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Cualidades aisladas

Rafael Pérez Ortolá
jueves, 20 de agosto de 2015, 22:00 h (CET)
Precisamente por la frecuencia de sus presentaciones, nos permiten la apreciación de una flagrante inconsistencia cuando pretendemos valorarlas como entidades aisladas del conjunto de la persona. Los intentos de desmigar la personalidad humana rozan de manera simultánea la FANTASÍA y el ENGAÑO. Porque dicha fragmentación es irreal, cada sujeto mezcla proporciones inusitadas de sus componentes, que nadie conoce a fondo. A lo cual, deberemos añadir las variaciones dinámicas según la ocasión de que se trate. El fraude de la fragmentación excluyente es manifiesto, queda muy alejado de la realidad.

Uno de los excesos contemporáneos implanta sus efectos hasta extremos insospechados, cualquier salida de tono o malestar acentuado viene definido por diagnósticos psiquiátricos rimbombantes. En su profusión, desdibujan la NORMALIDAD psicológica de la inmensa mayoría; normalidad que incluye tristezas, arrebatos, apasionamientos, enfados, sin trastornos mentales significativos. La psiquiatrización de cualquier desvarío suena a excusa eximente de responsabilidades o la búsqueda de remedios mágicos (farmacológicos) para todo desajuste. El panorama actual da que pensar con tanto trastornos y poca responsabilidad. Habrá que salvar la normalidad, como dice el psiquiatra Allen Frances.

En este asunto, la justa medida debe ayudarnos en el cuidado de las cualidades normales. De lo contrario, transformaremos la convivencia en una confrontación de gente irresponsable, por que los desmanes derivarían de tratamientos defectuosos o de la enajenación mental. Y esa no parece la auténtica situación de la mente humana. La capacidad decisoria dentro de la normalidad es muy amplia; la bondad y la maldad recorren caminos diferenciados dentro de ella., les guste o no a los protagonistas que se sepan sus verdaderas tendencias. Sobre todo si generan daños de consideración. La táctica evasiva debe llamarse por su nombre.

Con frecuencia tratamos de catalogar a una persona por sus condiciones; en algunos casos definimos pronto su perfil, que cuesta de precisar en otros. Solemos decir que tienen CARÁCTER o no, en un afán simplificador de tintes un tanto equívocos. Empezamos por que ese carácter puede referirse a su forma de actuar rotunda e impetuosa, quedando muchas otras características al margen. Su sentido abarca también a la gente de mente bien amueblada y de decisiones coherentes. O puede incluir a los sujetos de carácter perturbador. Permanecen subyacentes las numerosas cualidades de los sujetos que no fueron tenidas en cuanta para la valoración, sea por desconocimiento o por intereses varios.

Por lo tanto, habremos pergeñado una aproximación muy limitada sobre el conjunto de esa persona. Ya son dos las cualidades comentadas. Con ellas por delante, detectamos enseguida las notables CARENCIAS de valorarlas por separado, incluso si juntamos las dos referidas, normalidad psicológica y carácter consistente. ¿De qué serán capaces estas personas? Tiempos corren que realzan la pertinencia de la pregunta. De normales y bien caracterizados, hemos visto desprenderse graves desmanes. Necesitamos juntar nuevas cualidades para atemperar los desvarios. Pienso que no les vale la excusa psicológica ni el recurso de endebles de sus entendederas. ¿Conocen ustedes algún ejemplo al respecto?

La siguiente disyuntiva es expresiva. ¿Somos lo que hacemos? ¿Somos el alma en su integridad? ¿Cuál es esa integridad? Del ser al hacer va mucho trecho, como lo averiguamos a diario. Resumo en el concepto eso que somos, lo evidente y lo escondido, con un predominio notorio de aquello que desconocemos. El ALMA vendría a condensar ese resumen que nos representa. La expresión de ese conjunto refleja la calibración principal del sujeto en cuestión. Por lo dicho, la totalidad de su conocimiento será inalcanzable para los demás y no dudaremos de que para uno mismo también. Estamos ante un ejemplo claro de las carencias propias para comprender los vericuetos de las cualidades humnas.

El contenido de ese pozo sin fondo está siempre abierto a las sorpresas, por sus manifestaciones inauditas. Dentro de las cuales surge desde lo previsto a lo inverosímil, versiones deliciosas junto a barbaridades rabiosas. De donde colegimos las VARIABLES imprevisibles de cada vida. ¿Hasta qué punto serán controlables? Ni valorando en conjunto a la persona tendremos disponible el abanico de sus futuras excentricidades. Al revés, ceñidos a la contemplación de sus ideologías, criterios preestablecidos, fijaciones; descuidaremos la atención sobre las actitudes concretas en cada momento, en las que intervienen factores diversos, éticos, morales, pasionales, vicios, perversiones, en un listado de trazos dirigidos al infinito.

Otra disyuntiva exasperante, en este asunto de las características humanas, gira en torno de la atención prestada a las cualidades SUBYACENTES, las que no vislumbramos a primera vista. Abunda la gente habituadaa contar únicamente con aquellas propiedades expuestas a la contemplación general. Su defecto principal es el de ser excluyentes con respecto a las condiciones menos visibles; con un efecto de especial gravedad en los ámbitos educativos, dedican los esfuerzos a las tendencias llamativas, mientras las cualidades menos aparentes de los jóvenes son descuidadas. El reinado de las apariencias deja ofuscadas otras posibilidades. Desdeñan una parte importante del potencial humano.

Vencidos por las dificultades cotidianas, caemos en numerosas emboscadas, que por evidentes, debiéramos haber evitado. Engreidos de esa INTELIGENCIA del homo sabelototus, perdemos la noción de las limitaciones. Los diversos tipos de inteligencia ya nos ponen en dificultades. La potente capacidad para la lingüística puede acompañar a torpezas en la lógica; el muy inteligente científico, ejerce de estúpido al menor descuido en el trato con la gente. La mente diferencia la sensibilidad musical, el lenguaje corporal o las peculiaridades de los razonamientos propios. La diversidad les convierte con frecuencia en elementos aislados en perjuicio de los resultados obtenidos.

Vamos cargados de imperfecciones, eso lo sabemos de sobra. En consecuencia, a base de normas y coacciones, tratamos de evitarlas en unas elaboraciones comunitarias englobadas en los valores CULTURALES adquiridos. Adoptan el formato de leyes, instituciones o simples costumbres acendradas, en una posición situada por encima de las iniciativas personales.

Las personas ejercen su papel con importantes limitaciones, pero desde un conjunto inseparable de cualidades difíciles de comprender reunidas. La incertidumbre planea sobre cualquier conclusión. No cabe duda de esta inquietud, plena de angustias e inseguridades. Mas no nos engañemos, los pronunciamientos colectivos padecen las mismas limitaciones, acrecentadas por la suma de inclongruencias. Lo cual nos retrotrae al denominado “honor de la contingencia”, que nos conduce a la REIVINDICACIÓN de un máximo respeto por las decisiones personales, aun las erradas.

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