Ya ha cumplido treinta años de alternativa. Y ahí sigue dando lecciones de seriedad, buen hacer, vergüenza torera y sentando cátedra de una de las profesiones más difíciles y peligrosas relacionadas con el espectáculo que existen en el mundo.
Escribo, aún emocionado, a las pocas horas de haber disfrutado por Canal Sur Televisión, la retransmisión de la corrida de toros celebrada el domingo 29 de agosto de 2021 en la bonita plaza de toros de Cabra (la más antigua -dicen- de la provincia de Córdoba). El cartel lo formaban, mano a mano, Finito de Córdoba y Daniel Luque; y los toros lidiados eran de tres ganaderías: La Quinta, Fuente Ymbro, y Núñez del Cubillo; los seis ejemplares tuvieron una gran calidad y, aunque merecieron -a mi juicio- más premios por parte del palco presidencial, hubo una vuelta al ruedo y un indulto. Luque, tras una ovación en el primero, obtuvo dos orejas al segundo y una al tercero. Finito, obtuvo una oreja en el primero y en el segundo y dos orejas y rabo (simbólicos) en el tercero, que fue el indultado.
Y ahora voy a explicar el porqué del interrogante del título. Juan Serrano Pineda, Finito de Córdoba, aunque nació circunstancialmente en Cataluña, siempre se ha considerado cordobés y, como reza el dicho, se es más de donde se pace, que de donde se nace. Él se ha hecho torero a la sombra del mundo de la tauromaquia cordobesa y, para acallar dudas, la “ciudad de los califas” forma parte de su nombre artístico.
Por otro lado, Córdoba (que gracias a Dios no es antitaurina) lo tiene como hijo, igual que la mayoría de cordobeses de nacimiento o de adopción. Siendo así y teniendo nuestro torero treinta años de alternativa y siendo la representación más genuina del toreo puro, creo que tiene merecimientos suficientes para proponerlo para ser el “sexto califa” haciéndole así justicia; y para demostrar que Córdoba sabe reconocer los méritos de sus hijos. ¡Ay, si fuera sevillano!
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