El concepto de Renacimiento nace en la primera mitad del siglo XIV, cuando en Italia surge la idea de renovación de determinadas formas literarias y artísticas, dentro de un grupo de vanguardia cultural formado por destacados hombres de letras y artistas. Entorno a este grupo de selectos nace la idea de renovación e innovación, la necesidad de un cambio, todo debido al estatus de superioridad que se tenían con respecto a la etapa anterior, esto es el germen del Renacimiento. La idea de Renacimiento se agiganta con la ayuda de los humanistas, son como los que mantienen esta estructura cultural en alza. Estos humanistas son los que se interesan por los “Studia Humanitatis”, donde se busca dignificar la figura del hombre. Estos humanistas constituían su propia elite del saber, se basaban en el estudio del latín y el griego.
La ironía que plantea este periodo es la siguiente; siempre se ha planteado el Renacimiento como lo que su propio nombre indica, un periodo donde la renovación y la evolución están a la orden del día, pero esto no es así. El Renacimiento es un periodo histórico muy abierto a interpretaciones, es cierto que se puede considerar como una etapa de cierto esplendor, puede ser cierto que en el plano de expansión de los conocimientos culturales sea superior al medievo, pero sin embargo sigue siendo una etapa no libre de la subyugación, con ataduras. Este periodo es la hegemonía de ciertos ideales humanistas, tanto renovadores como de predominio de la figura humana, pero ¿renovadores de qué? ¿Renovadores de una etapa que estaba tan apegada a la sumisión poderosa como en esta?... el Renacimiento, en sí, sólo existió para unos pocos, en un periodo de tiempo muy corto, y era una ideología fracasada en sus vertientes más básica: libertad, progreso y justicia. En la Edad Moderna las innovaciones culturales estaban a la orden del día, es una etapa histórica basada en el hombre. El hombre singular como motor inmóvil de este mundo culto, donde todo parece más renovador y donde el intelectual se proyectaba con ansias de evolución. Tendemos a considerar la Edad Moderna como un periodo de esplendor, donde la vanguardia del pensamiento hace acto de presencia, y todo porque en esta etapa hallamos el Renacimiento, Barroco e Ilustración. Todo depende del autor que se mire para verificar la complejidad de esta idea, cada uno plasma sus contradicciones e ideas sobre esta temática. En mi caso, mi idea está muy fijada, entiendo que se considere como una etapa de esplendor, cierto que hubo un cierto auge intelectual, una cierta revolución cultural, no discuto eso, pero si es discutible si fue tan esplendida y mejor que la etapa anterior.
Durante la Edad Media la población se reunía en comunidades entorno a parroquias e iglesia, es decir, con este dato podemos concretar que la ideología misma imprimía el control religioso en la población. ¿Qué es mejor, que la iglesia vaya tras los demás para censurar y castigar, o que esos supuestos insurgentes acudan a la iglesia por su ideología? Pues evidentemente la respuesta está muy clara, lo segunda es lo más eficaz, y es lo que se experimentaba en la Edad Media.
En la Edad Moderna ese poder ideológico se consolida más aún y se otorga más poder a la iglesia y al estado, es cuestión de evolución, pero en la Edad Media la ideología servía para ello, eso es más que imprimir el control de acción. A lo largo de los siglos del medievo, la sociedad iba en una misma dirección, los miedos escatológicos, la ideología religiosa ferviente y la cultura en manos eclesiásticas hacían el resto. Con la tenue liberación de la sociedad intelectual moderna todo se volvió un descontrol: sociedad marcada por la violencia y la desigualdad social. Ahora surgen los humanistas, teóricos intelectuales, plasman sus ideales, confundiendo a propios y extraños, esto genera debates, violencia y persecuciones, y con ello la polarización de esta sociedad culta es más grande. El juego de la cultura se juega en los patios de élites, nobles, reyes e iglesia. El fervor religioso ya no asusta tanto, a pesar de las persecuciones, los eruditos hablan y hablan, se acogen al mecenazgo de un noble o rey para estar a salvo. En la Edad Media el fanatismo religioso es peor, no por las acciones en contra, sino por las actuaciones a favor y por las no actuaciones, el miedo y el respeto eran los reinantes.
El Renacimiento es la cuna de muchos autores importantes como Petrarca, Pico de la Mirándola, Boccaccio, François Rabelais, Coluccio Salutati y demás, todos ellos han contribuido a la expansión de la cultura como si de una colonización se tratara, es de agradecer su esfuerzo y su entrega. Pero también es reprochable como queriendo ser ellos participes de la libertad intelectual, precursores de una revolución cultural e instrumentos del cambio, sean los primeros en guardarse las espaldas al arropo de cualquier rey o noble que les convenga, todo para huir de las represalias. Esta idea sin duda me suscita a pensar en la Edad Media, donde el miedo se adueña de la cultura, y en la Edad Moderna pues igual. El concepto de cultura es muy difuso, la diversidad que impera en su definición es muy grande, por ello conceptuarla es una ardua tarea. Desarrollo de las artes, letras, pensamiento, etc. La cultura como ese conjunto de percepciones, creencias, actitudes, pensamientos y costumbres. Es una tarea muy difícil.
En definitiva, la renovación cultural que se pretende observar en el Renacimiento no es más que humo que se escapa entre los dedos, algo efímero, una ilusión propia de hombres capaces pero incapaces a la par. Por ello, en el plano intelectual y cultural me es imposible separar la Edad Media de la Edad Moderna, pueden ser distintas en muchas cosas, pero en la renovación del hombre cultural no es una de ellas. Con ello, decir que el Renacimiento me parece unos de los inventos más modélicos del ser humano, modélico en cuanto a su proyección del desarrollo intelectual humano en comparación con la tan “primitiva” Edad Media.
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