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No salgo de mi asombro cuando quien está resucitando el franquismo es la izquierda española, pero lo más preocupante, y quizás inverosímil, es que esta izquierda aprovecha la más mínima ocasión para tildar de franquistas a los que no pensamos como ellos.
Hoy quiero hablaros del payaso, cobarde y defenestrado Carlos Puigdemont. Hace un par de días lo vi claramente por televisión; no recuerdo en qué cadena. Quiso dar testimonio visual de que había regresado a su ilegal refugio de Waterloo, después de jugar un ratito al gato y al ratón con la canalla catalana lamiéndole sus miserias separatistas; y la rotunda complicidad delictiva de unos componentes de los “mozos de cuadra”, que muy pronto serán condecorados debidamente.
¡Ya está aquí!, ¡ya llego!; ¡qué placer!, ¡qué ilusión! Son las palabras festivas que se han escuchado en ambientes separatistas catalanes con motivo de la vuelta a España de Marta Rovira ¡¡Pues va a ser que no!! Esta delincuente y traidora no puede ser bien recibida en esta noble nación, porque siendo española (aunque reniegue de ello) se fugó cobardemente tras los acontecimientos en los que intervino como eficaz protagonista de traición a la patria.
En los últimos tiempos se agrava la desvertebración territorial de España, y una de las causas es que se está transfiriendo más poder a los diferentes movimientos separatistas y nacionalistas. Creo que el futuro pasa por una España unida, orgullosa de su variedad y su pluralidad, administrativamente descentralizada pero políticamente unitaria, y esto es uno de los puntos clave del ideario de Vox.
¡Ni los más viejos del lugar se lo creerían! Un golpista catalán, Josep Rull, nacido como yo en Terrassa (Barcelona), y que ha estado en prisión por el golpe de Estado separatista en octubre de 2017, está presidiendo el Parlament de Catalunya, en teoría una institución democrática, pero que en la práctica esa democracia, y en muchas ocasiones, brilla por su ausencia.
Creo que por mi cargo público durante un tiempo, estoy en condiciones de opinar sobre el actual independentismo catalán. Sabemos que el actual nacionalismo catalán no es constitucionalista, es independentista, ¿pero lo fue la antigua Convergència? Argumento mi posición al respecto.
Casi veinticinco años hace que los españoles, atónitos e incrédulos, como si se tratase de una mala pesadilla, y sin terminar de creerlo, estamos siendo testigos del desguace creciente de España. Concretamente desde el 22 de julio de 2000, fecha en la que José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido secretario general del PSOE.
El fin justifica los medios, y cuanto más egoísta, más personalista, más individualista es el fin, más justificados están los medios. Eso es lo que promete mi conciencia y honor. Cuanto más antisocial, más antiespañol, más ruin y rastrero es el fin por el daño que causa a los demás, más gusto en prometerlo por mi conciencia y honor.
Uno piensa en Italia y la ve como esa gran extensión de la Roma imperial o la Roma republicana que con el paso de los años quedó reducida a la forma de bota con alguna que otra isla en sus alrededores como Sicilia, Cerdeña, Pantelaria, Lampedusa, linosa… Es como si Italia siempre hubiera sido tal y como lo es ahora. Sin embargo, haciendo gala de la sapiente historia, Italia, hasta hace escasos 160 años, estaba formada por múltiples reinos.
Aunque sea muy conocido, estudiado y comentado el hecho, a fuer de que canse solo un poquito, permítanme recordar un episodio de la antigua historia de Hispania, digo Hispania porque en el tiempo en el que ocurrió el hecho, aún no existía otro nombre para la Península, aunque ya los fenicios, que fueron posiblemente los primeros que vinieron a ella para comerciar, le dieron el nombre de Spania (tierra de conejos).
Los discursos realizados en esta investidura seguramente han confundido a muchos españoles: todos resultaban convincentes hasta que el replicante de turno destruía tal impresión. Quizás operaba la sensación de que las palabras presentes no se correspondían con las gestiones pasadas. Otra cosa que sorprende es que se plantee un referéndum separatista y las cosas no se muevan un ápice.
Es posible que haya alguien que tenga una explicación razonable, medianamente creíble y lógicamente aceptable del comportamiento de este gobierno, en pleno estado de desconcierto, que dirige, si se puede entender así, el destino de esta nación.
El fracaso del intento de golpe de Estado en Cataluña del 1º de octubre del 2017 no fue, ni mucho menos, el darle finiquito a una situación larvada durante muchos años, mal llevada desde los sucesivos gobiernos de la nación y, evidentemente, menospreciada por los políticos españoles.
Hay personajes, personajillos y aprovechados que tienen sus momentos de gloria, pero que luego dejan de ser útiles y tienen que resignarse a seguir vegetando desde otros ámbitos menos lucidos, en lugares de acogida donde se les da un sitio para que puedan ganarse la vida ¡siguiendo en su tarea de coje pelotas de aquellos políticos a las órdenes de quienes sirvieron!
Los que hemos nacido en una isla sabemos que existen diferentes formas de ahogarse en el mar. Uno puede hacerlo si es arrastrado por una corriente marítima hacia alta mar; si sufre un calambre en aguas profundas; si le atrapa un tiburón o, y esta es la forma más absurda e imbécil de perder la vida si, sin saber nadar, se lanza al agua en plena tormenta con olas de siete u ocho metros, pensando que su instinto le sacará del apuro. Algo parecido es lo que está sucediendo en España.
El presidente del gobierno, señor Pedro Sánchez, se ve obligado a hacer equilibrios para contentar a separatistas catalanes y vascos; para contener las peticiones de las distintas facciones comunistas que están, a cara de perro, formando parte de su gobierno y, a la vez, y para él seguramente lo más importante, el mantenerse en el machito, léase poder.
Lo que está sucediendo en este país, y podríamos decir que en una gran parte del mundo al que seguimos llamando “civilizado”, a pesar de las pocas muestras que se están dando de que sea cierta esta cualidad; es que, de un tiempo a esta parte, han irrumpido con renovados bríos grupos de poder que han surgido, especialmente, de los regímenes comunistas de hispano-américa y, en concreto, de Venezuela, que nos vienen colonizando e intentando cambiar nuestro régimen de gobierno.
Es cierto que los separatistas catalanes cuentan con el apoyo incondicional del señor Pedro Sánchez, presidente del gobierno, pero la duración en el cargo que ostenta este señor tiene fecha de caducidad, unos meses más o menos, pero lo que es cierto es que existen muchas posibilidades de que, en los próximos comicios, tenga que ceder el bastón de mando a otras formaciones políticas que no van a transigir al chantaje continuo de los separatistas catalanes y vascos.
Nos hemos encontrado con un editorial de director de La Vanguardia, señor Jordi Juan, conocido por sus simpatías hacia el separatismo, la defensa del gobierno del señor Sánchez, no porque sea el mejor, el más adecuado o, simplemente el que mejor gestiona una situación complicada, sino porque sabe que cualquier gobierno de la derecha impediría el avance de las aspiraciones independentistas que él defiende.
El deshonor, los oprobios, las ignominias, afrentas, deshonras, bochornos, vergüenza ajena, están a la orden del día. Con este panorama es normal que en el extranjero nos tomen a chufla. ¿En qué cabeza cabe que un gobierno gobierne con las mismas personas que quieren destruirlo? Es tal la insensatez que es totalmente impensable en un país serio.
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