Sí, se cumplió un año del homicidio artero del entrañable Humberto Rojas Landa, mejor conocido como Doctor Cosquillas o Solecito; y lo menos que puedo hacer es dedicar estas líneas en honor a quien en vida dio ejemplo de valor, abnegación y amor.
Para quienes escuchan por primera vez del Doctor Cosquillas les comparto que él era de profesión médico, pero durante más de veinticinco años —caracterizado de payasito— llevó alegría y esperanza a niños enfermos, muy especialmente a quienes presentaban algún padecimiento terminal.
Sin embargo, una de sus últimas lecciones en vida sería el hecho en el que le arrebataron la existencia.
Días antes de su muerte, Doctor Cosquillas estaba en una cafetería en la ciudad de Puebla, cuando de repente, ingresó un ladrón y procedió a despojar a los presentes de sus carteras y teléfonos móviles.
Por alguna situación, al parecer el ladrón le iba a disparar a una madre y su hijo, pero Cosquillas se interpuso en el camino del proyectil y quedó gravemente herido.
El ladrón huyó llevándose un teléfono móvil como botín.
Veinticuatro horas después Doctor Cosquillas falleció.
El hecho se volvió viral e indignó a millones.
Dos meses después sería atrapado el presunto homicida quien formaba parte de una banda de asaltantes especializada en el robo de teléfonos móviles a transeúntes. Hasta ahí el breve recuento.
Yo conocí a Doctor Cosquillas gracias a los buenos oficios de Eunice Gil, conductora y productora del programa Ciberpeques.
Me consta que Cosquillas iba a todas partes llevando alegría y, sobre todo, generando consciencia sobre los niños enfermos que necesitan acompañamiento.
A la fecha me indigna su muerte.
Estoy seguro que en estos días aciagos del covid, Cosquillas estaría en los hospitales llevando alegría a los niños en tratamiento.
A un año de su partida, aún no puedo dejar de pensar en qué medida lo que hacemos o dejamos de hacer repercute en hechos de valentía como el que, sin dudarlo, mostró Cosquillas aquel fatídico día en el cual le robaron la vida.
Pienso que en el fondo nutrimos la valentía, la fraternidad, la filantropía, la caridad, el amor, pero no nos damos cuenta que si tomamos muy en serio todo esto, lo que está de por medio es nuestra vida misma.
Sí, el profundo convencimiento por el bien nos expone en tiempos como los que estamos viviendo.
Hoy, creer con vehemencia que es posible un mundo mejor con actos de bondad nos coloca en la primera línea de combate.
Aunque no lo queramos, estar dispuesto a ayudar al otro, a los otros, coloca nuestro pecho —solo guarecido por nuestras convicciones—, ante la potencial agresión irracional e instintiva.
Me entristece saber que muchos Doctores Cosquillas están perdiendo la vida por creer profundamente en la bondad, pero me queda claro, que gracias a ese tipo de muestras de desprendimiento, aún podemos mantener viva nuestra esperanza y fe en la humanidad.
A un año de tu partida, gracias por tu ejemplo querido Doctor Cosquillas.
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