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Una legislatura perdida en dimes y diretes

Miguel Massanet
Miguel Massanet
viernes, 17 de agosto de 2007, 06:18 h (CET)
Es evidente que si nos preguntamos cuál es la situación de nuestro país con respecto a las últimas elecciones legislativas del 2004, es probable que nos encontremos con diversidad de opiniones. Los habrá, como los grupos de homosexuales y lesbianas, que seguramente se desharán en elogios y alabanzas para con nuestros gobernantes actuales, y hay que decir que, desde su punto de vista, no hay para menos porque consiguieron lo que durante siglos les había sido negado: ser equiparados, en derechos y obligaciones, al resto de la ciudadanía; poder contraer matrimonio entre seres del mismo sexo y adoptar hijos. Por supuestos que utilizando para ello una interpretación torticera y esquinada de nuestra Constitución, pero no podemos decir que esto nos haya sorprendido debido a que, si hay alguien que sea experto en estos menesteres, sin duda, es nuestro señor Rodriguez Zapatero. No dudemos tampoco de que los progres de la farándula tengan motivos para estarle agradecidos puesto que la Administración se ha volcado con ellos en subvencionarles, promocionarles y tratarlos a cuerpo de rey; no se extrañen de ello porque el PSOE tiene en ellos un firme soporte cuando se trata de demonizar al PP y a los EEUU. La ínfima calidad de nuestras películas (salvo contados y excepcionales casos) y la baja estofa de las obras teatrales (hasta da grima calificarlas como tales) donde todo arte es artificio y todo talento es saber jadear con convicción y tener un cuerpo que enseñar; no merecerían el chorro de euros que el ministerio de Cultura invierte en promocionarlos.

Pero no nos quedemos en los que o por conveniencia ( aquellos que viven de la política o sacan provechos de ella) o por fanatismo, reconcomio u odio, hacia lo que ellos llaman la “derechona”, permanecen ciegos a la decadencia de nuestra nación y, nunca, serán capaces de admitir que el gobierno del señor ZP ha sido el fracaso más estrepitoso que nunca le pudiera haber ocurrido a esta España de nuestras entretelas, tan marcada por los moratones del revanchismo destructivo, las ulceraciones de los odios entre hermanos y las heridas incurables del antagonismo entre católicos y laicistas, que han sido cultivo de desencuentros y causa de sangrientas venganzas; e intentemos ser objetivos. Si lo queremos contemplar desde el punto de vista del ciudadano de a pie, que es, en definitiva, el que sufre en sus propias carnes los resultados de la acción del Ejecutivo, no creo que podamos sacar un resumen optimista de lo que ha dado de sí esta legislatura de la que apenas restan unos pocos meses.

Debemos empezar por reconocer que, de aquel famoso “talante” que nos anunció un ZP recién incorporado a las labores de gobierno; de su oferta de diálogo a la oposición y de su enérgico repudio al terrorismo de ETA; por mucho que nos empeñemos en buscar por los entresijos de los rincones de su Gobierno, no podemos encontrar el más mínimo atisbo. Pero es que, si descontamos el aspecto económico, en el que el señor Solbes, con más de una tarascada, tragando mucha bilis, y haciendo acopio de su habitual flema, ha conseguido evitar que el resto del gabinete se lanzara al monte del despilfarro y la insensatez (siguiendo la linea que le marcó su antecesor en el cargo, señor Rato); en los demás gabinetes ministeriales sólo hemos podido hallar desconcierto, incompetencia y afán de protagonismo. Si se sacaron de la manga una ley contra el tabaco; no pudieron evitar lanzarse al rio de la demagogia pretendiendo convertirnos en abstemios o, por si fuera poco, militantes contra las carnes grasas por aquello de que las hamburguesas nos podrían perjudicar. Tampoco podemos olvidar a una ministra que nos pretendió encajonar en viviendas de 30 metros cuadrados, ni al señor Caldera, que consiguió que nos invadieran verdaderas oleadas de inmigrantes con su llamada “regularización de los sinpapeles” que tuvo el imprevisto (sólo para él) efecto llamada que tantos quebraderos de cabeza le costó a España, especialmente para tratar de justificarse ante nuestros indignados vecinos de la UE. No menos lucimiento han conseguido los dos ministros de Defensa. Si uno pensaba que el ejército era algo así como un convento de Ursulinas y quería disparar con claveles al enemigo, en un mal plagio del humorista Gila; el otro se empeñó en negar que nuestras tropas en Afganistán y Líbano estaban en estado de guerra, como si estuvieran disfrutando de unas vacaciones en “misión humanitaria”; claro que los que murieron en aquellas tierras no debieron pensar lo mismo; pero el recuerdo de sus protestas ante la operación de Irak les impidió aceptar que ellos también habían mandado soldados a la muerte, cosa que no ocurrió en la tan denostada campaña de Irak.

Donde, especialmente, se han “lucido” de verdad ha sido en el ministerio de Fomento y en la “negociación” con ETA. Si Zapatero se quería colgar una medalla en la solapa con un mítico acuerdo con la banda terrorista; si pretendía hundir al PP desprestigiándolo ante la ciudadanía, por no querer colaborar con semejante barbaridad; si quería amordazar a las víctimas haciéndoles tragar su dolor y su demanda de justicia; los de ETA se han encargado de dejarle en el mayor de los ridículos. Fruto de tal sinrazón ha sido el reciente desbarajuste en la comunidad Navarra y el hecho palpable de que ETA le tomó el pelo al Ejecutivo y que sigue donde estaba, sin haber cedido un ápice en sus reclamaciones. Lo mismo ha ocurrido con el Estatut catalán, un engendro sin pies ni cabeza, pendiente de la decisión del TC. En cuanto a Fomento, que vamos a decir, un desastre detrás de otro, un reguero de desatinos e incompetencias sin solución de continuidad, durante los tres años que lleva en su sitio la ministra Álvarez, sin que, en todo este periodo, se haya podido constatar en ella un atisbo de lucidez, una pizca de amabilidad o un átomo de competencia. Casos como la rebelión en el Prat; el inverosímil caos de los trenes de cercanías en Barcelona; los atascos en las autopistas y, por si fuera poco, el tirón de orejas que nos ha dado la CE por no cumplir los plazos del enlace del AVE con Francia; han convertido aquel ministerio en una olla de caracoles en la que no queda títere con cabeza. En fin, para qué continuar, una legislatura estilo ZP, hecha a su medida; en la que ha conseguido lo inimaginable: cuartear España, enfrentar a los españoles y eliminar a la oposición. En definitiva, un retorno al totalitarismo de 1936. Es posible que los árboles no nos dejen ver el bosque, ¡pero allí está! Y no esperemos que sean los socialistas los que nos lo hagan ver porque, si es así, ¡vamos servidos!

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