De pequeño me encantaba resolver en los periódicos el pasatiempo de encontrar las siete diferencias. Dos imágenes, a priori iguales, mostraban que, si te fijabas un poco, podías percibir detalles de la realidad que singularizaban cada una haciéndola distinta. Ese juego infantil, con el tiempo, se ha convertido en una especie de máxima que he intentado aplicar cada temporada escolar para lograr que la vida no se vuelva pegajosa y que la rutina no se transforme peligrosamente en monotonía, porque es esencial reinventarse un poco y lograr que los días no se parezcan a los días, modificando pequeños elementos y sentir, cada comienzo de curso, que todo ha cambiado y escapar de la tentación de creer que tenemos los mismos estudiantes cada año.
Aprovechando que estamos en un mundo en el que lo audiovisual es la piedra angular sobre la que el alumnado articula su cotidianidad, en septiembre planteé la asignatura partiendo de la siguiente premisa: si Netflix rodase tu vida, ¿cómo se titularía y cuál sería el lema que guiaría a tus espectadores?
Como muestra, un botón, mi propia serie: “Desde mi [j]aula”, la quincuagésima cuarta temporada de mi existencia, con un lema reflejando mi punto de vista: “La vida está llena de jaulas. La libertad consiste en decidir en cuál te metes”. Hubo revuelo, faltaría más, y las preguntas surgieron por doquier, centrándose sobre todo en el hecho de que la libertad pudiera simbolizarse con una jaula, toda una contradicción, una de esas paradojas que todavía no habían logrado atrapar y que derivó en una clase muy enriquecedora donde, tras un intenso debate, acabaron captando que el mundo está repleto de celdas –metafóricas, reales, cotidianas– y que cada uno había de cobrar conciencia de ello para ir entrando en las que considerase esenciales para su crecimiento. Comprendieron, también, la importancia de que la puerta de estas permaneciera continuamente abierta para que, si así lo decidiesen, pudieran irse a otra de las muchas existentes cuando así lo estimasen.
Una vez asimilada la idea, incluso captando la presencia de jaulas para aquellos que no creen en las jaulas, los argumentos fluyeron y aceptaron que es esencial no permitir que nadie les meta en ninguna en la que no quieran estar, o que les encierren y guarden la llave, o jaulas dentro de jaulas…; será por jaulas.
El hecho en sí de que, el primer día de clase, les hicieran ver que una jaula simboliza la libertad les resultó chocante, iniciando el curso con una nueva perspectiva. En una edad en la que la vida no les ha mostrado todavía sus cartas y aún les queda todo por aprender, acabaron satisfechos y sorprendidos por los recovecos del idioma y la riqueza del lenguaje metafórico, y comenzaron el desarrollo de sus propias series –título y lema incluido–, con el objetivo de buscar lo que buscamos todos: saber quién demonios son y en qué jaula acabarán entrando.
|