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¿Merece la pena experimentar?

Octavi Pereña
Octavi Pereña
jueves, 24 de enero de 2008, 07:37 h (CET)
A quienes nos complace la «monotonía conyugal» nos ha cogido por sorpresa la aparición en los medios de comunicación de dos palabras inglesas: «swinger», persona muy mundana, asidua a las fiestas, que no tiene inhibiciones sexuales y, «swinging» de vida alegre. La presencia de estos vocablos en los medios de comunicación está relacionada con la multiplicación de locales, 600 en Europa y 400 es los Estados Unidos, en los que se practica «swinging».

Los profanos en la materia, los que desconocemos lo que se esconde detrás de estas expresiones, Josep Lobató nos saca de dudas en su escrito “Te presto a mi novio”. Esta es la descripción que nos hace. “Parece ser que el intercambio de parejas es una cosa oscura y oculta pero la práctica está tan extendida que los más modernos en este ámbito ya utilizan la palabra inglesa que la designa: «swinging». El término es muy amplio: besarse, manosearse, tener sexo oral e incluso penetración con otra persona mientras tu pareja mira o participa . Esta es la base del «swinging». Y como todo, después le siguen las variaciones. Siempre se ha creído que las parejas que participan en ello son personas raritas. Nada más lejos de la realidad, según nos explican algunas Webs sobre «swinging». Los aficionados al intercambio de parejas son “personas de clase media alta, emocionalmente maduras y con una excelente relación de pareja”. No termino de entender eso de que quienes participan en este juego sean “emocionalmente maduras y con una excelente relación de pareja”. Lo pueden afirmar, pero no lo creo.

Las novedades cuestan implantarse. Cuando se ha sembrado la simiente innovadora , es cuestión de tiempo su multiplicación. Serán muchas las que como Ana se sienten insultadas cuando sus esposos les proponen el intercambio de parejas. Después, soñando “se ven haciendo el amor con otros hombres y masturbándose mientras sus maridos miran”. Al final son ellas las que toman la decisión de ir al club. Algo falla en este comportamiento cuando se tienen que hacer tantas majaderías para hacer creer que se está al día, que se es moderno y progresista. Dios ha creado al hombre para la monogamia. Un hombre y una mujer juntos toda la vida. El pecado ha distorsionado este principio abriendo la puerta a la poligamia, al divorcio, al adulterio, a la homosexualidad y a la que parece ser una vieja práctica rebautizada con el nombre «swinging», de cuño reciente.

El libro de Proverbios, con su lenguaje poético, tierno y entendedor, exalta la monogamia: “Bebe el agua de tu misma cisterna, y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus fuentes por las calles, y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean para ti solo y no para los extraños contigo. Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre” (5:15-19).

El experimento del «swinging» puede hacerse en nombre de la modernidad y de la liberación sexual, en el fondo, pero, es la evidencia de que en el matrimonio no existe harmonía, que ha sido un fracaso, de que no se ha llegado al hecho que dos carnes se conviertan en una sola carne. La inexistencia de unidad espiritual es la causa de la insatisfacción sexual, mal contentamiento que promueve la búsqueda de nuevas sensaciones que suplan lo que le falta al alma. Un retorno a Dios por la fe en su Hijo Jesucristo es lo que pone en su sitio el desorden espiritual, devolviendo la satisfacción perdida, lo cual evita que se tengan que hacer experimentos que no proporcionan la felicidad que se busca, todo lo contrario, la aleja porque la experimentación de novedades de muy dudosa reputación lo que hace es alejar a quien lo hace de la fuente de la dicha.

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