La hemeroteca, en ocasiones, ayuda a seguir la trayectoria de determinados personajes o entidades que han venido influyendo a través de los tiempos, predisponiendo el pensamiento de muchas personas, generaciones de ellas, que se han dejado guiar por aquellas ideas y proposiciones políticas que desde un medio de información, desde una plataforma de formación de la opinión pública, que pretenden presentarse como bien informados y que dispone de periodistas de renombre, analistas bregados, oradores de prestigio de los que se supone que van a proporcionar una información constatada y procedente de fuentes solventes y verídicas; especialistas en el manejo de masas que han ido formando opiniones, creando adeptos, generando acólitos y fijando tendencias en el sentido en el que, la dirección del medio, le ha interesado que se fuera orientado a la audiencia o los lectores del medio en cuestión. Ninguno de estos medios de comunicación van a reconocer que, abusando de su indudable influencia en sus lectores, lo que están intentando es arrastrar hacia una determinada ideología a sus lectores pero, la mayoría de estas empresas de comunicación, por no decir casi todas, están a las órdenes de determinados grupos de influencia que son quienes los financian, les dictan consignas, les proporcionan los medios y, llegado el caso, les apoyan ante los poderes fácticos del Estado, cuando no es el Estado mismo quien los utiliza.
Y, precisamente, en estos días en los que el rotativo La Vanguardia ha lanzado al viento toda la parafernalia propagandística anunciando su 140 aniversario, presentándose como un ejemplo de prensa creíble, con autoridad informativa, con pretensiones de marcar opinión y presumiendo de sus colaboradores, creo que es oportuno intentar apaciguar tanto euforia, rebajar la adrenalina de autosuficiencia, poner en su justo límite tanta demagogia y aspavientos para situar al medio de los señores Godó, perdón del conde de Godó, en el verdadero lugar que le corresponde, como uno de los pilares del catalanismo burgués de Cataluña y significar sus continuos vaivenes que, a través de la historia política del país, han ido marcando su política editorial, según fuera el sentido de las ideas de cada uno de los gobiernos que, a través del tiempo, se han ido sucediendo en la nación española. Obra en mi poder un facsímil del primer ejemplar de La Vanguardia fechado el martes 1º de febrero de 1881 Nº 1. Curiosamente en su encabezado figura como “diario político de avisos y noticias”, presentándose seguidamente como: “Órgano del Partido Constitucional de la Provincia”. En 1878 el grupo de viejos unionistas dirigido por Manuel Alonso Martínez abandona el Partido Liberal-Conservador y regresa a las filas del Partido Constitucional de Sagasta, que había abandonado en 1875. El 9 de marzo de 1880, el general Arsenio Martínez Campos, se pasa con sus seguidores al Partido Constitucional. A raíz de estas incorporaciones, el Partido Constitucional pasó a denominarse Partido Liberal-Fusionista. En enero de 1881 Sagasta, fortalecido su partido, reclama al rey Alfonso XII que cese a los conservadores y llame al gobierno a los liberal-fusionistas. En enero de 1881 Sagasta, fortalecido su partido, reclama al rey Alfonso XII que cese a los conservadores y llame al gobierno a los liberal-fusionistas. La Vanguardia, oportunamente, se creó con un formato primitivo al albur de estos acontecimientos.
No es que lo digamos nosotros sino que es el propio actual conde de Godó, en la separata que acompaña el ejemplar de La Vanguardia del domingo 31 de enero, en su página 3 donde Javier Godó dice lo siguiente:”Cuento esta conversación para que el lector entienda cómo los diarios han tenido que ir adaptándose a la inmediatez de los nuevos tiempos y como los editores hemos sabido enfrentarnos a las incertidumbres del futuro, sin tiempo para mirar atrás…” Seguramente esta falta de tiempo es la que le ha impedido ver, al señor Godó, los zic-zacs políticos a los que su periódico ha recurrido para estar siempre de parte de quien ostentaba el gobierno de la nación en cada momento.
Y es que, La Vanguardia, lleva en la sangre de sus linotipias, desde su fundación, el catalanismo más aburguesado propio de esta burguesía catalana que, durante años ha sido quien ha impulsado su desprecio hacia Madrid, sin que ello haya sido óbice para que intentara, por todos los medios, hacerse con el mercado madrileño. Primero alabaron a Maciá, más tarde a Companys, durante la Guerra Civil fueron serviles defensores de la República del Frente Popular y, cuando finalizó la contienda y el ejército nacional entró en Cataluña, podemos constatar que en número de La Vanguardia del 27 de enero de 1939 se habla de “La grandeza histórica de este momento en que vivimos no es clima propicio a exaltaciones desmesuradas” y un poquito después “¡Presente! Aquí está de nuevo el veterano diario para defender los postulados que han sido carne de su carne y entraña de su entraña (la cursilería al grado máximo) “…esa ola de locura que lo ha envuelto todo durante los últimos 30 meses, por esa pesadilla horrenda de la que acaba de sacarnos con singular heroísmo el Ejército Salvador de Franco” ¿Qué se hizo de Maciá o de Companys y de la sagrada República del proletariado?
Si señores, hay que adaptarse a cada momento aunque ello suponga adjurar de nuestras ideas, de nuestros valores, de nuestras costumbres y tradiciones porque “la pela es la pela” y si hay que tragar comunismo, se traga, que hay que engullirse la dictadura, se digiere como sea. Si ahora es momento de defender el independentismo ¡miel sobre hojuelas! Porque, señores, es lo que llevan en la raíz de sus creencias, es lo que les pide el cuerpo y, en definitiva, es lo que vienen intentando conseguir desde el primer día en que inauguraron su primer ejemplar de La Vanguardia. Pero ahora toca acabar con la derecha, colaborar con comunistas, socialistas y separatistas, porque son los que están en la cresta de la ola y son los que los vienen subvencionando para que puedan sacar su periódico en catalán. ¿El PP y VOX? Los despreciables que reniegan de la independencia, que se niegan a indultar a los sediciosos del 1.O, los que se empeñan en coartar las libertades que promulgan los de Unidas Podemos, aunque a algunos de los pudientes burgueses de la prosapia del catalanismo, seguramente les entra la flojera cuando piensen que es posible que, en un corto plazo, tengan que bregar con aquellos que hoy en día ya están pidiendo sus cabezas.
Si, La Vanguardia está de fiesta, vende muchos ejemplares y se sigue beneficiando de las ayudas de la Generalitat. Pero, quienes forman parte de su heterogénea plantilla, ¿son realmente merecedores de tantas alabanzas o, simplemente, se trata de una quinta columna separatista que utiliza el medio para intentar captar nuevas adhesiones para su causa? La retahíla de los últimos directores anuncia a las claras la deriva que ha emprendido el medio en la manos de directores catalanistas como Tapia, Antich, Marius Carol y el último y quizá el más sectario de todos, el señor Jordi Juan. Pero no nos olvidemos de sus columnistas y colaboradores como la señora Rahola, el sectarismo elevado a la última potencia; Enric Juliana; Peiró, el corresponsal en Nueva York; Marius Serra etc. En fin un periódico que se ha creado la falsa fama de ser creíble, objetivo, independiente y vera cuando, la dura realidad, es que carece de todas las cualidades que hemos enumerado.
Los que nos sentimos españoles, los que nos vemos sujetos a las limitaciones de poder expresar con libertad y sin quedar expuestos a la ira de cualquier exaltado intolerante, nuestros verdaderos sentimientos y que nos sentimos como extranjeros en tierra española, no debiéramos contribuir a que este tipo de prensa, anticonstitucional, antiespañola, sectaria y manipuladora de la opinión de la ciudadanía, formando parte de aquellos que la compramos y, con ello, facilitamos el que sigan actuando favoreciendo al separatismo catalán que ya bastante han conseguido gracias a la tolerancia gubernamental y a las concesiones que el señor Sánchez les hace a los partido catalanes, para conseguir su apoyo a sus leyes socialistas que se presentan en las cámaras parlamentarias.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sabiendo que navegamos a contracorriente, que nos encontramos en terreno hostil y sujetos a la crítica más feroz; como defensores de nuestras ideas, de nuestra españolidad, y de nuestros valores constitucionales, denunciamos la hipocresía de considerar a un periódico abiertamente contrario a los intereses de los españoles y claramente partidario de una Cataluña independiente, como un medio objetivo, veraz y defensor de nuestra constitución. Y para concluir una frase de Vagas Llosa: "El nacionalismo ha convertido la Barcelona europea en una ciudad provinciana" ¡Y es un Premio Nobel quien lo dice!
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