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Vértigo reconfortante

En el remolino frustrante hemos de cuidar los brotes reconstituyentes de la buena sociedad
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 14 de mayo de 2021, 12:06 h (CET)

La libertad resulta azarosa, oscila desde el riesgo a la ventura, confiriendo extrañas IMPRESIONES a los diversos recorridos vitales. Las esferas donde se desarrolla por el amplio mundo no son idénticas, cualquiera lo puede ver. Áreas ampulosas en las cuales la libertad asemeja un desbordamiento descontrolado, arrollador de cuanto encuentra a su paso. En otros sectores muestra el ejercicio comedido de una adaptación laboriosa. Sin faltar el gran número de gente constreñida a los mínimos escarceos, a duras penas persiguiendo la supervivencia. El muestrario adquiere dimensiones enormes. Una de las condiciones apremiantes hace referencia a qué libertad estemos practicando.


Los azares en pequeñas dosis, surgidos de vez en cuando, se asimilan al tenor de las actuaciones diarias, como un elemento sumado a esa experiencia. El asunto se complica cuando se acumulan las novedades sin tiempo para su valoración. En esa línea, las características de los ambientes actuales adolecen de dicha acumulación de impresiones, con el añadido de la aceleración constante de los eventos; confluyen en una menor comprensión de los fenómenos. En esa medida en la cual se pierde la mínima ilación para entender la existencia, se produce nuestra entrada en situaciones VERTIGINOSAS, pasamos entre los aconteceres como entes ajenos a las sucesivas avalanchas, participamos como transportados sin conocer transportista.


Atraídos por cuanto sucede en el entorno, no damos abasto. Caprichosas decisiones de los gestores de turno con graves perjuicios para la ciudadanía, algaradas agresivas en sintonía con hechos delictivos, frivolidad de las declaraciones a través de los medios que nos llenan de confusión, medias verdades y mentiras enteras. Ese ritmo de los avatares cotidianos transforma a las personas en entidades menguantes frente al monstruo engendrado por la movida. Ese aislamiento progresivo nos aboca, como mínimo, a la tristeza, a la apatía, reflejadas en la INDOLENCIA social emergente entre los ajetreos. Tiene su lógica en el curso de semejantes agitaciones, las vibraciones particulares pierden su espacio.


Los efectos contraproducentes derivados del acelerado carrusel no se limitan a esa marginación apática, pasiva ante la viveza de los acontecimientos. Como personas nos mantenemos con otros muchos alimentos; dichos recursos no garantizan soluciones mejores, pero explican determinadas reacciones. Uno se puede volver hacia la NOSTALGIA cuando se ve fuera de la rueda social; pero no deja de ser un retroceso basado en el pasado, con los recuerdos activados. Ese elemento retrospectivo tampoco incide en el imperioso mecanismo comunitario del momento, no deja de ser un retraimiento particular inútil, en cierto modo paralizante, fuera del engranaje.


Las percepciones comienzan a desperdigarse por la referida falta de conexión con respecto a las características del funcionamiento predominante en sus ambientes. Puede aparecer enfado por las situaciones creadas, el odio aun indeterminado, el padecimiento de ciertas consecuencias más concretas, la misma ausencia de proyectos propios; aunque no se vislumbre hacia donde dirigir esas sensaciones. Surge el DESCONTROL manifiesto con un efecto de muñeco saltarín desasistido, con desconocimiento radical sobre posibles puntos orientativos. Son la expresión de una fase destartalada desde su origen, con brotes estrambóticos de imposible clarificación, con absoluta carencia de rumbo.


El desafío de las circunstancias se agranda por la serie de actuaciones desmañadas que los llamados agentes sociales hemos añadido al cotarro. Comprobamos en las espaldas propias el pesado reflejo de una notable acumulación de despropósitos, de difícil asimilación vista la grandeza de las inteligencias funcionantes. Parece accesible una mejor utilización de los recursos, por otra parte muy abundantes. Se huye de las tareas deseables para una convivencia confortable. Mientras asistimos a una escandalosa ESCAPADA ante el asunto principal. Sin ningún motivo convincente, las proyecciones se disparan con un ritmo inaudito, se suceden presiones, predominando las divergencias descontroladas.


En estas huidas precipitadas, las comunicaciones tienden a simplificarse, cuanto menos tiempo requieran será menor el impedimento; la brevedad expresiva impondrá su potencia sobre las prolongadas actitudes reflexivas. Por esa fuerza, los razonamientos argumentados ceden protagonismo a favor de la idea o de la palabra escueta. Escapamos por tanto con una suerte de AFORISMOS, al son de sus expresiones concisas. Con la prisa, esa configuración deforma también el sentido. Tengo derecho pasa a ser propio, mientras el deber cae en terreno ajeno. La ética es más sencilla, sólo particular. Pasa algo parecido con las verdades, ya no se considera necesaria la dialéctica discursiva para comprenderlas.


La vinculación orgánica con el resto del mundo es una característica humana no negociable; negarla no supone prescindir de ella. El proceso evolutivo es natural, con las numerosas variaciones acumuladas. Ese trasiego no permite la calma por estar sujeto a cambios constantes, pendientes de su asimilación. El acelerado ritmo actual nos enfrenta a las inquietudes con mayor premura, exenta de la NATURALIDAD necesaria. Asistimos a un progreso genial en muchas facetas. Pero hay otros aspectos que avanzan con lentitud, creando un evidente desasosiego coherente con la diversidad. También hay retrocesos notorios. La tarea primordial es la adaptación creativa en ese desequilibrio.


La nostalgia, los lamentos e incluso las inquietudes, por sí mismos no aportan ventajas al panorama social. Sólo la proyección creativa centrada en unos comportamientos trascendentes bien orientados adquiere visos de logros gratificantes, sea con ritmos lentos o rápidos. La sensibilidad será una cualidad fundamental para los trabajos favorables a la idea COMUNITARIA, a su través se alcanzarán también los beneficios individuales simultáneos. Quizá convenga hablar menos del ajetreo ambiental. En cualquier sector es imperativo contar con los mejores criterios adaptados a la situación del momento; no valen las excusas conducentes a las actividades impulsivas distanciadas de los oportunos controles.


No nos queda otra, dedicarnos a la constante DESTILACIÓN de los valores requeridos para la mejor vida posible. Aquellos aceptados hoy, pueden rechazarse en épocas distintas. Pero no se puede funcionar con acierto sin los valores considerados básicos. El pluralismo se ve obligado a colaborar en esa selección. También en esto, el negacionismo aboca al desastre anárquico sometido a la fuerza bruta.


Nos vendría de perlas el aprovechamiento de la inestabilidad actual para soslayar cualquier pretensión uniformista con sus cargas retrógradas, sin caer en los uniformes progresistas con el disfraz demagógico y las conductas totalitarias. Sería por tanto RECONFORTANTE aunar aquellas disposiciones trascendentes mencionadas, en aras de una sana participación de la ciudadanía sin los iluminados de pacotilla.

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