El pasado agosto falleció una persona sin techo que vivía en una chabola por la ola de calor. Ahora una de frio se lleva por delante a tres con nombre: Santiago murió en un cajero; Julio cayó en El Cabanyal, asistido por otro desfavorecido que días después fue apaleado; y después ha llegado Miguel Ángel, que lo ha hecho en la mismísima avenida de Blasco Ibáñez.
Vivian en otra dimensión porque son invisibles para el común de los ciudadanos y no digamos de los responsables de mirar por el bien de la ciudadanía. Muchas de estas personas tienen una diversidad mental por la que son discriminados, ya que no se atiende ni a sus familias ni a ellos mismos. Serian visibles si hubieran tenido apoyos educativos, pero el sistema de enseñanza en tierra de Quijotes nunca ha sido inclusivo. Aquí la cuestión de la enseñanza de los diferentes siempre se ha llevado por lo de la “integración” y dado que para integrar primero hay que excluir... Todo lo que se respete la inclusión supone un ahorro para el contribuyente. Aunque hay que reconocer que hay mucha gente que vive de los cascaos y marginados; y, como dice Pepe, “viven muy bien”.
Quienes viven en esa otra dimensión no son un colectivo homogéneo. Unos han llegado por adicciones, otros por una enfermedad mental alimentada por la falta de trabajo y la desesperación, otros por no tener “papeles” y personas con discapacidades intelectuales que no han recibido apoyos y se encuentran en total desamparo.
Lo jodido es que los de dimensión paralela tienen nombre; Julio, “trabajaba” en la Plaza Xuquer aparcando coches e iba a “Calor i café” una asociación con sede en la calle La Barraca, en el Cabanyal, una ONG que presta apoyos a personas marginadas. Creo que una ONG de ese tipo no podía establecerse en otro lugar que en mi barrio, en el barrio de Pepica “La Pilona”, Manolo, Brillantina y hermanos.
Recuerdo el día en que entró uno de los hermanos de Brillantina en el taller de “Luz Verde”, la primera cooperativa de cascaos que se creó en el País de las Maravillas. A ese sueño le dio vida “Papá Pitufo” (Isidro Llopis) junto a una partida de cascaos. Hicieron peluches. “Sus bienes se reducen a un local proporcionado por Cáritas, a través de una pequeña subvención. Varias sillas pertenecientes a una faIIa, que ya no las utilizaba; una gran mesa hecha con dos puertas, y dos máquinas de coser; una de ellas aun no funciona” (LEVANTE 8-8-1984). El servicio de transporte se hacía con su vehículo; y en un 4 latas se metían 8 cascaos: dos sillas de ruedas y seis muletas. Fue el ancestro del famoso “tetris”. A aquella cooperativa, en la que las cooperativistas liaban la comida con las ollas y sartenes que se traían de casa y llenaban con la compra diaria en el barrio, acabaron acudiendo seres de otra dimensión a la hora de comer porque “Papa Pitufo” ayudaba a quien veía en desventaja social, y contagió a los pitufocascaos.
Como decía, entró “el morico” despavorido y se dirigió al corral, detrás dos policías en su persecución; por lo visto había visto a los policías y había salido huyendo, Isidro terció con los policías para ver qué pasaba y dar fe de la bondad del fugitivo, que en ese momento se había refugiado en el retrete que estaba en el corral. Un policía alcanzó a ver como tiraba al inodoro un pequeño paquete de plata y le dijo a Isidro, mientras sacaba el paquetito, “lo ve”. Aquel envoltorio de plata contenía primorosamente liadas cuatro galletas maría. El morico era un traficante de “Maria”….. fontaneda. No se ha conocido una incautación de droga como esa.
La cosa se tranquilizó e Isidro les dio todas las explicaciones habidas y por haber sobre el taller, “el morico”, la gente que acudía al olor del rancho…. Según me contaron, los policías se le escaparon vivos a Isidro, si le hubieran dado dos minutos más los convence para aportar algo.
Quien tiene vista normal no ve a los que conviven en una dimensión paralela, eso o son ciegos; y no hay más ciego que el que no quiere ver. Quizá deberíamos ponernos gotas en los ojos, como en aquella película que el protagonista se aplica un tratamiento para ver a través de la ropa, primero la ve desnuda y luego ve el esqueleto.
Hace poco un coche le pisaba un pie a un “aparcacoches” en el Mercadona de mi barrio, pues a los pocos días aparcaba coches con el pie liado con vendas y cojeando como un taburete. No se cogió la baja,… como es autónomo. Él dice que trabaja en Bankia, pero lo cierto es que duerme en el cajero. Otros tienen enfermedades graves y degenerativas, están en tratamiento y no pueden procurárselo porque con pensiones de 366,90 no pueden procurarse: techo, comida y medicinas. La ropa afortunadamente es relativamente fácil de conseguir, aunque lo de asearse lo tienen en globo, al menos hasta que en las playas funcionen las duchas y Lavapiés.
Sí, ya sé que hay muchas personas con niños a las que se saca de sus casas y sus padres no tienen para sacarlos adelante. Pero esas personas tienen la fuerza que dan los hijos; “madrefieras” que se lo quitan de la boca para darlo a sus hijos, que si los ven pasando frio revientan la puerta de un piso deshabitado, de una “culá”. En cambió los que vemos en la calle, si nos fijamos, son lobos solitarios que desconfían de los humanos; tienen miedo de tirar una puerta abajo por si se meten en algún lio. Buena parte de ellos tienen una discapacidad reconocida, mayoritariamente de tipo mental, no son agresivos y según mi amigo Marcial tendrían sitio en el ejercito, como comandos de operaciones especiales, porque son supervivientes natos, viven infiltrados detrás de las líneas (en otra dimensión), son invisibles para el enemigo y algunos llevan, incluso, la cara pintada como la llevó él antes de pertenecer al Benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados por la Patria.
Otra cara de la desventaja social producida por la exclusión de las personas discriminadas por su diversidad funcional (discapacidad) la constituyen los penados que pueblan las en cárceles; han llegado ahí porque no se ha procurado su inclusión desde la infancia. Hay que poner los medios y el interés humano para que nadie se quede en otra dimensión. Y a ese respecto me indignaba el otro día leyendo que una orientadora decía que no podía enviar a un cascao a un centro ordinario porque no había recursos en ellos y el personal no estaba preparado. A cuadros me quedé; lo que un orientador debe de hacer es decir que recursos precisa ese alumno para estar en el centro ordinario. No puede decir que lo deriva a un centro segregado porque es allí donde la administración ha puesto los recursos y la realidad es la que es. En estos casos los lanzan a una dimensión paralela que les llevará a depender de la familia y la divina providencia, antes de penar en una residencia y ser enterrado en un “camposanto especial”.
Como dice mi amigo Pepe: “Maldigo el día en que el INI privatizó la electricidad”. La pobreza energética se lleva por delante a más gente en casa que la que fallece en la calle. Quienes están en la calle se hacen a la climatología y pueden moverse para entrar en calor e ir a locales climatizados. Un gran centro comercial es un buen sitio para pasar los días de frio o calor extremos, pero no pueden acudir porque dejarían solas sus pertenencias y pese a ser pocas no pueden cargar con ellas o no pueden entrar con su perro, cosa que también ocurre en los albergues. Mientras cientos de ancianos se ahogan de calor o frio, según la estación, y ponen su vida en peligro por el peso de mantas y estufas o braseros defectuosos.
No sé porqué pero tengo el presentimiento que la actual expulsión de cascaos de centros asistenciales, motivada por el hecho de que “no es viable” mantener un sistema de protección social e imposible que los cascaos lo mantengan a tasazos, va a verse reflejada en un incremento en las calles de la presencia de personas discriminadas por su diversidad funcional intelectual, que a corto plazo va a salir social y presupuestariamente muy cara.
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