Gracias a un micrófono que se pensaba apagado, nos enteramos de la enemistad entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. De la misma manera, la policía de Los Ángeles pudo confirmar que el multimillonario Robert Drust es un asesino. Sin sospechar que sus palabras estaban siendo registradas por el micrófono de un periodista, el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel Villar, nos desveló que Jesús Gil y Gil está vivo. Pero, incomprensiblemente, nadie ha dado crédito a sus palabras; un lapsus, se dice que fue.
El escritor Fernando Sánchez Dragó acaba de publicar su última novela, inspirada en la vida y milagros del ex director de la Guardia Civil, Luis Roldán. Al parecer, y según cuenta el propio Dragó, el rijoso protagonista de su novela (adlátere del protagonista de la historia verídica más chusca jamás habida en el seno de la Benemérita), fue raptado y saqueado por el espía Paesa, el hombre que -a decir del facundo novelista- guarda secretos que, de ser revelados, podrían hacer saltar por los aires al Estado español y otros muchos, incluso a la misma ONU.
Francisco Paesa se hizo pasar por muerto, incluso publicó varias esquelas en la prensa y falsificó su certificado de defunción, se quedó con el botín amasado por Roldán y, hoy en día, vive a cuerpo de rey; en Francia, según parece, gracias a la impunidad que le otorgan los muchísimos trapos sucios que guarda de los sucesivos gobiernos habidos en este país desde los años ochenta del siglo pasado.
Si la conversación mantenida entre Ángel Villar y Miguel Ángel Gil Marín no es fruto de un estado de enajenación mental pasajero sufrido por ambos a la vez, en inconcebible sincronía, habrá que colegir de ella que Jesús Gil está más fresco que una lechuga, que se ha hecho un "Paesa" en toda regla. Y que decidió morirse en 2004, evadiéndose, de esta forma tan expeditiva, de la acción de la justicia. El Tribunal Supremo lo acababa de declarar culpable de la apropiación indebida del Atlético de Madrid. No existe ningún documento gráfico que dé testimonio de su muerte, ni una sola foto de su cadáver. Y la fortuna ilegítima de Jesús Gil fue heredada por sus hijos, como si tal cosa; bueno, toda no, porque es de suponer que el patriarca de la familia se habrá quedado con el dinero suficiente para mantener el exigente ritmo de vida al que está tan acostumbrado.
Si todo esto es cierto, tampoco nos ha de extrañar. La clase política y empresarial de este país da para ello y mucho más. Es una pena que no contemos con un novelista como Pérez Galdós que nos hiciera un relato lúcido y ameno de los episodios nacionales de la Transición, con especial énfasis en la picaresca de cuello blanco, en el latrocinio institucional, aderezado con asuntos venéreos. El elenco para representar este drama es tan prolijo como devastador: Javier de la Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, los Albertos, Mario Conde, José María Ruiz-Mateos, Luis Roldán, Francisco Paesa, los tres tesoreros del PP, la banda de la Gürtel, Francisco Granados y la Hermandad de la Púnica, la cofradía del ERE, el comando FILESA, Urdangarín, el pequeño Nicolás, Jaume Matas y sus colegas de la Ópera, los filatélicos de Gescartera, Jesús Gil y los malayos, los erastés de Edelweiss, los alegres compadres del Arny, el proxeneta clan de los Romanones, y tantos otros.
Fernando Sánchez-Dragó ha escrito un primer episodio novelado del delirio nacional. Le animo a que persevere en su afán.
|