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¿Permitiremos que los “diferentes” nos impongan otra ética o moral?

Se está creando una sociedad que amenaza con quebrar todos aquellos principios por los que nos hemos regido durante siglos
Miguel Massanet
martes, 5 de julio de 2022, 10:59 h (CET)

Lo que está sucediendo en este país, y podríamos decir que en una gran parte del mundo al que seguimos llamando “civilizado”, a pesar de las pocas muestras que se están dando de que sea cierta esta cualidad; es que, de un tiempo a esta parte, han irrumpido con renovados bríos grupos de poder que han surgido, especialmente, de los regímenes comunistas de hispano-américa y, en concreto, de Venezuela, que nos vienen colonizando e intentando cambiar nuestro régimen de gobierno, debido a la escasa eficacia de los últimos gobiernos que hemos tenido en España. 


El comunismo y el separatismo vienen siendo los dos males con los que tenemos que bregar los ciudadanos de a pie que no estamos conformes con perder nuestras libertades, abominar de nuestras costumbres, tragar doctrinas que se han demostrado como la forma de empobrecer a un país y, todo ello, debido a que estamos soportando que las izquierdas se hayan hecho con el poder y estén valiéndose de ello para intentar extender una dictadura, nueva dictadura, del proletariado, tan propia de los años 30 del siglo pasado.


En el panfletario La Vanguardia escriben, como no, la flor y nada del separatismo catalán y también, una genuina y nutrida representación del feminismo más radical que, en muchas ocasiones, se identifica con los grupos de lesbianas que forman parte de este sector disconforme con el hecho de que el hombre siga siendo, para ellas, una competencia que estiman que han de suprimir. De hecho, se puede decir que lo están consiguiendo con la promulgación de una serie de leyes encaminadas a crear una sociedad con familias heterogéneas, matrimonios que no lo son, ajuntamientos físicos no basados en el cariño, abriendo las puertas a otra clase de “familias”, que todavía no se han explotado pero que, al paso que vamos, no vamos a tardar en ver como una realidad.


Como decíamos, en el periódico catalán se han concentrado toda una serie de reporteros que pugnan por presentarnos como el causante de todos los males en España,a la capital , Madrid que, según ellos, debido a que está gobernada por el PP, no da una acertada. Es difícil salvar a alguno de sus colaboradores de su falta de objetividad, de su fanatismo catalanista, de su tendencia natural a considerar, todo lo que sucede en el resto de España, como una amenaza para los catalanes. Entre ellos, una señora periodista, Sandra Barneda,  cuyas tendencias sexuales no son un secreto para nadie, porque ella misma se ha encargado en explicitarlas, que sostuvo una larga relación sentimental con Nagore Robles. Esto no tendría mayor importancia si, en todos los artículos que escribe esta señora, se le nota una clara tendencia a resaltar, hacer propaganda, defender y criticar a todos aquellos que, con la libertad que nos otorga la Constitución, aun que podamos respetar las tendencias sexuales de cada ciudadano, no tenemos la obligación de estar de conformidad con ellas, apoyarlas o, si nos apuran, considerarlas como una forma más de sexualidad equiparable a la heterosexualidad.


Verán, una cosa es respetar las tendencias naturales en cuanto a sexualidad, algo que nos parece correcto y, otra muy distinta, es la pretensión que existe en las filas da gais y lesbianas de imponer a la fuerza, por medio de manifestaciones extravagantes, horteras, indecentes, ofensivas, cutres y, lo peor de todo, apoyadas por los municipios en los que se celebran,debido a este falso “pudor” que tienen la mayoría de los políticos, de verse obligados a manifestar su apoyo a este tipo de reuniones públicas, para no ser considerados de “derechas” o de ideas atrasadas. La señora Barneda, en un artículo titulado Zapatero bisagra, nos demuestra lo que piensa y, lo que todavía resulta peor, su falta de patriotismo, su apoyo a un individuo unánimemente reconocido como una de las personas responsables del bajón que dio nuestra nación durante su caótico y desnortado paso por el gobierno de la nación.


Zapatero ha sido, junto a la señora Montero, del ministerio de Igualdad, dos de los defensores más acérrimos de esta ley absurda, gravemente peligrosa para los que se acojan a ella y contraria a las más elementales normas de la prudencia, la salud y todo aquello que, evidentemente, queda aparejado en cuanto a consecuencias físicas, cuando se hace una operación de cambio de sexo y los cuidados que son precisos tomar para el resto de la vida de la persona que se someta a ella. La señora Barneda, seguramente poco informada, se lanza a la piscina en un mar de alabanzas a favor del amigo personal y colaborador del dictador Maduro, como si lo que dice este Zapatero fuera axiomático y no una serie de estupideces que, si bien le han permitido amasar una fortuna personal, es indecente que desde un periódico serio se de pábulo a semejante personaje y sus opiniones, que poco tienen que ver con la cruda realidad y la pobreza que está padeciendo la nación venezolana, en manos de  gobernantes del régimen comunista marxista.


Lo peor de este tipo de periodistas, algunos de los cuales apenas con experiencia en la profesión, se atreven a adoptar posturas de superioridad, a ufanarse de estar por encima del resto de los mortales y a pretender distinguir al resto de los escritores entre buenos, regulares y malos cuando, lo primero que debiera preguntarse sería en qué categoría se considera que debería encontrase encuadrado él. No le daré mi opinión debido a que no me considero capacitado para juzgarle, aunque sí le puedo anticipar que aquellos que menosprecian a sus colegas, normalmente, suele ser a causa de ramalazos de envidia. El columnista Albert Doménech, escribe en La Vanguardia un comentario titulado “La plaga de mediocres”.


Cuando habla de lo que califica como “plaga de mediocres”,  a los que, con gran amplitud de miras, designa con frases tan descriptivas como “vamos a decirlo claro a ver si como mínimo este artículo sirve de pócima invocatoria para que algunos necios aborten misión y se paguen unas vacaciones al más allá” ( las comas que le faltan no han sido un error de trascripción, sino que así está escrito en el original) Comprendo que, en ocasiones, no se encuentra fácilmente un tema interesante que desarrollar, podemos admitir que hay que ganarse la vida y, en muchas ocasiones, uno de los medios que hay para hacerlo es poner a los demás como chupa de dómine algo que, en sí, no es criticable siempre que se concrete, se analice, se argumente y, por encima de todo, sean ciertas y adecuadas las críticas que se escriben al respecto.


Por otro lado, este lenguaje, ¿cómo diríamos?,sincopado, aparentemente culto, no es más que una forma amanerada de querer llamar la atención, algo que, si no se maneja con soltura, con arte y con profesionalidad, puede quedar, como es el caso de su artículo, como forzado, poco entendible y un tanto presuntuoso, para no calificarlo de pedante.No sé si, en algún momento, habrá tenido la tentación de autoanalizarse y catalogarse. Algo que le recomendaría que hiciese antes de descalificar a tantos compañeros de profesión y escritores a los que desprecia y, sin embargo, es muy posible que sus opiniones sean válidas, a pesar del poco caso que usted parece hacer de sus trabajos.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos viendo cómo se está creando una sociedad que amenaza con quebrar todos aquellos principios por los que nos hemos regido durante siglos, con la particularidad de que, las personas que van sucediendo a los anteriores gobernantes, no parecen tener la madurez suficiente para tomar el relevo que, no obstante, sí tenían los políticos de hace unos años, que fueron los que encaminaron a España a situarse entre una de las grandes potencias europeas, algo que, desgraciadamente, estamos muy lejos de alcanzar en unos momentos, en los que la crisis amenaza con volver a causar estragos en la economía de nuestra nación. 


Y una frase de John Kenneth Galbraith: “Bajo el capitalismo el hombre explota al hombre; bajo el comunismo es justo al contrario”.

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