Muchas veces nos hemos preguntado ¿por qué los ciudadanos del continente africano pretenden huir en masa de sus respectivas naciones, en busca de una problemática, desconocida, utópica e insegura nueva vida en el abigarrado, competitivo, cruel y excluyente mundo de la competencia, el arribismo, la lucha por alcanzar el poder y la miseria para los perdedores? Se dice que huyen de las guerras que asolan una gran parte del continente africano; que escapan del terrorismo, la esclavitud y el hambre; que pretenden librarse de los extremismos religiosos de grupos terroristas que viven del exterminio, el robo, la opresión y las violaciones, asesinando a los que no se convierten al islamismo ; en fin, que son seres a quienes la vida les ha negado la posibilidad de seguir viviendo en paz y que, ante ello, se juegan a una sola carta sus posibilidades de supervivencia.
Y ante una situación de semejante gravedad y desgarrada injusticia cabría saber lo que están haciendo estos cacareados organismos internacionales, que tienen asignada la misión de evitar que todas estas situaciones desgarradoras ocurran en el mundo y que disponen de epatantes oficinas con miles de funcionarios y con espectaculares dotaciones económicas, que pretenden concienciar a los ciudadanos del mundo de que existen estas situaciones de hambrunas, genocidios, miseria, traficantes inhumanos, dictadores y asesinos islámicos, pero que, curiosamente, no son capaces de adoptar las medidas, influenciar a los gobiernos de las naciones, denunciar y poner remedio a semejantes injusticias y atrocidades aunque, para ello, debieran renunciar a tanto boato, tanta parafernalia y tantos directivos y funcionarios innecesarios, para dedicar todo este presupuesto a aliviar la situación de aquellos que están necesitados de ayuda urgente.
Después de una serie de años en los que el problema de la emigración de los africanos ha venido afectando directamente a naciones como Italia y España; después de que, desde Bruselas, hayan hecho oídos sordos a las denuncias españolas de asaltos a las fronteras de Ceuta y Melilla por avalanchas de emigrantes y de que, el puerto italiano de la isla de Lampedusa, cercano a la costa de Libia, haya sido protagonista del desembarco de miles de emigrantes que les llegan desde el norte de África, explotados y robados por las mafias de traficantes que les ofrecen trasladarlos a Europa; lo único que se ha recibido de los comisarios de la CE, han sido consejos, reconvenciones o quejas por el mal trato que, presuntamente, se les daba a los que conseguían entrar en España o Italia. Al fin ha sucedido lo que se venía venir, lo que ha sido la espoleta que ha hecho estallar esta bomba de relojería del tráfico, en condiciones infrahumanas, de pobres seres acumulados en bodegas, apretujados en lanchas flotantes y abandonados a su suerte en viejos cascajos incapaces de mantenerse a flote. Miles de emigrantes han muerto en la travesía por la mala mar, por el hambre, la deshidratación, asesinados por personas sin sentimientos para salva sus vidas o vilmente arrojados al mar por yihadistas o musulmanes fanáticos por el mero hecho de ser cristianos.
A Europa ya no le ha quedado más remedio que aceptar que algo impresentable se estaba produciendo en sus fronteras marítimas de su flanco sur. A regañadientes, desde Bruselas, han tenido que admitir que en el Mediterráneo se estaba produciendo una verdadera matanza a causa de una trata inhumana de personas que pretendían entrar, de la manera que fuese, en la UE. Miles de personas ahogadas o asesinadas no podía ser escondida a los ciudadanos europeos y el clamor que se ha producido, unido a las amenazas de Italia y España, han obligado al Parlamento Europeo a tomar cartas en el asunto.
Hete aquí que a alguien, en Alemania, se le ocurre un plan que, en teoría podría servir para acabar con semejante tráfico humano. La señora Merkel propone que se actúe contra los traficantes que, desde Libia, con sus barcos poco menos que inservibles y de una sola singladura, permiten que multitudes de emigrantes den el salto a Lampedusa o Sicilia. Actuar militarmente para destruir, en la franja marítima de Libia, los emplazamientos de los traficantes y sus barcos. La segunda parte de la propuesta: recoger a “los que pidan asilo” para, más tarde distribuirlos entre los distintos países de la UE, de acuerdo con un baremo en el que se tenga en cuenta el PIB de la nación; su riqueza, su tasa de desempleo y las solicitudes de asilo que recibe. Se ha determinado que las dos rutas de los refugiados que huyen de Siria parten de Turquía: la una a través de Egipto recorre el norte de África hasta Libia (que cruzan a Italia) Argel y Melilla y la otra, partiendo de Turquía atraviesa el Mediterráneo para llegar a Argel y de allí a Melilla.
La acogida, en Europa, sólo se contempla para los que huyan de guerras y soliciten por razones de seguridad el asilo político; los que sean emigrantes que no tengan tal excusa serán recibidos, atendidos y devueltos a sus países de origen. Un dato, según parece, que nos perjudica a España, el que hasta ahora no hemos sido de los que hayamos tenido más demandas de asilo, pero sí hemos recibido a muchos inmigrantes por otras causas. El sistema propuesto por Bruselas valora mucho el PIB de cada nación y la población, sin embargo el peso de la tasa de desempleo, en cuanto a reducir la cuota, tiene menos influencia. España ha sido penalizada con un 9’1% del total (sobre unos 20.000 según la ONU) de la cuota europea. Evidentemente nuestro Ejecutivo ha protestado y con razón, pero también muchos otros países europeos que se han sentido perjudicados.
En todo caso pensamos que todo ha sido un mero tinglado para justificarse de que se hace algo, porque era evidente que se iban a suscitar estas discusiones que, como es evidente, van a retardar si no a dejar sin efecto la aplicación del plan. Si tenemos en cuenta que Libia ya ha rechazado la intervención de la fuerza de intervención europea y cualquier acto de intervención militar en aguas territoriales tiene que ser aprobado por la ONU, lo que es lo mismo que pedir un imposible si se tiene en cuenta que Rusia, con facultad de veto en el Consejo de Seguridad, se opondría a cualquier acción militar de este tipo en el Mediterráneo; tendremos que convenir que, todo este artificio, más parece un Brindis al Sol para salvar la cara, o sea, aparentar que intenta hacer cosas y que, al final, todo queda reducido a una más de estas tomaduras de pelo que se nos hacen a los ciudadanos por parte de los políticos.
En todo caso, es ridículo que, a una nación como España, con 4.500.000 parados registrados en el INEM, pudiera pedírsele que aumentase su problema de desempleo aumentando el número de los aspirantes a una ocupación, cuando no puede hacerlo con sus ciudadanos oriundos. Existen países en Europa donde el desempleo es menor, el número de habitantes por kilómetro cuadrado inferior y que no han estado sometidos al acoso constante, como el que hemos estado sufriendo los españoles en nuestra frontera con el continente africano.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que, a los países del sur de Europa, hay naciones del norte de la CE que piensan que están por encima de nosotros y que, en consecuencia, piensan todavía como países coloniales que fueron, que están en su derecho cuando intentan cargarnos con los “marrones” que a ellas les incomodan. Por fortuna ya ha pasado aquel tiempo en que estuvimos al borde de la bancarrota y, ahora, estamos en condiciones de defendernos y poner los puntos sobre las íes a quienes pretendan abusar de nosotros. ¡Faltaría más!
|