Pese a que las agendas de nuestros teléfonos móviles están llenas de nombres –muchos de los cuales no sabemos a quién corresponden-, tenemos las oportunidad, a lo largo de esta etapa de semi-confinamiento, de recuperar las viejas libretas con teléfonos y direcciones que hemos dejado arrumbadas a lo largo de muchos años. Hagan la prueba y podrán comprobar como se han ido perdiendo en el tiempo familiares, amigos y conocidos de los que pensábamos en su día que jamás íbamos a llegar a ignorar.
Les recomiendo que procedan a realizar este ejercicio y su vida se volverá a llenar de encuentros con personas que les recibirán con agrado y un común sentido de culpabilidad por los años en que este familiar o este amigo se habían perdido en la vorágine de la vida.
Me he propuesto recuperar estas relaciones perdidas de una forma casi metódica. Gracias a Dios no había extraviado ese listín de teléfonos y direcciones –lleno de enmiendas y tachones-, que había ido transfiriendo de agenda año tras año. Ese que un día dejamos arrumbado y sustituido por la fría memoria del celular. Gracias a este ejercicio he recuperado familiares y amigos con los que no había tenido contacto desde hace decenas de años. Esta experiencia nos permitirá recordar un pasado maravilloso, lleno de vida en común y vivir un presente más arropado telefónicamente, que nos permitirá suplir la escasa relación cara a cara con un entorno que nos resulta peligroso debido a la pandemia. Finalmente nos ayudará a confiar en un futuro junto a esas viejas amistades recuperadas. Recordemos aquella canción del 92: “amigos para siempre”.
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