El papa francisco en su encíclica Todos hermanos se inclina por la causa de la fraternidad universal: Todos somos hermanos. Teológicamente esta fraternidad no tiene por dónde cogerse. Por ser descendencia de Adán “El Dios…que hizo de una única sangre todo el linaje de los hombres para que habiten sobre la faz de la tierra” (Hechos 17: 24-26), en este sentido sí, todos somos hermanos. En el sentido espiritual Jesús desmiente que “todos somos hermanos” cuando rodeado de personas ansiosas de escucharle se aproximan su madres y sus hermanos que deseaban hablar con Él. Alguien de entre la multitud le dice: “He aquí tu madre y tus hermanos están fuera y te quieren hablar”. He ahí la respuesta que recibe de Jesús: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?” extendiendo su mano hacia sus discípulos, dice. “He aquí mi madre y mis humanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo12: 46-50). Jesús no reniega de su madre ni de sus hermanos. En la cruz manifiesta el profundo amor que siente por su madre. Se limita a dejar bien claro quiénes son hijos de Dios y quiénes no.
El papa Francisco se equivoca cuando dice que todos estamos metidos en el saco de la fraternidad universal, porque no todos tienen el Padre de nuestro Señor Jesucristo como Padre. En el aspecto espiritual, en una controversia que mantiene con la élite religiosa trata este tema. Los fariseos presumen ser descendencia de Abraham al decir: “Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dice: “Si fueseis hijos de Abraham, haríais las obras de Abraham” (Juan 8: 39). En el aspecto biológico sí que los judíos son descendientes de Abraham, pero no lo son en el aspecto espiritual. “Sabed, por tanto, que los que son de la fe (de Abraham), éstos son hijos de Abraham” (Gálatas 3: 7). Quienes no son hijos de Abraham porque no poseen su fe, ¿quién es su padre? La controversia que Jesús mantiene con los fariseos esclarece esta cuestión: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8: 44).
Existen dos clases de filiaciones que se distinguen por las obras de sus respectivos padres. De tal palo tal astilla. Quienes tienen a Satanás como padre, sus obras son. “Adulterios, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5: 19-21).
Las obras que hacen quienes tienen como Padre al Padre de nuestro Señor Jesucristo, son: “Amor, gozo, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv. 22, 23).
El apóstol Pablo escribiendo a quienes son hijos de Abraham porque tienen su fe, les dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque, ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial” (lo despreciable)? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo de Dios viviente, como dijo Dios: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos será mi pueblo. Por lo cual, salid d en medio de ello, y apartaos dice el Señor, y no toquéis lo inmundo, y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el señor todopoderoso” (2 Corintios 6: 14-18).
El filósofo argentino Rubén Peretó se pregunta si las reuniones que el papa Francisco mantiene con los dirigentes de organismos internacionales tienen el propósito de “convertirse en el capellán de Naciones Unidas”.
Encontrándose Jesús en el templo se le acercaron los principales sacerdotes, y los escribas, y los ancianos, diciéndole: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esta autoridad para hacer estas cosas? (Marcos 11: 27, 28). Jesús les responde con otra pregunta: “El bautismo de Juan (el Bautista), ¿era del cielo o de los hombres?” (v.30). Como le responden diciendo que no lo saben, Jesús les dice. “Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (v. 33). Les relata la parábola de los viñeteros malvados (Marcos 12: 1-4). La parábola termina con los arrendatarios de la viña que matan al hijo del propietario. Ahora sí que Jesús pregunta a sus inquisidores: ¿“Ni aún esta escritura habéis leído: La piedra que desecharon los edificadores: ha venido a ser cabeza del ángulo, el Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos” (vv. 10, 1. El propietario de la viña representa el Padre celestial. Los sirvientes que envía a cobrar la renta son los profetas que a unos maltratan y a otros matan. Por último envía a su hijo único, que representa Jesús, que también matan. Los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos entienden que Jesús había explicado la parábola para ellos. Lo dejaron y se fueron (v. 12). Lucas explica el final que espera a quienes pretenden edificar la Iglesia del Señor sin contar con Jesús, la piedra del ángulo: “Todo lo que caiga sobre aquella piedra, será quebrantado, mas sobre quien ella caiga, le desmenuzará” (20: 18). Este es el fin que les espera a quienes buscan la fraternidad universal sin contar con Jesús que es la piedra del ángulo.
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