El fin justifica los medios, y cuanto más egoísta, más personalista, más individualista es el fin, más justificados están los medios. Eso es lo que promete mi conciencia y honor.
Cuanto más antisocial, más antiespañol, más ruin y rastrero es el fin por el daño que causa a los demás, más gusto en prometerlo por mi conciencia y honor.
Cuantos más jueces sean juzgados por los delincuentes, menos jueces quedarán para juzgar la promesa por mi conciencia y honor.
Cuantos más delincuentes tenga yo como socios, de esos que ni guardan ni respetan la Constitución; más seremos los que carecemos de conciencia y honor, y menos serán aquellos a los que tengo que disimular que no respetan la Constitución.
Cuanto más mande, gobierne, dirija, exija y maneje Puigdemont, menos tengo que hacerlo yo. De ese modo podré yo disfrutar más de mi sillón, de mi falcón, más podré cultivar mi destrofobia, más podré levantar el muro que prometí para separar todo lo posible a esos que sí tienen conciencia y honor. Mi muro será elevado, grueso, enorme, para evitar contagios; tiene que dividir, separar, aislar; tiene que clasificar, wokear y romper la unidad de España. Esa es la concordia, la armonía, la confluencia que busco con mi amnis-felonía.
Cuanto más se gobierne desde el exterior, más temblarán los del otro lado del muro. Son esbirros de España que la van a pelar; ellos sí que saben construir muros ¡qué gran ayuda! Mi tarea sólo será aumentar y subir impuestos para progresar por mi conciencia y honor. Son mis socios y lograrán que mi gran necesidad de sillón se convierta en virtud para mí. Espero que con esa virtud pueda, por fin, pasar a la historia.
Hasta aquí el enfermo de avaricia y psicopatía.
Desde aquí, mis comentarios.
Todo lo dicho en el Parlamento por parte del candidato, según el artículo 91 de la Constitución, no tiene nada que ver con la investidura por lo que debía ser invalidada; sin programa, estableciendo división, proclamando lo anti-español, chavacano y acusador; todo al margen de la Constitución. A sus socios-esbirros les da igual, les vale cualquier cosa y cuanto menos constitucional, mejor. Había en el hemiciclo 179 sujetos bien comprados, votando por mandato ineludible, sin libertad ni criterio ni juicio propios. Todo amañado al son de las palmas, ruido para tapar conciencia y honor.
El punto 262 del Reglamento del Congreso se saltó a la torera porque Sánchez hace su "real" gana, pero esa gana sólo duró hasta el jueves, día 16 de noviembre al mediodía; los esbirros se encargaron de recordarle que su "real" gana se ha terminado. Queda sometido porque lo ha firmado, peregrinará a donde Puigdemont le diga para rendir vasallaje y pleitesía a su señor y jefe a quien debe desatar con sometimiento. No tiene escape Sánchez, no hay vía de salida ni siquiera con su pandilla de ministros "políticos" (para reírse), como él llama a sus lacayos que, cartera en mano cobrarán por estar ahí, a su servicio y a las órdenes del triministro manipulador.
Así, con esa trágica impresión reflejada en su rostro de piedra granítica, acudió a poner de manifiesto su "conciencia y honor" (ahora toca carcajada, pero no fingida, ensayada, paleta como la suya, sino libre y jugosa).
Ya tenemos otro macro-gobierno dilapidador, carísimo y retozón. Los españoles tenemos claro lo que nos espera: más pobreza, más sustos, más impuestos, más desinformación, más división, más mentiras, más secretismo ignominioso, y ese inmenso muro levantado para maltratar a los que no son de la cuerda.
No importa que las comunidades gobernadas por "los otros" lo hagan con acierto, con beneficio, creando empleo, reduciendo pobreza; con honor, dignidad y avances. A Sánchez le reconcome y dirá que van para atrás, retroceden siglos, que son unos carcas y mil otras lindezas. ¡Qué suerte no tener gobierno sanchista de progreso esclavizador!
Se lo diremos como lo dicen en la española comunidad autónoma de Cataluña: ¡Mori el mal govern!
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