El impacto político de la derrota de Estado Islámico en Kobani ha excedido a su valor estratégico. Merced al renovado interés que ha despertado el durísimo asedio yihadista a esta ciudad, el mundo ha sido testigo del triunfo moral de una población, la kurda, que ha visto reforzada su identidad comunitaria como ningún otro líder kurdo lo había conseguido hasta ahora, no solo por su victoria bélica, sino por la exitosa introducción de un revolucionario sistema democrático en pleno conflicto.
Los 133 días de asedio en Kobani han vuelto a centrar la atención internacional en la guerra de Siria por varios motivos: al tratarse del escenario principal de la intervención internacional contra Estado Islámico, ha refocalizado la atención mundial en la guerra de Siria por su especial interés humano y ha vuelto a poner de manifiesto la problemática situación internacional de los kurdos, en especial su tensa relación con Turquía. Sin ir más lejos, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha sido el otro gran derrotado de este conflicto al fracasar en su intento de aislar a los kurdos por temor a un auge de los separatistas.
Además, ha constituido la primera derrota de envergadura de Estado Islámico. Dista mucho de ser definitiva --su capacidad ofensiva sigue intacta tras la retirada--, pero el aura de invencibilidad exhibida desde el inicio de su campaña en el norte de Irak ha quedado despedazada y el impacto de su propaganda, severamente disminuido. Además, el potencial ofensivo desplegado por la "infantería" kurda --desde las unidades locales de Kobani hasta los peshmerga iraquíes-- ratifica la estrategia a seguir contra EI en Siria e Irak: de nada sirve el apoyo aéreo sin una fuerza capaz sobre el terreno.
LA VICTORIA MÁS IMPORTANTE
"De todos nuestros levantamientos, Kobani se ha convertido en nuestra más grandiosa victoria", declaró a Reuters el joven kurdo Serxwebun, herido en los combates, resaltando la inmensa importancia simbólica de Kobani, ciudad que arrebataron al Ejército sirio en 2012 durante la Rojava, la llamada Revolución Occidental y el término que aglutina a las zonas de Siria bajo control kurdo, donde viven cuatro millones de personas.
Desde entonces, los gobiernos locales han impuesto una legislación absolutamente revolucionaria en Siria por su aperturismo democrático y por espíritu igualitario. El llamado Decreto Común de noviembre de 2014 castiga la poligamia, otorga a las mujeres pleno derecho de herencia y les concede la potestad de rechazar el matrimonio sin su consentimiento. También establece una edad mínima para casarse y admite en sus cargos de Gobierno a cualquier tipo de etnia.
El experto kurdo de la Universidad de Sussex, Karman Matin, describe el modelo de Rojava como "único en la región" al conceder una importancia esencial a la participación desde las bases y al papel de la mujer en la sociedad-. "Si bien no quieren adoptar un feminismo occidental, lo que tampoco quieren es que se repita la experiencia que atravesaron las mujeres argelinas durante la guerra de la independencia, o las mujeres iraníes durante la revolución del 79", explicó en declaraciones recogidas por el 'Huffington Post'.
La adopción de este modelo político ha tenido un importante coste, al tratarse de un desafío directo contra los preceptos yihadistas. Con su asedio a Kobani, Estado Islámico no solo ha intentado conquistar con un importante punto estratégico en la frontera con Turquía; ha intentado exterminar un modelo de pensamiento que, a cambio, ha granjeado a los kurdos un importante apoyo en la población de Turquía, su principal conexión con Occidente, cada vez más desesperanzada por el giro autocrático exhibido por su presidente, Recep Tayyip Erdogan.
ERDOGAN, ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
El temor de Erdogan al separatismo kurdo se manifestó en la fallida estrategia que ha desarrollado en Kobani: no solo se negó a abrir la frontera para permitir la entrada de combatientes kurdos en la ciudad, sino que exigió a Estados Unidos la declaración de "una zona de seguridad" en la frontera. En octubre del año pasado, Erdogan llegó a dar la ciudad por "perdida".
Los kurdos reaccionaron airados a estos comentarios. Kobani, fundada en 1912 como una mera estación de paso en la vía férrea de Konya (Turquía) a Bagdad (Irak), protegió a refugiados armenios que escapaban de las fuerzas del Imperio Otomano en 1915. Desde entonces, turcomanos, árabes y armenios han convivido allí con la mayoría kurda, y antes de la irrupción de Estado Islámico, se había convertido en santuario para decenas de miles de personas que huían de los combates en Siria.
En respuesta, los kurdos del este y el sureste de Turquía salieron a la calle para solicitar al presidente acción inmediata para salvar la ciudad. Ante las inesperadas noticias de que estas protestas se estaban extendiendo a Ankara y Estambul, las fuerzas de seguridad turcas decidieron atajarlas sin miramientos con el resultado de una docena de muertos, entre ellos el abogado pro Derechos Humanos Tamer Dogan, y varias decenas de heridos.
A pesar del duro golpe mediático recibido, Erdogan sigue contando con el apoyo de Estados Unidos contra el separatismo kurdo. Washington mantiene a su organización más significativa, al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, en su lista de organizaciones terroristas, y cree que cualquier modelo autonómico kurdo terminará debilitando a la oposición siria al presidente Al Assad.
VIOLENCIA Y RECONSTRUCCIÓN
El 80 por ciento de Kobani está destruida. El número de muertos civiles desde el inicio de los bombardeos internacionales es difícil de precisar, pero podría haber rebasado el centenar, algunos de ellos durante los bombardeos de apoyo. Dado que la mayor parte de los civiles había abandonado la ciudad, las cifras de combatientes fallecidos son más altas: unos 2.000 combatientes de Estado Islámico y un millar de efectivos de las kurdas Unidades de Protección Popular. En total, más de 200.000 personas han escapado del lugar.
Conforme se aproximaban los últimos días del conflicto, los combatientes kurdos fueron testigos de la completa desorganización de Estado Islámico. En el momento en que los peshmerga cortaron la ruta de suministros de EI desde Raqqa (este de Siria) al hacerse con la colina de Mishtenur, el 14 de noviembre, los yihadistas abandonaron la estrategia militar organizada para degenerar en una breve campaña de infructuosos atentados suicidas.
"He visto a seis de ellos lanzarse con explosivos a una barricada. En una guerra no es muy inteligente hacerte estallar frente a un puesto fortificado. Era bastante curioso de ver, la verdad", confesó un miliciano kurdo a Reuters.
Ahora, entre las ruinas, Anwar Muslim, jefe de la provincia de Kobani, espera a que los equipos de ingenieros terminen con el proceso de desminado antes de volver a dar orden de retorno a los residentes. "Hemos formado una junta para comenzar a esbozar las líneas maestras del plan de reconstrucción", explicó Muslim. "Huelga decir que cualquier organización de caridad que se preste a ayudar, será bienvenida", ha añadido.
En declaraciones a Bas News, Muslim no puede esconder su orgullo por los combatientes y su tristeza por la devastación. "Esta ciudad ha defendido a la humanidad contra la organización terrorista más cruel del mundo", asegura.
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