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Rompesuelas, beneplácito y calma ante la tortura

Un puñado de hombres que linchan y un alcalde que los protege
Julio Ortega Fraile
viernes, 4 de septiembre de 2015, 06:08 h (CET)
Comienza septiembre. Lo hace para ti, lo hace para mí y también para una criatura inocente, pero mientras tú y yo lo acabaremos ella no podrá porque justo en su mitad será torturada, sin prisa y salvajemente hasta la muerte. Y cuánta no será su inocencia y falta de responsabilidad que ni siquiera lo sabe. Yo creía que todo condenado tiene derecho a conocer las razones de su veredicto y el contenido de su sentencia, yo suponía que para que se aplicase una pena era imprescindible que existiese un delito probado, pero estaba equivocado. Imagino a un niño de tres años cuya única fechoría ha sido nacer mientras lo atan a la camilla de una cámara de gas y él sonriendo, ¿será un juego? Pienso en RompeSuelas cruzando el puente sobre el Duero en dirección a la Vega de Tordesillas, ¿será la libertad? Y ahora es cuando toca que los que se acuerdan de los vientres abultados de los pequeños de Biafra como reacción a la repugnancia por el crimen del león Cecil, me insulten y demonicen por nombrar a un crío en un texto sobre el Toro de la Vega.

Ojalá desapareciese del calendario el segundo, el maldito y segundo martes de septiembre con toda su carga de locura, ignorancia, violencia e iniquidad. Llenamos el almanaque de “días de…” en un alarde de progreso y tolerancia haciendo peinetas por la espalda al reaccionarismo y a la intransigencia, pero al tiempo reservamos y blindamos no uno sino muchos para la práctica de un ensañamiento primitivo porque y en este caso, tras quinientos años ya es tradición. Y con eso es suficiente para preservar lo que celebrado en otra fecha en el mismo lugar o en otro lugar en la misma fecha sería considerado un delito. ¿Tiene sentido?, no, es un extravío perverso de la ética, de la ley y de la razón.

Quisiera poder cerrar mis ojos, al igual que otros tapian su conciencia, su corazón y su inteligencia, la noche de ese lunes y despertarme la mañana del miércoles habiendo transcurrido tan solo ocho horas, porque hay realidades ante las que incluso las pesadillas enmudecen derrotadas y en las que las arcadas se acompasan a los estertores de la víctima y las lágrimas al babear de sus verdugos.

Desearía que os tragase la tierra el día 14, lanceros, también a ti, alcalde José Antonio González Poncela, para escupiros el 15 ahítos hasta el alma, si es que la tenéis, de coágulos de sangre de todos los toros que la derramaron en ella por vuestra culpa. Cómo me gustaría, Tordesillas, que concentraras en tus calles y en tu ribera a España entera ese martes que es de gloria para un puñado de psicópatas y de dolor y terror para un animal al que criaron, vendieron y compraron para convertirse en un acerico de lanzadas feroces, en el envoltorio de los nervios, músculos y huesos donde a veces se traba la hoja de la pica mientras un canalla, a golpe de tirones e insultos, intenta arrancársela del cuerpo para volver a enterrársela en él.

Quienes ignoran por despreciar y quienes callan por otorgar deberían estar atados a medio metro de cada lanzazo para no perder ni un detalle de las heridas de ese toro, para que les salpicaran sus hemorragias y escuchar sus quejidos, para ver sus ojos y no olvidarlos jamás. El desdén y el silencio son libres pero cuando se refieren un acto autorizado y execrable, si se mantienen, que lo hagan al menos acompañados de la experiencia directa de sus consecuencias. No se nos puede exigir, como sociedad, el cumplimiento de la ley incluso si se ignora pero eximirnos del pleno conocimiento de las atrocidades que esa misma ley permite.

Ya es septiembre pero RompeSuelas no lo sabe, tampoco que va a morir dentro de dos semanas después de un sufrimiento inimaginable. Él no lo sabe porque es un toro pero nosotros sí porque somos humanos, de la misma especie que se lo causará. Humanos en un país del primer mundo, humanos de 2015, modernos y con la boca siempre llena de palabras como justicia, paz o igualdad, pero humanos que en su inmensa mayoría callan porque no va con ellos, porque no son ellos o sus hijos la víctima, porque ocurre lejos, porque no lo ven ni oyen, y porque aunque no les guste ya se encargarán esos de los derechos de los animales de hacer algo, ¿no? Humanos que dormirán muy tranquilos la noche del 14 de septiembre e igual de serenos la mañana del 15 estarán trabajando, comprando o tomando el vermouth a la misma hora que RompeSuelas agoniza. Ya guardarán, si eso, una mueca de asco y una frase de reproche para el telediario de la comida cuando salga la noticia. Y a seguir, ellos a su calma moral, los lanceros a limpiar sus lanzas de sangre hasta el próximo septiembre y RompeSuelas a nada. La noche de ese martes le llegó al mediodía, y para ese toro, como para tantos cientos de toros linchados despacio en cada Tordesillas de esta España donde la tortura es legal según dónde y cuándo, ya no amanecerá.

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