De acuerdo con los datos que, de una u otra manera, nos llegaron hace unos meses a través de los medios, podemos conocer que, en términos generales, y para el conjunto de la OCDE, los resultados que, periódicamente, presentan las pruebas PISA no son buenos y, por lo que respecta a los divulgados de la prueba de 2022 se observan importantes descensos en sus resultados. En concreto, en España, se observa una bajada de ocho puntos en matemáticas y en lectura sigue la misma evolución descendente que en la OCDE. Viendo la evolución de los últimos años, la realidad es que, desde 2015, España ha caído quince puntos en matemáticas, veintidós puntos en lectura y ocho puntos en ciencias. Si se revisa la situación de 2012, el descenso ha sido de once puntos en matemáticas, catorce en lectura y once en Ciencias. La OCDE no ha querido comparar con los datos de 2018 porque en su momento hubo "anomalías" en las respuestas de lectura que ahora hace también extensibles al resto de asignaturas. Esto lleva a concluir a la OCDE que los resultados españoles de 2022 son "significativamente inferiores" a los de 2012 y 2015. Pero al margen de cualquier argumento para los resultados de una prueba como esta, la opinión generalizada, por parte de los distintos sectores de la sociedad coincide en afirmar que la educación sufre un deterioro importante, sobre cuyas causas sería necesario reflexionar. Lo cierto es que los alumnos españoles de quince años, según el informe PISA, caen en todas las materias en que se examinan. Y, si bien el desplome, que se produce en casi toda Europa, se atribuye en parte a los efectos del cierre de los colegios durante la Covid, la OCDE apunta a más factores, como el abuso de los teléfonos móviles y de las pantallas en las escuelas o el descenso en la implicación de los padres en el progreso académico de sus hijos. A esto último añadimos la escasa confianza de estos progenitores en el entorno educativo y, por el contrario, el respaldo y la justificación de actitudes inadecuadas de sus hijos, como hemos referiremos en páginas posteriores. Por tanto, además de lo anterior, habría que tener en cuenta, como causa del deterioro de la educación, otros aspectos. Así, hay quien se refiere a la necesidad de un alto nivel de exigencia, tanto a alumnos como a profesores, como la clave del éxito. Puede ser este un importante factor para la mejora educativa, pero, por lo que respecta al alumnado, habría que aportar diversos matices. Uno de ellos es el contexto en que los estudiantes se mueven. No es igual partir de un entorno desfavorecido y con una necesidades e intereses determinadas, que de una situación o ambiente social y cultural más propicio. No obstante, esta afirmación no justifica el fracaso que vemos en nuestros alumnos. Así, si nos fijamos en Japón, allí tienen un 23% de alumnos brillantes frente a un 12% de estudiantes que suspenden, lo que supone un superávit de buenos alumnos de +11. Sin embargo, en España ocurre al revés dado que, según el filósofo y pedagogo Gregori Luri, hay un 28% de alumnos mediocres y un 5% de alumnos sobresalientes, lo que da un déficit de -23 a favor de los que suspenden. Según él, la excelencia ha caído y ha subido la deficiencia", explica. Y advierte de que los datos de los orientales no son una casualidad. Ellos están en la pedagogía del conocimiento y nosotros en la pedagogía emocional. Esta misma tesis la sostienen otros investigadores del asunto educativo al opinar que han notado una notable mejoría aquellos sistemas educativos que imponen un nivel de exigencia muy algo a los alumnos, quienes deben hacerse responsables de sus resultados y, a su vez exigen a los profesores. Con la Covid, las instrucciones promovidas en ese momento, a través de la normativa generada por las autoridades educativas del momento, alentaron la generosidad en las calificaciones asignadas a los alumnos, lo que ha provocado en los años posteriores un descenso de la calidad educativa de estos pupilos. Algo parecido sucedió en Portugal cuando se pasó de un modelo educativo basado en la evaluación del profesorado y de los alumnos a un sistema "menos exigente", lo que probablemente sea la causa de que "haya sufrido una caída en picado" en PISA. Lo mismo ha ocurrido en los países nórdicos, al contrario que en los países asiáticos como Singapur, Japón o Corea del Sur, que mejoran sus resultados. Aparte los datos que pudiéramos exponer para demostrar ese descenso el deterioro educativo, lo que nos interesa es reconocer que los distintos aspectos, sectores y elementos que participan del hecho educativo inciden, de una u otra manera, en ese atraso que se está produciendo, sin olvidar que lo primero que hay que hacer es adaptar la educación a los nuevos tiempos. En este sentido cabe decir que la exigencia no está reñida, en el momento actual, con la realidad que vivimos y que nos obliga a adaptarnos y convivir con ella. Asimismo, esta idea es la que nos debería hacer reflexionar sobre los distintos factores o elementos que intervienen en la educación, partiendo de nuestra experiencia como docentes y de las situaciones profesionales que hemos vivido. En definitiva, todo ello nos lleva a pensar también en la necesidad de crear una nueva educación para los tiempos que corren, que recojan todas las necesidades, intereses y contextos de nuestros alumnos.
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