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La bicicleta como signo de progreso

Sergio Brosa
Sergio Brosa
lunes, 11 de febrero de 2008, 23:18 h (CET)
El impulso artificial que algunas municipalidades como la de Barcelona están dando a la bicicleta nos hace reflexionar sobre si este fenómeno representa un avance o por el contrario pueda representar un retroceso en la evolución natural de la sociedad desarrollada.

El ciclismo urbano es un hecho que viene desarrollándose, impulsado no se sabe muy bien por qué o por quién, en los últimos años en ciudades tan poco preparadas para incluir bicicletas entre su tráfico rodado, muy denso ya de por sí, pero que tampoco se esponja con las bicicletas, sino más bien representa un serio peligro para los velocipedistas que gustan de hacerse notar en las calles, en la mayor parte de los casos por desoír las más elementales normas de circulación, atentando severamente contra la integridad física de tan aguerridos usuarios de la vía pública, reservada al tránsito de vehículos a motor que deben cumplir severas directrices para el mantenimiento del orden y la coordinación de tantos usuarios. Los peatones no circulan por la calzada reservada a los coches y los patinadores no debieran hacerlo tampoco. ¿Por qué sí los ciclistas?

Uno pensaría que asociaciones como las de amigos de las bicicletas son personas amantes del aire libre, el ejercicio físico, la naturaleza, la amistad y cosas por el estilo. También a mi me lo parecía hace años, hasta que un domingo tuve que atravesar una cabalgata interminable de bicicletas que paseaban con autorización municipal, desenfadadamente al parecer, hombres, mujeres y niños (no sé si familias) y tratando de no incomodar a los participantes, aprovechando que los componentes de la comparsa pasaban muy esponjados, crucé entre ellos si tocar ni ser tocado por ninguno, pero bajo un chorreo de insultos que me devolvieron a la realidad de que no se trataba de ninguna reminiscencia del movimiento hippie, pues su animadversión fue manifiesta. Al parecer habían de imponer su afición al pedaleo al resto de ciudadanos, reafirmando el poderío que de por sí no tiene una bicicleta, salvo que se reúnan por miles de ciclistas, impidiendo expresamente que los peatones cruzásemos a la otra acera, aunque pudiéramos hacerlo sin interrumpir tan fundamental manifestación.

Ahora es moneda corriente leer en la prensa cotidiana altercados de peatones con ciclistas; ciclistas con vehículos de motor y quejas de todos porque los ciclistas, en su gran mayoría, no respetan las normas de circulación que han de observar aquellos que pagan impuestos por circular, seguros y llevar abrochado el cinturón, puesto el casco homologado y cosas así que la municipalidad no exige a los ciclistas, en un alarde adicional de dejadez de su función de policía, entendida ésta como el buen orden que se observa y guarda en las ciudades, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno.

El Ayuntamiento de Barcelona se inventó el Bicing (sistema público de alquiler de bicicletas estacionadas en multitud de puntos de la ciudad) como un modo de movilidad urbana, al permitir tomar una bicicleta en una estación y dejarla en otra distinta. Actualmente hay 200 estaciones y se prevé que habrá 400 en el próximo verano. El éxito sorprendió al propio ayuntamiento; los turistas dejaron de alquilarlas a los comerciantes y por mucho menos dinero, paseaban a sus anchas por la ciudad en las bicing municipales. Parece que eso se ha corregido, pero no tanto como dicen, a juzgar por la de guiris que se ven en bicing. Y evito preguntar a los comercios de bicicletas por el éxito del bicing. ¿Éxito para quién?

Lo que desde luego se desconoce es el coste de este servicio al erario municipal; mantenimiento; reposiciones; pérdidas; hurtos, etc. Nos maliciamos que una gran parte de este “servicio ecológico de movilidad” corre por cuenta de todos los ciudadanos, para el goce y disfrute de unos pocos; aunque sean más de 100.000 los abonados. Habría que conocer las balanzas fiscales de este apartado también.

En este tiempo que nos ha tocado en suerte vivir de supuesto cambio climático y malentendido calentamiento global, el asunto de la bicicleta va a más, para contaminar menos y así contribuir al progreso de la Humanidad. Me pregunto qué progreso es ese de dejar el coche y volver a la bicicleta de la infancia. Otros con menos suerte pero con gran esfuerzo, lograron una bicicleta para desplazarse al trabajo y también una gabardina, dicho sea de paso. Ahora que consiguieron también un coche por su tenacidad y progreso, les sugieren que han de volver a la bicicleta.

China está de moda porque ya ha despertado ese gigante y está meneando al mundo entero, como predijo Napoleón; aunque parece que dijo que el mundo temblaría. Y no dudo que a una parte del mundo le están temblando las piernas al pensar en el inmenso mercado que se abre a sus negocios. Oros están temblando porque la demanda china de petróleo y materias primas está elevando considerablemente el precio mundial de tales productos y en occidente empiezan a tentarse la ropa en busca de su cartera. No sé a qué origen de temblor se referiría Napoleón con su comentario, suponiendo que fuera él quien lo hiciera. Sea de quien fuese el ingenioso comentario, llevaba buena parte de razón.

Pero en las imágenes que veíamos tradicionalmente de China o de la China tradicional, sus habitantes iban la mayoría de ellos deambulando en bicicleta; ahora se ven muchos más coches y no tantas bicicletas. ¿Será eso un signo de progreso? En qué quedamos.

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