Hace un mes, un devastador terremoto de 7,8 de magnitud en la escala
Richter destruyó las casas de más de 2,5 millones de nepalíes. Ahora
comienza una carrera para construir alojamientos temporales antes de
que lleguen las lluvias del monzón en junio. Pero reconstruir casas en los
distritos rurales arrasados, a los que siguen golpeando réplicas, también
significa encontrar medios para reconstruir vidas que han quedado en el
limbo.
Las casas derrumbadas han enterrado los suministros alimentarios de los agricultores y
sus herramientas y han aplastado muchos de sus búfalos, cabras y pollos.
Malasia. Es aquí, en medio de los escombros de las incontables aldeas y localidades, que
el nuevo futuro de Nepal se moldeará.
LA PROFESORA DE ESCUELA
Prakiti Timalsena, de 25 años, creció en la localidad de Jhankridanda, de 3.000 habitantes
y a tres horas en coche en las montañas al sur de Katmandú. Su familia poseía la casa
más grande, construida en un saliente junto a la carretera principal. En la planta baja, su
madre tenía una tienda de cosméticos, y su tío gestionaba un ultramarinos y un pequeño
hotel para viajeros.
Prakiti, profesora de escuela, estaba estudiando un máster en lengua nepalí en Patan.
Ahora, el terremoto ha destrozado no solo su casa, sino también todos sus sueños. Ha
dejado de ir a clase y ha regresado a su localidad para ayudar a reconstruir. Su padre
murió hace tres años y su hermano es temporero en una cantera. A mitad de su historia,
rompe a llorar. Como muchos en Nepal, todavía está en estado de shock.
"Ya no puedo pensar más. Todo se ha ido y debo empezar de cero. Mi casa ha
desaparecido. Mi búfalo y nueve cabras han muerto. Yo estaba en Patan cuando golpeó el
terremoto. Tomé un taxi, pero solo me llevó a Ring Road (menos de una milla). Esperé hallí
durante horas hasta que un vecino llegó con un pequeño camión para llevarme a mi
localidad".
"Durante los primeros cinco días, no me podía mover. Simplemente me senté aquí al lado
de la carretera. El segundo díatras el primer terremoto, llovió. No teníamos ninguna lona,
nada. Pero lo único que podía hacer era sentarme aquí y decirme: '¿por qué no pensé en
comprar una lona en Patan, cuando ocurrió el terremoto?'".
"Ahora voy a construir una pequeña casa de piedra de solo una planta. Ayer una
excavadora vino y retiró algo de escombros. Encontré mis documentos, mi carné de
identidad, mis certificados educativos. Pero mi madre perdió su tarjeta de ciudadanía. Ni
siquiera encontré una cuchara o una olla".
EL AGRICULTOR
Jagat Thing, de 42 años, es un agricultor pequeño y enjuto con las manos endurecidas por
el trabajo y una sonrisa que inspira a los niños de la localidad a seguirle. Cuando se
produjo el terremoto, su familia se apresuró a salir de casa y dirigirse al maizal cercano.
Jagat regresó a su casa tambaleante y sacó a su madre anciana por las piernas. Uno de
sus dos hijos trabaja en Malasia. Desde el seísmo, Jagat ha construido dos refugios: uno
para sus animales y otro para su familia. Una ONG local le dio una tienda de campaña y
consiguió salvar los tambores tradicionales de la familia, que toca para entretener a los
niños. Tiene una tortuga en su casa de chapa para que le dé buena suerte.
"En un primer momento, justo después del terremoto, solo quería llorar. Pero no puedo
conseguir que las cosas vuelvan. Lo que pasó pasó y no podemos cambiarlo. Ahora es el
momento de reconstruir. No tenemos dinero para construir ahora, pero si trabajamos
todos juntos como una localidad, podemos hacer que ocurra".
"Soy pobre, tengo tercer grado de educación pero puedo leer los diarios nepalíes. Mi padre
era trabajador de la construcción y aprendí muchas cosas de él. Por eso fui capaz de
construir rápidamente esta pequeña habitación con el tejado de hojalata de mi vieja casa.
Pero ya no más casas grandes. Todos los aldeanos estamos de acuerdo en ello".
"Les digo a todos los niños que no se preocupent tanto y les cuento las historias que mi
abuelo me contó sobre el gran terremoto de 1934 y todas las réplicas. Es importante que
los niños coman a tiempo y que tengan buena comida. Les digo que no tengan miedo. Les
canto una canción. Les digo que los terremotos vienen y an pero que eso no significa que
la vida se detenga".
LA ACTIVISTA
Nayantara Gurung Kakshapati, de 33 años, es una fotógrafa profesional cuya familia
gestiona una popular casa de huéspedes en Patan. Unas pocas horas después del
terremoto, varios amigos se le sumaron en el Yellow House Bed & Breakfast y juntos
lanzaron el Grupo de Voluntarios del Himalaya de Asistencia ante Desastre.
Como su líder no oficial, Nayantara describe al grupo -más conocido en Nepal como
Yellow House-- como un "colectivo anárquico". A través de redes de voluntarios, así como
de nepalíes en el extranjero que elaboran mapas en directo de las localidades afectadas,
identifica las áreas más golpeadas que no han recibido ninguna asistencia.
Yellow House forma parte de un movimiento más amplio de voluntarios nepalíes que han
estado ayudando a decenas de miles de personas afectadas por el terremoto. Portando
listas con los nombres de localidades, el número de muertos, heridos y necesidades
locales, los voluntarios de Yellow House conducen y caminan durante días para llegar a
localidades en ruinas.
ACNUR trabaja con Yellow House, suministrando lonas de plástico y linternas a las zonas
más afectadas de Nepal. El grupo de Nayantara pronto se centrará en la reconstrucción y
otras necesidades.
"Los donaciones se están reduciendo y ahora necesitamos aclarar nuestras cabezas y
ponernos de acuerdo sobre lo que es más necesario. Nuestro grupo tiene un interés claro
en trabajar en alojamientos a largo plazo".
"Yo personalmente estoy intersada en formación profesional y construcción de
habilidades. Para principiantes, habilidades básicas de construcción pueden alimentar la
generación de ingresos. Para que las personas puedan retomar sus vidas, necesitan una
sensación de dignidad. Ya estamos viendo el problema con solo limosnas. No quiero que
la gente se quede sentada y espere a que les manden las cosas".
“Esto es un colectivo; todo el mundo aporta sus intereses sobre la mesa. Hay un interés
claro en trabajar con niños, en educación, en ayudarles a superar el estrés, la ansiedad, el
miedo”.
EL SOLDADO
El sargento intendente Besh Bahadur Budhatoki, un veterano que lleva 14 años en el
Ejército nepalí, es el oficial almando de los soldados que prestan seguridad a un puñado
de localidades incluida Jhankridanda, a unas tres horas en coche al sur de Katmandú en
las escarpadas y escabrosas laderas del Himalaya.
Procede del distrito de Dholaka, al este de Katmandú, que se vio duramente golpeado por
el primer terremoto y luego por la réplica de 7,3 de magnitud del 12 de mayo. No ha ido a
su casa desde principios de abril. Tras el terremoto, su mujer le llamó para decirle que su
casa había quedado destruida y que 16 miembros de su familia se habían quedado sin
hogar. No sabe cuándo le permitirán abandonar su puesto e ir a ayudar a su familia a
reconstruir.
Desde el primer día, el Ejército y la Policía nepalí han estado en primera línea de las
operaciones de asistencia, especialmente en las localidades. Algunas unidades han sido
enviadas por helicóptero a zonas remotas; otras están desplegadas para limpiar
carreteras enterradas por los corrimientos de tierra, a menudo simplemente con palas y
sus manos desnudas.
En Jhankridanda, los hombres del sargento Budhatoki estaban trabajando con grandes
poleas de bambú para derribar los restos de los muros de la casa. También usan cuerdas
delgadas para tirar abajo las vigas de madera del tejado. Cuando la casa se viene abajo,
quedan envueltos en una nube de polvo y suciedad. Se llevan las hojas de chapa ondulada
rescatadas y las apilan cerca de un grupo de mujeres y niños a los que anteriormente
pertenecía la casa. El sargento Budhatoki pide no ser fotografiado.
“El único objetivo del Ejército nepalí es servir al pueblo. Mis hombres y yo solemos estar
destacados en la localidad de Lele (a dos horas de viaje al norte en 4X4), pero desde el
terremoto hemos estado aquí las 24 horas de los siete días de las semana.
En mi vida, esto es lo peor de lo que he sido testigo. Mis hombres y yo llegamos para
realizar la búsqueda y rescate y conseguimos sacar a algunas personas que todavía
estaban vivas. Pero ahora somos los que derribamos las casas y retiramos los tejados de
chapa.
Es un trabajo peligroso porque los muros que siguen en pie pueden venirse abajo sobre la
gente. Una persona no puede hacerlo sola. Las mujeres no pueden hacerlo solas.
Tampoco pueden hacerlo los ancianos. Hemos ayudado a la gente a sacar alimentos de
debajo de los escombros y ahora vamos a intentar demoler las casas para que la gente
pueda regresar de forma segura y escoger los ladrillos y las piedras que pueden usar para
reconstruir”.
LA ABUELA
Kaili Thapa Magar dice que tenía once años cuando se casó y se trasladó desde el distrito
de Kavre, en el este, a la casa de su marido en la localidad de Kot Danda, en una cima en el
extremo sur del Valle de Katmandú. Se tarda 90 minutos en coche para llegar desde el
centro de Katmandú, y la estrecha y sucia carretera puede ser traicionera durante el
monzón.
A sus 60 años, ella y sus hijos y nietos tenían una cómoda casa de hormigón con una
televisión regalada por su hijo menor, que trabaja en Abu Dhabi. El terremoto arrasó el 90
por ciento de la localidad, donde las casas principalmente estaban construidas por los
tradicionales ladrillos de barro. Kaili, que se convirtió al cristianismo a los 16 años, vive
ahora en una pequeña tienda donada por su iglesia local, mientras que el resto de la
familia vive y cocina bajo una lona de plástico sujetada por postes de bambú.
“Nunca había sentido nada tan horrible como ese terremoto. Tenía tanto miedo. E incluso
ahora estoy asustada especialmente por la noche cuando no estoy tan ocupada y tengo
tiempo para pensar en lo que podría ocurrir. Mi principal preocupación es que no tenemos
un techo sobre nuestras cabezas. Luego recuerdo que no he perdido a nadie de mi familia
y eso me hace feliz.
Antes, solía llevar los animales a pastar, ahora excavo en los escombros cada día. Echo de
menos mi televisión. Echo de menos seguir las noticias de todo el mundo y no he sido
capaz de ver nada de la destrucción en otros lugares de Nepal.
Si tuviéramos buenos líderes, creo que podemos hacer este país un lugar mejor.
Necesitamos hacer de Nepal un lugar en el que los pobres y los ricos tengan estándares
similares de viviendas que no se caigan con los terremotos”.
EL SOSTÉN DE LA FAMILIA
Raj Kumar Tamang, de 28 años, nació en Jhankridanda, pero como muchos jóvenes de
Nepal se esforzó por encontrar trabajo. Hace cuatro años viajó al extranjero y aterrizó en
un trabajo como vendedor en Bahréin, y comenzó a enviar muchas de sus ganancias a
casa.
Tras el terremoto, su empresa le dio quince días de permiso de emergencia. Regresó el 7
de mayo, pero donde solía estar la casa de su familia encontró un amasijo de ladrillos y
piedras. Su hermano mayor trabaja en Arabia Saudí, pero no ha podido conseguir un
permiso de sus jefes. Raj Kumar es ahora responsable de otras once personas, incluido su
padre, su madre y su mujer embarazada. Se pasa horas cada día sentado sobre un muro y
contemplando su pasado.
“Ahora no tenemos dinero, pero soy responsable de mi madre y mi padre. Mi padre no deja
de decir que tengo que recordar que estamos todos a salvo y que nos tenemos unos a
otros. Pero también estoy muy triste. ¿Ves aquella televisión en las rocas? La traje a casa
desde Bahréin el año pasado. También compré a todos un móvil. Ahora ya no están, han
quedado enterrados en esta suciedad.
Mi primer hijo nacerá pronto. Su vida será muy dura. No sé cuánto tardará mi vida en
volver a ser como era antes. Pero mi padre siempre me dice: 'estamos vivos, eso es lo que
importa. Debemos mirar hacia delante, no hacia atrás'”.
Esta historia ha sido producida por Donatella Lorch para ACNUR. Donatella es una
periodista freelance que vive en Katmandú, Nepal. Ha sido corresponsal de 'New York
Times', 'Newsweek' y NBC News y ha cubierto las guerras y emergencias en el sudeste
asiático, África, Europa y Oriente Próximo. Donatella Lorch ha ganado diversos premios
por sus reportajes sobre Afganistán y el genocidio ruandés y por la cobertura de las crisis
de refugiados.
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