista la vacunación o, simplemente, una circular en la que se hablara de aquellos ancianos, no recluidos en casas de acogida, y del momento en el que se los iba a tener en cuenta.

Insisto en que nadie entienda que busque preferencia alguna, porque me considero un privilegiado por haber conseguido esquivar el contagio hasta ahora y tengo la capacidad de saber y poder cuidarme sin que precise la asistencia de nadie, miento, sí la preciso de quien tiene en sus manos el destino de cada uno de los mortales. Pero cuando nos enteramos de que se dice que todos vamos a ser vacunados y luego resulta que no llegan las vacunas suficientes; lo mismo de cuando un eufórico presidente, Pedro Sánchez, en los meses pasados, dijo solemnemente que se había superado la pandemia gracias a los buenos oficios de nuestros gobernantes y, luego, ha sido el mismo Covid 19 y sus nuevas cepas quienes se han encargado de desmentirlo y dejarlo en el más espantoso ridículo, aunque, de todos es sabido, que este personaje es del todo impermeable a cualquier tipo de vergüenza o sentido de lo grotesco o lo chusco porque es inmune a cualquier sentimiento que no esté relacionado con su ego.

Pero, así como no ha dado ocasión a que una comisión de entendidos, especialistas en economía, de independientes suficientemente capacitados y personas de reconocida solvencia en temas de crisis económicas, fueran los encargados de estudiar la situación, grave situación, en la que España y su economía nacional se encuentran, para que fueran ellos los que se encargaran de repartir, según un criterio científico y justo, dando preferencia a aquellos sectores más vitales y que han salido más perjudicados por la crisis del virus; cometiendo la ligereza, o hay quien lo calificaría de cacicada, de atribuirse, el mismo señor Sánchez, la función de repartir lo que recibamos de Bruselas directamente, lo que, nadie lo pone en duda, significará que, salvo que las autoridades comunitarias le pongan freno, el dinero que estaría destinado a poner en marcha nuestra recuperación económica y preservar el empleo, va a ser destinado a favorecer a quienes son los socios que están sosteniendo a este gobierno desde el Parlamento de la nación. Así pues, en el caso de cómo se distribuyen las vacunas y de la preferencia con la que deben aplicarse, es esencial determinar quienes deberían ser los primeros que deberían recibirlas y atenerse de forma rígida a las preferencias vigilando que no se cometan anomalías, trucos o martingalas en un tema tan importante y del que depende que tanta vidas puedan ser salvadas o por el contrario, por dejadez y falta de unos criterios claros y eficaces, por cuestiones de pequeñas venganzas políticas o por razones de tipo electoral, se prime de forma solapada a quienes se desee premiar o a quienes se pretenda comprar, para asegurarse, mediante semejante canallada que se los mantenga en el poder.

El que militares del JEMAD se hayan adelantado en vacunarse con anterioridad a que reciban sus dosis los militares de la UME que están directamente enfrentados, en su lucha contra la pandemia del coronavirus, a los peligros del contagio, nos parece algo intolerable, aunque probablemente ellos no son del todo culpables. Pero lo que sí indica es que la logística, la vigilancia, la gestión y la dirección que debiera haberla asumido directamente el Gobierno, a través de las facultades otorgadas por el estado de Alarma ( que es a quien se las otorga, no para que las vaya delegando a cada autonomía) lo que hubiera evitado que, como aquello de que “cada maestrillo tiene su librillo” cada una de las 17 autonomía que tenemos en España haya hecho de su capa un sayo y haya intentando hacer lo mejor, según su particular criterio, lo que, evidentemente, no quiere decir que hayan acertado en lo que hubiera sido lo mejor para todos. Pero, como siempre, nos volvemos a encontrar con un Gobierno de la nación que, por delante de todo, quiere evitar que se le puedan atribuir los fracasos y, para ello, delega a los distintos gobiernos autonómicos el que tomen las decisiones que les parezca, salvo, y vean ustedes las contradicciones de tipo totalitario en las que incurren quienes nos gobiernan, cuando a alguna de las autonomías en las que gobiernan partidos que no pertenezcan al grupo que apoya al gobierno filo-comunista, se le ocurre una idea como, por ejemplo, adelantar la hora de la cuarentena o atrasarla, en su caso. En esta tesitura, inmediatamente el departamento correspondiente del Ejecutivo pone en marcha a la Justicia por estimar que la autonomía de la que se trata no tiene competencia para poder hacerlo.

Aunque resulte odioso el tener que pensarlo, aunque cuesta imaginar que algún gobierno sea capaz de una manipulación semejante, o que existan personas con tragaderas para cometer este tipo de felonías, tenemos la impresión, y los hechos lo van confirmando, de que este gobierno de socialistas y comunistas se encuentra, en cierta forma, cómodo manejando esta pandemia. Es cierto que están quemando a personajes como Illa o el mismo Fernando Simón, pero al delegar la parte desagradable en las autonomías, el Gobierno ha logrado un cierto desahogo y de ello se ocupa la propaganda que se viene haciendo en los medios de comunicación adictos a la izquierda, que insisten, una y otra vez, en cargar las tintas en lo que para ellos, al menos es lo que les interesa, consideran “graves errores” de la comunidad Madrileña (gobernada por el PP) y dejan sin resaltar la grave situación que existe en Cataluña, donde el número de contagiados es uno de los más importantes de toda España.

Y mientras tanto, aprovechando la vigencia del estado de alarma y manteniendo a los ciudadanos pendientes de la epidemia que asola nuestro país, ellos, de matute, van colando decretos ley para ir formando o tejiendo, como prefieran, su especial cordón sanitario entorno a la Constitución, de modo que, aparentemente, sin que ello se enfrente de una forma directa con nuestra Carta Magna, ellos van vaciándola de contenido de modo que, cuando nos queramos dar cuenta, estaremos completamente en sus manos, a medida que nuestros derechos como ciudadanos vayan despareciendo, de decreto en decreto, en las misteriosas profundidades de los sucesivos BOE que, para el vulgo, son algo inaccesible y fuera de su control.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos van colando, ante una ciudadanía embobada por las propagandas en contra del capitalismo; los placebos en forma de grandes promesas de mejoras sociales que, naturalmente, pronto se van a dar cuenta los que han creído en ellas, de que son imposibles de cumplir a causa de tener un coste privativo; las campañas comunistas dirigidas a abolir la propiedad privada e ir introduciendo cambios que limiten el ejercicio del ciudadano sobre aquellos bienes que siempre ha considerado como un bien exclusivo del que disponer libremente. La campaña en contra de la libertad de los jueces es una de las que peores consecuencias puede suponer para la vigencia de un verdadero Estado de derecho pero, si Europa no toma cartas en el asunto, lo mismo que respeto a las sucesivas limitaciones del derecho a la propiedad, no cabe duda de que, en un corto plazo, pronto vamos a tener un cambio de régimen político en nuestra nación y, cuando esto suceda, ya podemos despedirnos de nuestra vida como ciudadanos de una nación libre. Y una frase de don José Mª Pemán que viene a cuento con lo que nos depara el futuro en esta España ingresada en la UCI: “¡Conviene sentir también la amargura del fracaso!

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