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Ninots de ley

A ver si se van a escapar todos los ninots almacenados
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 12 de marzo de 2021, 11:56 h (CET)

Es impresionante la prestancia adquirida por los objetos artificiales en la medida de su participación en la vida de las personas. Con los recuerdos entrañables no queda ninguna duda; pueden ir desde un juguete a una imagen o un regalo cariñoso. De los desagradables, pensemos en armas o maliciosos, prefiero no acordarme. Por fortuna, la ANÉCDOTA de perfilar los instrumentos para una fiesta popular adquiere rango de una importancia fascinante. En ellos confluyen con verdadero arte las habilidades creativas, los sentimientos muy repartidos y la manifestación crítica hacia los despropósitos. La intrascendencia de un ninot reúne una serie amplía de consideraciones antropológicas.

La anécdota se torna significante a cada paso, desde su misma gestación; lo apreciaremos fácilmente en el proceso seguido para la elaboración de los monumentos falleros. El espíritu de los festeros quiere plasmarse en imágenes representativas. El diseño comienza el recorrido artístico para crear los acartonados personajes. Y el ensamblaje con el público agranda las expresiones. Como un esbozo de dichos avatares, los del ninot en este caso, relacionados con su época y los cambios ambientales; vaya mi pequeño cuento:

EL NINOT LIBERADO

El ninot estaba ya harto, envuelto con papelotes, sin aireación, con la quietud y el silencio como acompañantes. Si pensó ir del moldeado ruidoso al bullicio festero, acabó retirado en la nave espaciosa, pero sin ninguno de sus tramos desocupados.

El reconcomio le iba por dentro al verse detenida la movilidad, comenzaban a crujirle los cartones, quizá se percibieran desde el exterior esos destemples. Vaya sensación incómoda. Algo se salía de los cauces previstos, mientras él se sentía maniatado, es decir, acartonado.

Las voces de días previos despertaban ilusiones de alegría y concordia; con cierto morbo crítico, exagerado y bullanguero. Que si destacar aquel defecto o mejorar el parecido con algún mequetrefe. De pronto se acallaron, con lamentos estentóreos por conflictos acechantes.

Sobrevino este reclutamiento de cuantas figuras íbamos emergiendo. Nos vimos recluidos, aparcados y ninguneados, aturdidos, sin que entendiéramos lo ocurrido. Una pasividad alarmante, que no llegaba a borrar lo que ya llevábamos dentro.

En los aledaños percibimos días después algún jolgorio, voceríos y ruido de botellas. Algo extraño sucedía sin petardos ni músicas. Ahí fue el discurrir sobre las realidades circundantes y el futuro amenazante.

Penetraron una serie de partículas de lenguaje extraño, se aposentaban sobre los envoltorios. Sin problemas, con una vaharada del cartón piedra las hicimos desaparecer, se resistían presuntuosas, debían estar mal acostumbradas. Ya fuera de la nave, se las oía revolotear.

Seremos ninots pero no somos tontos, al fin tuvieron que reaccionar. ¡Qué es esto de las reclusiones, asaltos y las intemperancias! Se sintieron portadores de una carga interior imponente, no podían amilanarse. Estrujaron el magín para salir de esto.

Tampoco hizo falta mucha cosa. Lo que son los misterios de la vida. Mucha buena gente de las afueras los llevaba en su interior. Vistas las circunstancias anómalas, rebuscando en los mensajes contenidos, la luz se encendió; con dos truenos, buen humor y cooperantes activos, la alegría de un renacimiento multicolor pasó a poblar los ambientes y contento del ninot atribulado.

Dejando aparte la rudeza de la brusquedad, la torpeza de los denuestos aplastantes o las actitudes agresivas; porque no sirven para esta empresa jovial y la contundencia dominadora está fuera de lugar. Las deformaciones extravagantes con el toque HUMORÍSTICO resultarán esenciales para suavizar las expresiones; se convierten en el basamento espléndido del ambiente festero. Las actitudes estrambóticas de la sociedad, los personajes desquiciados, incluso las perversidades, son trasladados con finura artística a la configuración del ninot, que se ríe y provoca la sonrisa con el contraste imaginativo. El humor endulza la crudeza real, mientras la pone al descubierto; es un buen provocador de las ilusiones renovadas.

Siendo figuras inanimadas, estos monigotes falleros cargan, en sus cartonajes y pinturas, una serie importante de significados. Los puros detalles mecánicos del aporte de materiales, almacenamientos y traslados, quedan minimizados por el resto de factores involucrados; traducen un efecto de sumación, captando señales de todos ellos. En las figuras de los ninots se asienta una notable CONDENSACIÓN de las aportaciones humanas. La ideación, diseño, baño artístico, adaptación al ambiente festivo, ráfagas satíricas y cremación final, vienen a concretarse en estos símbolos. Al observarlos, contemplamos en realidad el pálpito antropológico del entorno como trasfondo del bullicio.

Como suele ocurrir con las expresiones artísticas u otras celebraciones populares, ese alejamiento evidente de la precisión de los datos concretos, les confiere indudables ventajas para otros afanes. Permiten la confluencia en su seno de impulsos provenientes de distintas tendencias. Favorecen de esa manera un PLURALISMO en pleno funcionamiento; muy a tener en cuenta a la vista de las andanzas sociales de esta época, no es poca cosa. Limadas las aristas de cada grupo, se potencia el núcleo comunitario tan gratificante para el conjunto de los participantes. Los extremosos deslucen el buen sentido de todo el engranaje; aportan asuntos con orientaciones ajenas e incompatibles con el ninot de ley.

A través de los días, de los años, cargamos con un lastre aturdidor; quién sabe si acabaría adormeciendo la vitalidad natural. Los recursos para aligerarnos de su pesadez son variados; el olvido, el razonamiento o los proyectos ilusionantes, pueden ser algunos de los mejores, si somos capaces de utilizarlos con suficiente coraje. Puestos en la cercanía de los ninots y de las fallas, cobra prestancia el fenómenos de la CATARSIS liberadora; en este caso, incruenta, pero fogosa y ruidosa. Convirtiendo en cenizas a las abundantes tonterías circundantes que tenían pretensiones de posiciones relumbrantes, aunque quedó bien patente su interior ahuecado y necio. ¡Al fuego con ellas!

Cuando son experimentados con fruición tales procedimientos laboriosos y divertidos, originan múltiples interpretaciones y vivencias. Su trascendencia culmina en una clamorosa INVITACIÓN liberadora de tantas monsergas. Es sobre todo un modo de entender el presente, con una potente proyección con amplitud de miras, con las intemprancias reducidas a cenizas.

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